“La memoria es como una red: uno la encuentra llena de peces al sacarla del arroyo, pero a través de ella pasaron cientos de kilómetros de agua sin dejar rastro”. La cita pertenece a Oliver Wendell Colmes, un médico que devino en celebridad al paso del tiempo, aunque no como facultativo sino como poeta. De hecho, se trata de uno de los más reconocidos literatos de Estados Unidos del siglo XIX.
Nunca más oportuna la frase para los días que se viven en la Argentina de los Kirchner, donde la manipulación de la memoria colectiva es moneda corriente, sobre todo a la hora de reescribir la historia vernácula de los trágicos años 70.
Es que, a través de un discurso claramente sesgado, el matrimonio oficial no ha dudado en cambiar hechos y fechas a su antojo, ubicándose ellos mismos entre aquellos que han enfrentado a la sangrienta dictadura militar setentista. Todas y cada una de esas “alteraciones” a la historia se demostraron fácilmente refutables, incluso la que los posiciona como parte de grupos de izquierda de la talla de Montoneros.
Baste recordar que, mientras miles de personas morían a manos de los militares, los Kirchner vivían cómodamente en Santa Cruz, generando dinero a través de negocios vinculados con la usura, bien lejos del progresismo que hoy intentan mostrar.
En ese camino de “reescritura” del pasado, en los últimos días se han manipulado los registros históricos del libro “Nunca más”, descomunal obra de la Conadep, agregando más de 500 anotaciones a las ya existentes, la mayoría de ellas pertenecientes a la agrupación Montoneros.
El detalle —no menor, por cierto— es que esos registros pertenecen a una fecha que es anterior al 24 de marzo de 1976; es decir, que se trata de personas que fallecieron antes del fatídico golpe militar que inició el genocidio más sangriento de la historia argentina. En tal sentido, hay que recordar que el espíritu del “Nunca más” ha sido el de retratar los excesos del gobierno militar de facto, enmarcando su universo de estudio estrictamente al lapso comprendido entre los años 1976 y 1983.
Sin embargo, no configura ello lo más interesante del asunto, sino el hecho de que las personas agregadas fueron anotadas como víctimas de “ejecución sumaria”, algo que dista de ser real. A ese respecto, uno de los casos paradigmáticos, es el de Fernando Abal Medina, no sólo porque encabeza ese listado que el oficialismo adjuntó al “Nunca más”, sino porque fue uno de los primeros jefes de la agrupación Montoneros.
Lejos del asesinato “sumario” que intentan mostrar los Kirchner, Abal Medina fue abatido en un enfrentamiento con la policía en la localidad de William Morris, provincia de Buenos Aires, el lunes 7 de septiembre de 1970, luego de hacerse pasar él mismo por uniformado, utilizando falsas credenciales.
De ello dan cuenta todas las investigaciones que se han hecho al respecto, independientemente de la extracción ideológica de sus autores. Una de ellas la configura el libro de Lucas Lanusse, “Montoneros. El mito de sus 12 fundadores”, donde se habla de ese enfrentamiento con lujo de detalles. “Luego de un tiroteo con la policía murieron Abal Medina y Gustavo Ramus”, asegura el libro sin dejar lugar a dudas.
Lo mismo aseguran Martín Caparrós y Eduardo Anguita en el segundo tomo de su monumental obra “La Voluntad”, referida a la violencia setentista. Lo han hecho en consonancia con el ex montonero devenido en escritor, José Amorín, autor de “Montoneros, la buena historia”; y también del investigador inglés Richard Gillespie, escritor de la obra “Soldados de Perón”.
Como puede verse, no existen mayores dudas acerca de lo ocurrido con Abal Medina, salvo para los Kirchner, los cuales no dudan en seguir escribiendo su propia historia.
En fin, no se trata de abrir una nueva discusión respecto a lo ocurrido en los 70 —de lo cual ya demasiado se ha debatido y queda mucho por discutir—, sino de no permitir la tergiversación del pasado, algo de lo cual los Kirchner son más que especialistas.
Por ello, qué mejor que terminar el presente artículo con otra frase, esta vez de Lewis Carroll, quien sostuvo alguna vez: “¡Qué pobre memoria es aquélla que sólo funciona hacia atrás!”.