Cuentan los antiguos —en especial Homero en “La Ilíada”, y también Herodoto— la guerra que las antiguas polis griegas emprendieron contra el entonces reino de Troya, enclave que se decía inexpugnable por sus fortificaciones, murallas y su pueblo. La excusa de la guerra fue el rapto de Helena, por parte del principe Paris, hijo de Príamo, a la postre rey de Troya, y las hazañas de Héctor y Aquiles.
Troya caería de la manera más tonta en la cual suelen caer todas las naciones del mundo, la confianza, el excesivo optimismo, y el poco celo con el cual aceptaron el famoso caballo de madera, que los astutos helenos le dejaron en “obsequio” en las puertas de su reino y que en realidad contenía tropas.
Una vez dentro de la fortaleza, se dedicaron a dejar entrar al resto, a fin de lograr su verdadero objetivo, eliminar a su competidor, apoderarse de sus inestimables tesoros y someter a su señorío y vasallaje al pueblo troyano, aunque siempre según el mito y siguiendo al héroe Eneas. Dicho pueblo tendría una nueva posibilidad de grandeza (esta vez sin inocencias) en una tierra lejana: el valle del lacio, entre las siete colinas que albergarían la futura capital del mundo antiguo: Roma.
Nunca creas en las “renuncias por salud”
Ya por estas lejanas pampas —y dada la encerrona en la cual parece haber caído el gobierno de Cristina Fernández— se dejó trascender a través de algunos medios operadores del oficialismo y del sciolismo el posible alejamiento de la Dra. Carmen Argibay, presuntamente, por una enfermedad de arrastre (enfisema) producto, quizá, de su afición al tabaco.
Otros, relatan que sufre un deterioro moral importante producto del fallecimiento reciente de su madre. La enfermedad no consta, sí que el Máximo Tribunal quedaría con seis miembros.
No es la intención hacer una exégesis del pensamiento o la labor de Argibay, sino que con la posibilidad de hacerse este trascendido —que huele más a globo de ensayo político que a cuestión de procedimiento o rito del Poder Judicial— podría ser una oportunidad para nombrar otro magistrado... ¿o tres?
Una conformación de seis miembros cuando la Carta Máxima ordena siete, no solo es contraproducente por el número par (debería decidir el Presidente del Cuerpo, en muchas ocasiones), sino porque ya la anormalidad de siete miembros lo es en sí mismo.
¿8D y medios?
A primera vista, todos los ojos están puestos en lo que vaya a resolver la Justicia respecto del artículo cuestionado en cuando al supuesto vencimiento de la cautelar interpuesta por Clarín en el expediente por el cual se pierde la declaración de inconstitucionalidad (evidente) de varios artículos de la denominada “Ley de Medios”.
El bendito artículo que habla de la desinversión (des-inversión que se también se está produciendo en todos los rubros de la economía argentina, dicho sea de paso...), y que en la práctica no se aplica, no solo por la cautelar de la causa Clarín, sino porque la Afsca que es una gran mentira, ya no solo no hace nada, sino que tampoco aplica dicho articulado (ni ningún otro relevante o esperable) respecto de otros grupos que violan el mismo artículo y el ex-Comfer no dice ni “mú”. Tiene que ver con el holding de hecho que ha formado el Gobierno con medios propios, provinciales, municipales, amigos empresarios y punteros políticos que, valga la paradoja, coinciden todos en aplaudirlo (en especial a la figura totémica de Cristina), al ritmo de tampoco criticarla, pasando por asumir siempre el discurso monolítico que emerja de la mansión de Olivos.
Tampoco parece que el engendro Afsca haga nada para evitar que su nuevo socio en las sombras —el grupo Vila-Manzano— siga avanzando en clara y evidente violación al aggiornado texto legal que debería (o no) regular los medios.
¿La llave de todas las puertas?
Los romanos, que hacían de lo simple la norma, y de la excepción la confirmación empírica de una regla, conjugaban el adagio legal “quien puede lo más, puede lo menos”.
