La Provincia vive por estas horas la masiva renovación de sus autoridades gubernamentales y legislativas, en otro hito trascendente en la tarea cotidiana de consolidación de las instituciones republicanas.
En la Gobernación, la Legislatura, las 135 intendencias y sus concejos deliberantes se suceden juramentos y asunciones de cargos. En ese clima de celebración no hay en la superficie, con todo, sensación de real renovación.
Como la presidenta de la Nación, el mandatario provincial, buena parte de los legisladores y los concejales —oficialistas y opositores— y la gran mayoría de los jefes comunales han sido reelectos y están iniciando nuevos mandatos que en principio implican continuidad. Puede ser, sin embargo, una sensación engañosa.
Con pocos cambios fuertes en su gabinete que también podrían aportar a una imagen de continuidad, Daniel Scioli reasumirá formalmente mañana como gobernador en un contexto político y "climas" que marcan algunas diferencias fuertes con relación al arranque de su primer mandato.
El Gobernador, sólidamente reconfirmado en las urnas con el 55 por ciento de los votos, inicia una nueva etapa acompañado por un vicegobernador, Gabriel Mariotto, y autoridades de la Legislatura y de los bloques propios en ese palacio directa y excluyentemente elegidos por la Casa Rosada y que se nuclean en grupos del kirchnerismo de un presunto nivel de pureza que —ellos se encargan de subrayar, no los analistas ni los medios— no incluye a Scioli.
La imposición de Mariotto en la vicegobernación, comunicada personalmente por Cristina a Scioli cuando, allá por agosto, se acabó el tiempo para definir las candidaturas, fue uno de los pocos golpes políticos que el Gobernador no pudo disimular. Desde entonces, poco han avanzado en ganar confianza mutua dos hombres que no se conocen mucho.
Mariotto utilizó este tiempo en construir selectivas relaciones personales con dirigentes y sectores del oficialismo bonaerense, y en comenzar a edificar un espacio político propio. También es cierto que en este lapso se ha manejado en público con una marcada prudencia y evidente respeto con relación al Gobernador.
Como es cierto que ha organizado una jornada de debate sobre "políticas públicas para la Provincia", según la denominación oficial, a la que invitó a varios ministros nacionales y ninguno de Scioli. Con esta "previa", en la Gobernación la sensación dominante con respecto a esa relación clave es la incertidumbre, sazonada con cierta convicción de que será inevitablemente compleja.
Tampoco se pudo ocultar en los últimos días en la Gobernación un malestar que no pasa sólo por haber sido excluidos de las decisiones que encumbraron a Horacio González —ya nítidamente subsumido en el universo ultra K—, José Ottavis (La Cámpora) y Juan De Jesús (línea Boudou) en los cargos de mando de la Cámara de Diputados.
Como a veces las formas importan, pasa también por la manera en que ese nuevo eje de poder dejó en evidencia esa exclusión. Y con relación al fondo del asunto, el malestar se torna preocupación. ¿Se trasladará ese manejo al tratamiento de las leyes que impulse el Ejecutivo? Nuevamente, la sensación de que será una relación más compleja que la que se dio en estos dos años en que la oposición sumaba mayoría, se impone.
La coyuntura, por lo demás, tampoco aporta placidez. Un clima enturbiado envuelve otra vez la relación con la Casa Rosada en estas horas en que Scioli inaugura su segundo mandato; cierta tensión marcada por una señal que fue recibida con inquietud en la Gobernación: las expresiones con las que la ministra de Cristina Nilda Garré volvió a dejar en claro diferencias con la política de Scioli en materia de seguridad y sobre el manejo de la Policía en particular.
Marisa Álvarez
NA