A cuatro años de su desaparición física, asombra observar cómo muchas personas creen aún que Néstor Kirchner ha sido una suerte de prócer progresista —valga la cacofonía— que gobernó la Argentina en pos de lograr alguna clase de liberación del país ante ocultos poderes foráneos.
Esa misma gente, cree que hasta ofrendó su vida en esa titánica tarea.
Lamentablemente para ellos, Néstor nunca fue progresista, jamás.
En los años en los que la más sangrienta dictadura cívico-militar gobernaba de facto la Argentina, este acopiaba dinero a través de la más pura usura, a través de la financiera Finsur.
Mientras sus compañeros morían bajo las botas miliares, él y su esposa —la actual presidenta de la Nación— incrementaban sin cesar su patrimonio en Santa Cruz. Basta recordar las reveladoras fotos en las que Kirchner aparece en compañía de los mismos militares que luego fueron acusados de delitos de lesa humanidad, para ver la postal de la hipocresía más cruda.
Néstor no llegó en un plato volador a ocupar la primera magistratura, sino que vino de toda una vida en la política. Fue intendente de Río Gallegos y tres veces gobernador de Santa Cruz. En la trayectoria ostentada en esos días, lejos de mostrarse progresista, se ocupó de engrosar sus cuentas bancarias y de perseguir al periodismo crítico. La inexistencia de una sola medida a favor del pueblo en 15 años de ocupar cargos de relevancia, son la prueba más cabal de su hipocresía.
Pero hay más: Néstor llegó al extremo de asegurar que Carlos Menem había sido el mejor presidente de la historia argentina; luego, se negó a recibir a Hebe de Bonafini cuando estuvo de paso por Santa Cruz en los años 90.
Recién en 2003 apareció el discurso progresista vinculado al kirchnerismo, el cual solo sirvió para compensar el endeble porcentaje de votos que llevó a la presidencia de la Nación a Néstor.
Puro discurso en realidad, ya que el matrimonio siguió engrosando su patrimonio y desviando parte de su fortuna a paraísos fiscales, tal cual terminaron revelando, tanto los correos electrónicos sacados de la computadora de un asesor de Ricardo Jaime, como los cables “filtrados” de Wikileaks.
Por caso, Jaime ha sido el emblema más cabal de la esencia misma del kirchnerismo. Media docena de fuentes admiten públicamente que el ex secretario de Transportes era uno de los testaferros de Néstor y Cristina.
Uno de ellos, es el ex vicegobernador de Néstor en Santa Cruz, Eduardo Arnold, quien aseguró que Jaime “era solo un pichi” y que “robaba para la corona”.
Oportunamente, este mismo periódico contó cómo Jaime visitaba varias veces por semana al fallecido ex Presidente con una valija conteniendo parte de la coima cobrada por “retornos” en subsidios al transporte. Eso también fue refrendado por Arnold, quien recordó que el secretario entraba al despacho de Kirchner “con una cartera de cartero” sin esperar, “por más que antes hubiera otros funcionarios tan o más importantes que él”.
Poco puede agregarse ante tamaña descripción de la corrupción kirchnerista, donde no ha faltado a lo largo de los años el pacto con el narcotráfico, el lavado de dinero y hasta la fuga de capitales.
Hay que decirlo: no es progresista un gobierno cuyos gobernantes incrementan su patrimonio en un 3.540% mientras la brecha de desigualdad social aumenta a niveles que superan los del menemismo. No es coherente quien habla por izquierda y cobra por derecha, robándole al pueblo de manera tan descarada.
¿Es progresista un gobierno que adultera las estadísticas oficiales para frenar aumentos de salarios y “vender” una bonanza económica-social que no es tal?
Si hay que mencionar incoherencias, hay más preguntas incómodas que nadie aún ha respondido:
¿Cómo es que se incrementó más de 1.000% la publicidad oficial de 2003 a la fecha y no existe una sola campaña de prevención contra las drogas? ¿Será casual que ocurra ello mientras la mitad del gabinete oficial está salpicado por cuestiones relacionadas con el narcotráfico?
Más interrogantes: ¿Dónde están los fondos de Santa Cruz, desaparecidos en el marco de una de las estafas públicas más grandes de todos los tiempos? ¿Por qué nadie da cuenta de ello?
¿Qué pasó con el expediente Skanska que golpea directo al corazón de la caja kirchnerista, es decir, Julio De Vido?
Como puede verse, progresismo y kirchnerismo son conceptos antagónicos. Sin embargo, hay quienes aún creen que Néstor ha sido un gran patriota y Cristina sigue su legado.
Son patrañas, solo alimentadas por la prensa adicta y sostenida únicamente por los millones que la publicidad oficial destina mensualmente a los medios alcahuetes. Diario Página/12, agencia Télam, los diarios Tiempo Argentino y El Argentino, Radio Nacional, revista Veintitrés, radio Del Plata, Canal 7 (especialmente 6.7.8), etc. Son todos parte de la prensa canalla que, más temprano que tarde, deberá dar oportunas explicaciones por la complicidad para con el delito oficial.
En esos medios, jamás se ha publicado una sola línea sobre ninguno de los desaguisados cometidos por el kirchnerismo. Eso convierte a periodistas en “cómplices”.
Se trata de “colegas” que hoy ostentan un nivel de vida que más de uno envidiaría; pseudoperiodistas que ven abultadas sus billeteras con fondos estatales cobrados “bajo mesa”.
No hay que olvidar sus nombres, ya que el daño que han hecho a la Argentina con su silencio es tan o más grave que el de los políticos que han robado.
En ese sentido, este medio —aunque sea en completa soledad— se ocupará de recordar incesantemente los nombres de esos periodistas corruptos, al igual que los funcionarios que han saqueado al país.
Es la única forma de hacer justicia, para las actuales y futuras generaciones.