Repentinamente, luego de 19 años de parate judicial, el expediente que investiga la muerte del hijo del ex presidente Carlos Menem recobró impulso gracias a la persistencia de Zulema Yoma.
Por caso, en las últimas horas, el juez Carlos Villafuerte Ruzzo decidió citar a declarar al entonces presidente de la Nación a efectos de que confirme —o rectifique— haber dicho a su ex esposa que la muerte del hijo de ambos se trató de un atentado.
En ese contexto, es dable mencionar que existen elementos concretos que inducen a pensar que no se trató de un accidente, sino de un hecho pergeñado con fría anticipación.
A esto se suman otros indicios, como el hecho de que 14 personas sufrieron hechos de violencia por el hecho de haber alimentado la hipótesis de un atentado. Un dato: hay más de una treintena de testigos que hablaron de un accidente y que jamás sufrieron un solo rasguño.
He aquí algunos de los casos más emblemáticos de personas que perdieron sus vidas:
Lorenzo Epifanio Siri era cuidador del campo de la familia Sívori. Vivía en una improvisada casa fabricada en medio de ese mismo terreno y solía quejarse de la poca acción que abundaba en el lugar.
Nunca hubiera imaginado que ese día iba a cambiar todo. Inclusive el curso de su propia vida.
Y es que en ese mismo lugar iba a precipitarse a tierra, en cuestión de segundos, el helicóptero del hijo del ex presidente.
“(Siri) me contó que previo a la caída del helicóptero percibió tres explosiones y en seguida le pareció como que se le venía encima”, asegura Adrián Laprida que le confesó el cuidador del campo poco tiempo antes de morir.
La misma persona asegura que Siri le había dicho que “vio un montón de cosas desparramadas (...) Que entre esas cosas había una valija, sobres como de azúcar y dinero suelto. Que inmediatamente se le acercaron unas personas y le dijeron: ‘viejito, vos te mandás a mudar de acá porque sos boleta. Vos no viste nada’”.
Era demasiado tarde. Ya había visto demasiado y, para colmo, a la hora de declarar en la causa había asegurado haber escuchado explosiones previas al desplome del helicóptero a tierra, abonando la teoría de los disparos.
El 18 de abril de 1995, Lorenzo Siri iba a encontrar su propia muerte atropellado por un auto Fiat 147, tan solo a 500 metros de donde había caído la aeronave. Tenía 2,3 puntos de alcohol en la sangre.
“Lo de Siri fue un accidente. El tipo vivía en curda. Siempre estaba borracho”, afirman quienes han conocido en profundidad al vigilador.
Por otro lado, alguien que fue testigo de lo acontecido ese día me ha asegurado, con gran temor en su mirada, que “han querido hacer creer que Siri estaba borracho, que tenía una damajuana (...) Lo que hicieron fue ponerlo en pedo y hacerlo cruzar la Ruta 9 una y otra vez. Habían ubicado un tipo a cada lado del camino que lo recibía y lo devolvía al otro. Es obvio que finalmente iba a ser atropellado ¿no?”.
El dueño del 147 que arrolló a Siri jura y perjura que no lo hizo adrede. Y es muy probable que sea cierto, ya que de no haber sido él, factiblemente hubiera sido el siguiente auto el que atropellara al anciano cuidador del campo.
Lo único que queda actualmente sobre la persona de Lorenzo Siri es un sumario por homicidio culposo.
Volver a morir
“Le aseguro que, por lo que pude ver, esto no se trató de un accidente”, escuchó una asombrada Amalia Sívori, fiscal de la causa, del otro lado de la línea de teléfono de la boca del perito Miguel Luckow.
Ese inolvidable 15 de marzo de 1995, la Fuerza Aérea había designado a Luckow como investigador operativo a efectos de peritar los restos del helicóptero en su etapa inicial y poder elaborar el informe que había solicitado el Juez de la causa.
El perito sabía que las conclusiones no podían demorar demasiado. Estaba seguro de que en solo un par de semanas iba a tener finalizada su tesis sobre lo sucedido y podría volver a su vida normal. Nunca había estado más equivocado.
“Le hacían la vida imposible. Cuando tenía que ir a la sede de la J.I.A.A.C. para realizar su trabajo, los coches que pasaban a buscarlo llegaban siempre tarde”, confiesa hoy alguien que gozó de la confianza de Luckow.
Pocos días después de asegurarle a la Fiscal Sívori que para él el desplome del helicóptero no había sido producto de un accidente -el 26 de septiembre de ese mismo año-, Miguel Luckow fue asesinado a balazos en la puerta de su casa cuando estaba por ingresar con el auto en el garaje. El sumario policial indica homicidio y robo, pero a Luckow ni siquiera le robaron la billetera. La causa tramita en el Juzgado en lo Penal Nº 4 de San Isidro bajo el número 36.987.
