Difícilmente el kirchnerismo olvide la postal que acaba de vivir en las últimas horas. La oposición, casi por unanimidad, le dio la paliza más dura que podrá recordar en la historia.
Finalmente, la improvisada movida del miércoles pasado, que dejó sin quórum al recinto, sólo estiró la agonía y terminó jugando en contra del propio oficialismo. Por caso, hace una semana, puntuales legisladores opositores habían anticipado que podían llegar a delegar al oficialismo, mayoría de miembros en las comisiones más estratégicas —como la de Presupuesto y Hacienda— para poder gobernar de cara al futuro. Esa oportunidad de oro se ha perdido por completo.
Ahora, después de ese desaire, el oficialismo se ha quedado completamente solo. Nadie dialogará con un grupo de inescrupulosos que no saben cumplir su propia palabra. Que simulan el diálogo mientras por atrás firman decretos lesivos para la Nación.
Es una pena, pero es la única manera que el kirchenrismo podía entender razones, luego de esforzarse tan asiduamente en aislarse del mundo.
El “mundo real” que gusta mencionar Cristina Kirchner, resultó ser una burbuja sólo ocupada por el matrimonio gobernante y un par de chupamedias —cada vez menos— que viven a espaldas de la realidad.
No es difícil imaginar el malhumor que en estas horas debe reinar en Casa de Gobierno. El eco del silencio oficial es la mejor prueba de ello.
¿Qué hará el kircherismo a partir de ahora? ¿Cómo gobernar con un Parlamente adverso, sin dinero y con una Justicia cada vez menos dependiente del poder político?
Imposible saberlo. Los Kirchner sólo conocen una manera de gobernar, y es a través del control absoluto de todos los ámbitos del Estado.
Sin dinero y sin poder, las pocas voluntades que se arrodillaban ante Balcarce 50, ya no lo harán más.
Digan lo que digan los opinólogos oficiales de turno, la implosión del ¿modelo? kirchnerista es un hecho. El último eslabón de la cadena de prepotencia oficialista, se ha terminado hace apenas unas horas.
Una gran noticia para la sociedad, luego de casi siete años de absolutismo: se acabó el despotismo kirchnerista.
No es poco.
Christian Sanz