Mauricio Macri y Elisa Carrió descansan. Literalmente. Ambos se encuentran hace dos meses reposando, cada uno por su lado, en un momento convulsionado de la Argentina.
La ausencia de ambos líderes opositores se da en medio de fracturas en el Frente de Todos, y ásperas negociaciones con el Fondo Monetario Internacional, y cocaínas adulteradas que matan vidas, y supuestas mesas judiciales del macrismo que salen a la luz, y variantes Ómicron. Todas cuestiones que mantienen a los argentinos con un nudo de angustia en la garganta, de esos que son bien complicados de desatar.
Y en ese contexto, Macri habla de los placeres de descansar frente al lago Nahuel Huapi, con envidiable vista a la Cordillera de Los Andes. Instalado en el ostentoso barrio cerrado Cumelén, en Villa La Angostura, acaso haciendo honor al apodo que le puso en 2019 el intendente de Tafí Viejo, Javier Noguera: “Domador de reposeras”.
El expresidente se defiende, intenta hacerlo al menos, asegurando que desde “su lugar en el mundo” sigue trabajando, encontrándose cada tanto con algún referente de su propio espacio. Pero no alcanza. Porque jamás se conocen los resultados de aquellos encuentros. Sin mencionar que hay problemas puntuales que solo se resuelven in situ, con el peso que aporta la propia presencia.
Lo mismo cabe para Carrió, cuyo paradero directamente se desconoce. Desde su entorno aseguran que se tomó “varios días de vacaciones” pero que “sigue hablando con todos”. Misma excusa que Macri.
Entretanto, como se dijo, las complicaciones se acumulan, sin solución de continuidad. ¿No deberían ambos referentes involucrarse un poco más en todo ello, siendo que se trata de los “cuadros” más importantes del espacio que pretende gobernar la Argentina?
Es curioso que en momentos donde más canales de diálogo se necesitan, ambos hayan optado por la ausencia. Carrió apenas habló este sábado, pero solo para decir que su espacio, la Coalición Cívica, apoya el acuerdo con el FMI que impulsa a tientas un sector del Frente de Todos.
También se refirió a la renuncia de Máximo Kirchner, aunque solo para acusar: “La Cámpora tiene un 80 % de rechazo”. Chocolate por la noticia.
¿Y todo lo demás? ¿Y los estragos de la cocaína envenenada? ¿Y la mesa judicial macrista? ¿Y el avance de la variante Ómicron? Nada de nada.
Ninguno de esos tópicos concitó la atención de Carrió. Eso sí, tuvo tiempo de hablar sobre las internas de Juntos por el Cambio, desde el costado más trivial: "Me preocupa que haya diez candidatos a presidente y que ninguno quiera pagar costos". No hay remate.
Con Macri ocurre exactamente lo mismo: ¿Qué opina sobre la cocaína adulterada? O, más aún, ¿cuál es su valoración sobre el combate al narcotráfico, flagelo que amerita una definición urgente? Mutis por el foro.
Respecto de la presunta mesa judicial, el expresidente se ha limitado a decir que él jamás se dedicó a espiar a nadie. Nada más. Pero se espera mucho más que eso de un líder de su talla, sobre todo en torno a un caso donde aparecen algunas evidencias que pueden resultar comprometedoras. La mayoría de ellas en formato de cinta de video.
Ante semejante escándalo, también sorprende la omisión discursiva de Carrió, otrora experta en declaraciones rimbombantes, incluso contra miembros de su propio espacio.
En síntesis, la molestia que han generado la actitudes de los líderes del PRO y la Coalición Cívica no solo sobrevuela el mundo de las redes sociales, también hay certeros críticos dentro de la propia alianza opositora, que no dirán nada en voz alta para no dinamitar las oportunidades políticas que florecen de cara a 2023. Pero la bronca está ahí, intacta.
Sobre todo porque ese silencio les regala ínfulas a puntuales referentes de Juntos por el Cambio. Uno de ellos es Gerardo Morales, quien ha fortalecido de manera elocuente al radicalismo luego de asumir como titular de la Mesa Nacional.
La otra es Patricia Bullrich, cuya figura no deja de mostrarse activa y agigantarse de manera inversamente proporcional a los silencios de Macri y Carrió.
Todo ello en el marco de un desafío superlativo que debe encarar la oposición en su conjunto: llegar lo más posiblemente cohesionada a las elecciones de 2023. No casualmente, uno de los tópicos que más conspira a la hora de lograrlo, es el ya mencionado mutismo de los titulares del PRO y CC.
Es que, como se dijo, son demasiadas las problemáticas que se han venido acumulando en los últimos tiempos. Que se suma a las penurias cotidianas de la ciudadanía, como el desempleo, la inflación, la inseguridad y demás.
Es por eso que ameritan las definiciones de sendos líderes, que en situaciones incómodas suelen jactarse de sus pergaminos profesionales y sus antecedentes en la política. Para escapar por la tangente.
Pero ahora mismo todo eso no alcanza, porque, como dijo alguna vez Winston Churchill, “las actitudes son más importantes que las aptitudes”.