En las últimas horas, el Gobierno salió a despegarse del ex titular de la Superintendencia de Servicios de Salud —a la sazón, recaudador de la campaña de Cristina Kirchner y Julio Cobos—, Héctor Capaccioli, al vincularlo con el ex jefe de Gabinete Alberto Fernández.
El encargado del trabajo sucio, como casi siempre, ha sido el jefe de Gabinete, Aníbal Fernández, quien aseguró que "la campaña (de 2007) tenía un jefe de campaña que se llama Alberto Fernández y Capaccioli, en todo caso, es un hombre de su confianza, o su mano derecha, como se lo quiera llamar".
Al mismo tiempo, Fernández dio a entender que el Gobierno nada tiene que ver con el ex funcionario. Sin embargo, hay ciertos tópicos que debería responder el funcionario a la hora de despegarse de este. Veamos.
Si es cierto que Capaccioli no tiene nada que ver con el kirchnerimo:
-¿Por qué se le dio la potestad para manejar las tres campañas políticas del kirchnerismo más relevantes, en 2005 y 2007 y 2009, todas sospechadas de blanqueo de dinero?
-¿Por qué se le permitió manejar la cuenta corriente del Frente para la Victoria —N° 52709/93 del Banco Nación— a través de la cual se realizó la maniobra de lavado?
-¿Por qué se lo sostuvo en su cargo a más no poder, a pesar de las fuertes denuncias de la ex ministra de Salud, Graciela Ocaña? Peor aún: ¿Por qué se esperó hasta último momento para relevarlo de su cargo?
-¿Por qué no se desplazó a las personas de su confianza de la Superintendencia de Servicios de Salud luego de que este fuera eyectado?
-¿Por qué a sus dos “manos derecha”, Hernán Diez y Sebastián Gramajo, les fueron otorgados cargos de relevancia en Lotería Nacional y la Anses respectivamente?
-¿Por qué el oficialismo demoró casi dos años para despegarse de Capaccioli públicamente?
-¿Por qué Aníbal Fernández insiste en negar la realidad al asegurar que el procesamiento de Oyarbide al ex superintendente no tiene nada que ver con “el tema de la campaña"?
-¿Por qué en su momento Capaccioli dijo a diario La Nación que solo fue “parte de una junta promotora” y que cumplió “con las funciones que ese trabajo requería”? ¿Por qué aseguró que “más que eso no voy a decir”?
-¿Por qué aseguró en esa misma entrevista que su eventual responsabilidad había sido compartida “con otros dirigentes” del FPV?
-¿Por qué el kirchnerismo siempre lo defendió frente a las insistentes denuncias en su contra por permisividad de la Superintendencia para con los negociados de las obras sociales?
-¿Por qué no se lo removió inmediatamente después de que fuera asesinado Sebastián Forza —junto a Leopoldo Bina y Damián Ferrón en el marco del triple crimen de General Rodríguez—, quien lo vinculó con esos y otros negocios sucios?
Por si todo lo antedicho no fuera suficientemente elocuente, existen llamados telefónicos cruzados entre Capaccioli y dos poderosos ministros del gabinete K y hay media docena de fotografías que muestran los vínculos del ex superintendente con el poder.
Aunque fuera real que el kirchnerismo nada sabía acerca de los desaguisados de Capaccioli, igualmente le cabría una gran responsabilidad por su ineficacia en el control de uno de sus funcionarios más relevantes. La culpa no solo se da por la “acción” sino también por la “omisión”.
En este caso, caben las dos posibilidades, y esto se demostrará el día que Capaccioli prensa el ventilador.
Christian Sanz