Las imágenes que predominan en el primer paro nacional de la era kirchnerista confirman que muy difícilmente puedan sacar rédito de la medida sindicalistas como Hugo Moyano, aunque también ratifican el crecimiento de un clima de protesta que se expande por distintos sectores de la sociedad.
De hecho, según pudo saber Noticias Argentinas fue el propio Moyano quien decidió que el paro de esta jornada no contara con una movilización central, temeroso de que pudiera compararse su convocatoria con la multitudinaria marcha de protesta contra el Gobierno nacional que se conoció como el 8N.
Por eso Moyano y otros dirigentes como Pablo Micheli, líder de la CTA opositora, dieron rienda suelta a agrupaciones sociales y sindicales de base para la realización de piquetes que apuntalan el paro, pero que al mismo tiempo le dan al Gobierno la chance de canalizar críticas en una estudiada estrategia comunicacional. El novedoso acercamiento de Moyano a sindicalistas de izquierda, con los que hasta hace poco tiempo atrás no hubiera compartido una medida de fuerza, sólo se puede explicar por el quiebre de la alianza que benefició al Gobierno entre 2003 y 2011, pergeñada y cultivada por el ex presidente Néstor Kirchner.
En medio de su pelea con el cristinismo, que lo marginó del cuadro oficialista, Moyano tampoco duda en compartir espacio con dirigentes como Luis Barrionuevo —que hace años abandonó la CGT ahora conocida como Azopardo— ni el propio Micheli, pese a que siempre se opuso a la personería jurídica de la CTA. La agenda que despliega el jefe Camionero tiene, igualmente, puntos de contacto con socios tan disímiles: la eliminación del Impuesto a las Ganancias, que se lleva un sueldo completo al año del 30 por ciento de los trabajadores; las críticas a la nueva ley de ART, las asignaciones familiares y las obras sociales.
Al margen de sus aliados ocasionales, este martes Moyano se anotó dos puntos a su favor en el enfrentamiento con los gremios que le dieron la espalda en la CGT: los ferrocarriles del área metropolitana estaban paralizados casi en su totalidad y más de la mitad de los comercios porteños permanecían cerrados. Por eso la Ciudad de Buenos Aires tenía muy escasa actividad —tampoco funcionaban los bancos—, aunque se hacía difícil establecer la dimensión real de la huelga, porque muchísima gente que cotidianamente llega a la Capital decidió no viajar o intentó y no pudo conseguirlo debido a los piquetes.
Así las cosas, es dudoso que figuras como Moyano salgan fortalecidas en términos políticos y es improbable que sus alianzas se repitan en el futuro, aunque jornadas como la de este martes condensan —en sintonía con lo que sucedió el 8N— un clima social adverso a los intereses de la Casa Rosada.
Mariano Spezzapria
Agencia NA