La semana política fue coronada por los pifies de Alberto Fernández, uno tras otro. Primero se refirió a mexicanos y brasileños de manera despectiva, a unos los trató de descendientes de indios y a otros de salidos de la selva.
Al día siguiente, declaró ganador de la contienda electoral en Perú a Pedro Castillo, cuando aún no se terminó de consagrar al próximo presidente de ese país. Generando un conflicto diplomático que escaló a la mismísima Cancillería argentina.
Por si no fuera suficiente, se metió también en la política doméstica de Colombia, condenando la “represión desatada ante las protestas sociales” ocurridas allí. El Gobierno de Iván Duque no tardó en responderle, acusándolo de incurrir en una “intromisión arbitraria”.
La sucesión de pifies presidenciales llevó a propios y ajenos a preguntarse lo obvio: ¿Qué le pasa al jefe de Estado? ¿Se trata de errores aislados de gestión o lo ha superado la situación que le toca vivir como presidente de la Nación?
Sea cual quere la respuesta, es inquietante. Porque denota que Alberto está totalmente fuera de la realidad. Y sus pifies van más allá de la simple humorada —que suele traducirse en memes en las redes sociales—, porque provocan conflictos diplomáticos de alto vuelo.
¿Qué seguirá ahora? ¿Acaso algún desatino referido a Estados Unidos, China, o la Unión Europea? ¿Cuál será el límite de sus desaciertos?
La política, principalmente la oposición, mira con preocupación lo que ocurre con el mandatario, especialmente en momentos en los cuales el ala dura del kirchnerismo intenta avanzar dentro del espacio del Frente de Todos. Tomando decisiones reñidas con el más básico republicanismo.
Ciertamente, so pretexto del avance de la pandemia, los K insisten en avanzar en jugosos negocios que benefician a puntuales empresarios, cercanos a su propio espacio.
Tal el caso de Hugo Sigman, que abraza los beneficios de producir las vacunas AstraZeneca y Sinopharm en la Argentina. O Marcelo Figueiras, quien fabrica la Sputnik V en el país. Gracias a los oficios de puntuales funcionarios del Gobierno, que le dejaron servido en bandeja el millonario negocio.
Con una curiosidad, insalvable: Laboratorios Richmond no hace nada de nada, es apenas un intermediario. Rusia aporta los componentes para hacer la vacuna rusa y el laboratorio MR Pharma las envasa. ¿Cuál es el papel de Figueiras pues?
En cualquier otro país, sería un verdadero escándalo, pero en la Argentina no solo nadie se horroriza por ello, sino que además nadie pregunta nada.
Una simple investigación sobre la figura de Sebastián Martínez Ríos, titular de MR Pharma, hubiera evidenciado los vínculos políticos que Figueiras intenta ocultar.
Sospechado con insistencia de ser testaferro de Cristina Kirchner, el dueño de Richmond deja volar el rumor sin confirmarlo ni desmentirlo. “El que calla, otorga”, suele decirse.
Como sea, en su última columna en diario La Nación, el colega Carlos Pagni revela un comentario que Figueiras ha pronunciado ante diversos empresarios, a los que intenta convencer de que inviertan en el laboratorio que busca construir para producir la Sputnik V.
“Cristina vería con muy buenos ojos que te comprometas”, es la frase que habría pronunciado el dueño de Richmond ante los potenciales inversores. Siempre según Pagni.
Los fondos que se mueven detrás de la construcción de la planta de Figueiras se manejan a través de un fideicomiso que arroja poca transparencia. Con la presunción de que parte de ese dinero engrosará la caja del Frente de Todos a la hora de encarar la campaña de las PASO y las legislativas de este año.
Serán comicios muy particulares, con el regreso de lo peor del viejo kirchnerismo. Al menos en lo que refiere a carpetazos y campañas sucias. Tal cual anticipó este sábado Tribuna de Periodistas.
Entretanto, al tiempo que todos se enfocan en esas minucias, en el terreno judicial está a punto de ocurrir una verdadera tragedia: la jueza María Romilda Servini va camino a sepultar el expediente que investiga el triple crimen de General Rodríguez de agosto de 2008, aquel en el que se cruzan narcotraficantes, criminales y políticos vernáculos.
En principio, la magistrada ya decidió dictar la falta de mérito sobre la figura de Ibar Esteban Pérez Corradi, autor intelectual del triple asesinato y nexo incómodo con exfuncionarios K, principalmente Aníbal Fernández.
Pero, no feliz con ello, Servini decidió ir un paso más allá y, a pedido de la política, comenzó a exponer a los periodistas que investigaron el tema. Uno de ellos, es quien escribe estas líneas, cuyas conversaciones privadas con sus fuentes de información fueron publicadas en el mismo fallo judicial que alivió la situación del narco Pérez Corradi. Gravísimo.
No fue todo: esta misma semana, a través de una nueva resolución, la jueza decidió “aleccionar” a Alejandro Sánchez Kalbermatten, el único abogado que intenta esclarecer de manera honesta los vericuetos del triple crimen. Sin tragarse jamás la historia que busca ahora imponer Servini, que involucra a mexicanos despechados y cargamentos de efedrina “rebajados” con sal. Poco creíble.
Kalbermatten supo representar a la familia de Leopoldo Bina, uno de los acribillados a balazos en 2008, pero fue “renunciado” de un día para otro. Justo después de apelar la falta de mérito que beneficiaba a Pérez Corradi. En tal contexto, Servini hizo una dura e injusta crítica sobre su trabajo profesional.
“El juzgado Federal de San Isidro estaría por dar beneficio excarcelarorio a Corradi y, al mismo tiempo, me mandan al Tribunal de Disciplina como si hubiera hecho algo incorrecto. Estoy indignado”, dijo el abogado a quien escribe estas líneas.
De pronto, el país devino en el “mundo del revés”, donde los criminales son exculpados y los inocentes son acusados solo por hacer su trabajo de manera honesta.
La Argentina no es Venezuela, pero hace todo lo posible para parecerse.
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