La secta denominada Escuela de Yoga sorprendió a propios y ajenos en los últimos días. Con detalles que pondrían los pelos de punta a cualquier hijo de vecino. Trata de personas, lavado de dinero, prostitución, maltrato y otros más. Ello encierra el fenómeno en cuestión.
No obstante, lo más escandaloso es la impunidad con la que el grupo religioso se manejó durante los últimos 30 años, sin que nadie jamás hiciera nada de nada por detener sus andanzas. A pesar de las múltiples denuncias que se sumaron al paso de los años.
Me tocó hurgar en sus trapisondas en el año 1993, cuando era un joven investigador de sectas, colaborando con el experto José María Bahamonde en la fundación SPES (Servicio Para el Esclarecimiento en Sectas).
Ya en esos días las denuncias contra la Escuela de Yoga eran moneda corriente e involucraban a su líder, el hoy geronte Juan Percowicz, a la sazón uno de los detenidos por la Justicia.
Nada nuevo bajo el sol: hace tres décadas ya se hablaba de reducción a la servidumbre, prostitución y otros ilícitos.
Hubo incluso un expediente judicial que colectó pruebas demoledoras. Pero quedó en la nada misma, merced a la labor de un juez corrupto llamado Mariano Bergés y un grupo de políticos y referentes locales que supo regalar inmunidad a la secta.
Desde la política, el principal protector fue el siempre polémico Carlos Ruckauf. Por su parte, los referentes que les permitieron moverse sin dificultades fueron Adolfo Pérez Esquivel, Hebe de Bonafini, Raúl Zaffaroni y otros.
Parte de la explicación a tanta impunidad refiere a un tópico inesperado: la secta “regalaba” mujeres para tener sexo a reputados políticos, magistrados y fiscales. A cambio de obvia protección.
No es todo: en la trama aparecen personajes famosos, como Plácido Domingo, que utilizaba esos servicios. Y aportaba a la causa, de paso.
Esto último dará qué hablar, no solo por la relevancia del personaje sino también -sobre todo- porque es solo un botón de muestra. Hay muchas otras celebridades que hicieron uso de los beneficios de la secta.
Sin embargo, la cuestión es otra, la discusión debería centrarse en otro foco: ¿Cuánto más habrá que esperar para trabajar en una norma “antisectas” como tienen puntuales países de Europa?
Ni siquiera hay que ir tan lejos: acá nomás, en la provincia de Córdoba, existe la Ley 9.891 de "prevención y asistencia a las víctimas de grupos que usan técnicas de manipulación psicológica”.
Como puede verse, resolver la problemática de las sectas es bien sencillo. Lo único que hace falta es voluntad política… Justamente aquello de lo cual siempre carece la Argentina.
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