En la feroz pelea entre Alberto Fernández y Cristina Kirchner ya hay un claro ganador: la vicepresidenta. Básicamente porque el primer renunciado es Juan Pablo Biondi, hombre de confianza del presidente.
Es el mismo al que la expresidenta acusó de operador: “No voy a seguir tolerando las operaciones de prensa que desde el propio entorno presidencial a través de su vocero se hacen sobre mí y sobre nuestro espacio político”, lanzó en su carta abierta.
Y agregó: “A propósito de la categoría de funcionarios que no funcionan… el vocero presidencial escaparía a aquella clasificación. Es un raro caso: un vocero presidencial al que nadie le conoce la voz. ¿O tiene alguna otra función que desconocemos? ¿La de hacer operaciones en off por ejemplo? Verdadero misterio”.
Menos de 24 horas después, Biondi salió eyectado del gobierno, con descargo y todo: “Me ofenden y lamento las malas interpretaciones que hiciera sobre mí la señora Vicepresidenta de la Nación, Cristina Fernández de Kirchner, al considerarla una líder indiscutible del espacio político que representa ella junto con usted. Siempre he sido una pieza de armonía, concordia y tolerancia en mis funciones y profesional en mi relación con los medios de comunicación”.
Ciertamente, Cristina ya tenía al vocero "mudo" en la mira, luego de aquel 16 de septiembre de 2020 en el cual arengó a los funcionarios a “buscar otro laburo”, especialmente a “todos aquellos que tengan miedo o que no se animan”. Todos aplaudieron a rabiar... menos Biondi.
Como sea, dirán a partir de ahora que el recambio de gabinete de Alberto ha sido consensuado con Cristina, que discutieron un millón de horas para ponerse de acuerdo, pero será solo un “acting”. Queda claro que la que manda es la vice.
Hubo un atisbo de rebeldía por parte de Alberto, es cierto, pero se apagó antes de encenderse. Nada nuevo bajo el sol: ya se ha visto lo mismo en el pasado, con todos aquellos amagues de “albertismo” que murieron antes de nacer.
La única conclusión posible es la ya mencionada: la jefa sigue siendo Cristina. También hay otra cuestión que quedó sobre el tapete: el jefe de Estado es un real pelele.
Se trata de un término que ostenta dos acepciones: “Persona débil o de poco carácter, que se deja manejar por los demás muy fácilmente”, es la primera de ellas.
La otra es más dura: “Muñeco de figura humana hecho de paja o de trozos de tela, especialmente el que se saca a la calle en carnaval para quemarlo o mantearlo”.
Sabrá deducir el lector cuál de las dos acepciones corresponde a Alberto Fernández.
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