Solo basta detenerse un segundo para ver el sistema de vasallaje político en el que estamos entreverados y manoseados y al que llamamos portentosamente “democracia”, y si adaptamos dicho adagio, veremos que el denominado “per saltum” es solo un globo de ensayo que no cuadra a la fecha, pero que con otra composición en la Corte Suprema podría rendir muchos otros frutos y beneficios mucho mayores al que le otorga el art. 161 de la Ley de medios, esto es, hacer callar la boca a los opositores, medios, periodistas, políticos, participantes sociales, sindicatos, etc. Una Ley de per saltum que logre un texto armonizado con una corte con otra composición a la actual.
Así, a pesar del rotundo éxito que seguramente tendrá el 8N y, a pesar del excelente (pero lineal) análisis que hubo de realizar el medio El Parlamentario, es posible que, de facto, se llegue a imponer un llamado a reforma constitucional amañado, lejos de los acuerdos parlamentarios, con destino incierto, pero no solo necesario, sino imprescindible para el kirchnerismo.
Imprescindible para el kirchnerismo, no solo porque su única existencia actual es la permanencia de Cristina en la Rosada, sino que el verdadero triunfo laclaudiano no sería convencer a los bloques diversos de la necesidad (mentida seguramente) de la reforma, por tal o cual supuesta coyuntura, sino todo lo contrario: la felicidad kirchnerista estaría más afianzada en lograrla “de prepo”. Arrancada en la duda de la legalidad (o ilegalidad evidente) sacada por los compañeros de la Presidenta para otorgarle una constitución que vaya portodo, arrancada a los “partidos burgueses”, haciéndoles morder el polvo.
Mecanismo espurio
En concreto, solo una elección legislativa arriba del 45% de los votos en 2013 permitiría al cristinismo acercarse (apenas y con aliados) al número mágico de los 171 diputados. Tal vez comprando borocotóes por doquier, transando, y prometiendo todo a todos.
Más difícil es el Senado, allí parece casi imposible el número necesario (49 o 50), si no existieran por cualquier causa los 72 y porque en esta, el vicepresiente Amado Boudou no puede desempatar, por no ser legislador ni representar a provincia alguna.
Con una mayoría automática en la Corte, luego de nombramientos entre gallos y medianoches de dos o tres “repositos”, la Presidenta se garantizaría una interpretación nefasta, a todas luces, no correcta pero que ya se uso en el pasado: Que la reforma sea convocada por los 2/3 partes de los presentes, y no del cuerpo todo. Hoy esa mayoría automática no existe.
Una abominación de esta índole ya es esbozada en corrillos, no hay que ser inteligente, todos saben que el kirchnerismo no tiene reglas, su ideológica es igual a la de un motochorro: golpe de efecto y alzarse con la bolsa.
No es posible garantizar, a esta altura, que este mecanismo no sea intentado en la desesperación política de ver cómo no se cumple con las máximas de Néstor: siempre garantizar la reelección del período que se está gobernando y, si es posible, eliminar las críticas, por algo el pueblo le votó en contra en 2009.
Ninguno de los dos objetivos parecen alcanzables, a la fecha, el 7D es un fiasco, al decir de los entendidos, y hasta contraproducente en las encuestas. Hasta el inefable Carlos Kunkel se bajó de la quema pública en la hoguera del “grupo”.
Habrá que ver qué pasa con la llamada “oposición” y con el 8N una marcha con olor a haber ganado un espacio y la mirada oficial, aún antes de haberse realizado.
Por último, habrá que preguntarse qué hará el “argentino de a pié”, ese hombre de Corrientes y Esmeralda del que nos hablaba el gran Raúl Scalabrini Ortiz.
¿Dejará la sociedad argentina que el caballo de Troya entre tranquilamente a su casa, empresa, trabajo, vida, escuela, universidad, en definitiva, a su vida para dejar, mansos, que le saque el derecho a la vida, al honor, a la libertad y a la propiedad?
Sí, se sabe que el kirchnerismo-cristinismo es capaz de eso. Y de mucho más.
Así estamos.
José Terenzio