Leonardo Fariña sorprendió ayer a propios y ajenos al intentar desmentir lo mismo que había asegurado apenas horas antes: su participación en una trama de corrupción oficial y desvío de dinero K.
Según el esposo de Karina Jelinek, todo se trató de una misce en scène que buscó hacer caer en la trampa a uno de los periodistas más preparados de la Argentina. “Jorge Lanata quería ficción y le di ficción”, advirtió.
¿Es creíble semejante argumento? Para nada, sobre todo cuando se tiene en cuenta que Fariña demoró más de 24 horas en revelar su supuesto plan maestro. “Yo reproduje todas las cosas que todos aseveraron y nadie se encargó de investigar”, afirmó.
Para sustentar su afirmación, el marido de Jelinek llevó un puñado de artículos periodísticos —uno de ellos es de autoría de quien escribe estas líneas— que fueron los que oportunamente desnudaron su oculto pasado. Según él, todo lo que dijo ante la cámara “oculta” de Lanata, es lo mismo que ya se mencionó en esas notas.
Esto en realidad es falso y tira abajo la parte más relevante de su explicación. Por caso, ¿qué crónica periodística reveló el nombre de Fabián Rossi, marido de Ileana Calabró, antes de que él mismo lo dijera ante el conductor de Periodismo Para Todos?
No solo eso: los detalles puntuales de cómo se trasladaba dinero negro en aviones privados y la participación detallada de Lázaro Báez y Cristóbal López en la misma trama, tampoco fueron mencionados por ningún artículo de prensa anterior a su autoinculpación.
Es probable que Fariña en realidad haya sido presionado para que desmintiera lo que anteriormente había afirmado ante Lanata. ¿Los motivos? Pueden ser variados: una deuda impaga, un mensaje al poder o incluso el intento de trascender mediáticamente. Poco importa en realidad.
Es sintomático que el joven “empresario” haya elegido un programa de chimentos para hacer su descargo. El gesto tiene dos lecturas claras: por un lado, evitó a Fariña tener que lidiar con periodistas de rigor; por el otro, trivializó el tema al llevarlo al plano de la farándula.
¿Acaso hubo alguna pregunta comprometida por parte de Jorge Rial o sus compañeros? Insólitamente, la única persona que logró incomodar medianamente a Fariña fue Marina Calabró, invitada casual a ese programa.
Luego, este pudo desplegar su estrategia mediática sin problema alguno, sin tener que responder incómodas preguntas.
Fariña mintió en la mayoría de las cosas que dijo, aunque dejó una revelación inesperada: admitió que conocía tanto a Lázaro Báez como a Néstor Kirchner. No es poco.
A la hora de explicar cómo había sido el encuentro con el empresario K, el marido de Jelinek aseguró que se dio en el marco de un asesoramiento para comprar vehículos. “Era muy difícil que les diera un crédito un banco privado porque no toman como garantías las certificaciones de obras públicas y les propuse utilizar el banco Nación o el Provincia. Ahí les dije que formemos un fideicomiso con Nación Fideicomisos. Vamos a hacer el descuento controlado y fondeado por Banco Nación”, dijo.
¿Alguien puede creer que un empresario como Báez, cercano al calor del poder oficial, necesitaba el asesoramiento de un ignoto contador de 24 años para conseguir un crédito de menor cuantía?
Como se ve, todo se trató de un improvisado armado de desmentidas poco creíbles y contradicciones respecto a cosas que él mismo había afirmado anteriormente. ¿Qué dirá Fariña cuando salgan a la luz los documentos que lo vinculan al Ministerio de Planificación de Julio De Vido? ¿También argumentará que se reunió adrede con empresarios vinculados a la obra pública para luego desmentirlos?
En estas horas, no casualmente en Santa Cruz se ha frenado la mayor obra pública del kirchnerismo: las represas de Santa Cruz, Néstor Kirchner y Jorge Cepernic. El dato relevante es que uno de los mayores competidores es el propio Báez.
Mal que le pese a Fariña —y a no pocos funcionarios del oficialismo— su testimonio es solo uno de los tantos que existen en torno al desvío y blanqueo de dinero del kirchnerismo.
Su caso es solo una postal de la matriz de corrupción K que ya otros dieron a conocer. A algunos incluso les costó la vida, como a Sebastián Forza en el año 2008.
Curiosamente, la historia de este último parece calcada a la del marido de Jelinek. Ambos han sido jóvenes emprendedores al frente de empresas que facturan millones, con contactos con lo más granado del poder político y sin poder justificar sus propias fortunas.
Asimismo, los dos revelaron más de lo que debían, solo que Forza tuvo menos suerte y terminó acribillado a balazos en un descampado de General Rodríguez.
¿Es la suerte que le espera a Fariña? Imposible saberlo, aunque uno de los arrepentidos, Federico Elaskar, ya anticipó que fue amenazado con un sugestivo mensaje: “Vas a terminar como Forza”.
Podría ser toda una premonición.
Christian Sanz
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