En extraña coincidencia, el hombre que lo mató, Angel Daniel Antakle, fue muerto dos días después –el 28/09/95- sin poder llegar a brindar testimonio.
Poco tiempo después fallecería también en extrañas circunstancias quien fuera su ayudante, el perito Félix Bonachera.
En una conversación que tiene grabada Zulema Yoma, la viuda de Luckow afirmó que no dudaba de que la muerte de su marido se había tratado de un atentado y que la familia había quedado aterrorizada.
Para acrecentar las sospechas, Amalia Sívori ha declarado en la causa el que “el día 10 de octubre de 1995, en horas de la mañana llamé al teléfono (de la oficina de Luckow), donde se me preguntó sobre mi nombre y cargo, identificándome y expresando que deseaba hablar con el Sr. Luckow, contestándome quien me atendió (que dijo ser de un grado que no recuerdo, de apellido Pagliano) ‘ – ¿Luckow?... Luckow murió’ Dada la sorpresa que me provocó la respuesta requerí que me informara como había ocurrido, contestándome que había sido en ocasión de habérsele querido robar su automóvil. Inmediatamente me hizo la siguiente pregunta: ¿Qué le prometió a usted Luckow?, contestándole yo –sorprendida- que no entendía la pregunta, ya que solo me interesaba saber los motivos de la demora del informe, respondiéndome a esto que el mismo estaba –todavía- a resolución de la Junta”.
Fue a partir de ese momento que la fiscal Sívori empezó a temer por su vida. Ya no tenía dudas de que la muerte del hijo del ex presidente se trataba de un atentado. Era necesario, entonces, pedir el cambio de carátula de la causa: de “accidente” a “atentado”.
Esos días eran el comienzo de una persecución psicológica en su contra. Fue entonces que, entre otras cosas, empezó a ser amenazada telefónicamente.
Un par de meses después iba a abandonar la causa en completo estado de quiebre físico y emocional.
En el nombre de la ley
El Comisario general de la Policía Bonaerense, Héctor Bassino había sido enviado al lugar del siniestro por el entonces jefe policial Pedro Klodczyk. Bassino, hombre de su riñón, se desempeñaba como jefe de la División Helicópteros de la fuerza y fue el primero en llegar al campo de la ruta 9. También fue el primero en revisar el Bell de Carlos Menem Junior.
Quienes conocían a Bassino, aseguran que sabía mucho sobre la causa. Más de lo que había declarado oficialmente. Eran muy pocos, por otro lado, los que habían tenido la posibilidad de escuchar de boca del Comisario los detalles de lo que había sucedido en la mañana de ese 15 de marzo de 1995. Dos años y tres meses después se encontraría cara a cara con la muerte.
Eran las cuatro y media de la tarde del 17 de junio de 1997 cuando el policía había estacionado su auto, un Peugeot 205, en Cerrito entre Comodoro Rivadavia y Dardo Rocha, de Bernal. Estaba esperando a su esposa, quien trabajaba en una fábrica de la zona.
Fue en ese momento que empezó a escuchar disparos a sus espaldas. No se imaginaba que el destinatario era él.
Eran dos hombres en una moto quienes tiraban. Gatillaban una y otra vez sin detener su marcha.
El comisario no había atinado a hacer nada. Ni siquiera desenfundó su arma. En unos pocos segundos trató de entender el porqué de lo que estaba sucediendo. No entendía como le podía pasar algo así justo a él que se había retirado de la Policía hacía casi un año atrás. En setiembre de 1996 había abandonado la fuerza, tras haber cumplido 36 años de servicio.
No pudo pensar demasiado: el impacto de dos balas que chocaban contra su cabeza lo habían dejado inconsciente.
En seguida, fue llevado de urgencia a una clínica privada de la zona en un estado extremadamente grave. Era tarde, había perdido gran parte de masa encefálica. Bassino murió tres horas y media después de llegar al sanatorio.
A pesar de que los testigos del hecho han coincidido en que al policía le dispararon “al pasar” y sin mediar palabra alguna, el juez que entendió en la causa, Jorge Falcón, la caratuló como "abuso de arma, lesiones graves y presunto intento de robo".
Los agresores, por su parte, escaparon en la moto y nunca más de supo de ellos. La Policía nunca tuvo, siquiera, pistas claras sobre sus identidades. Mientras tanto, aparecía un informe atribuido a “inteligencia de la Policía Bonaerense” que sugería que a Bassino lo habían asesinado por su intervención en el lugar donde cayó el helicóptero de Carlos Menem Jr.
Preso de su propia muerte
Hugo Sánchez Trotta estaba inquieto. Sabía que no iba a estar tranquilo hasta poder contar todo lo que sabía. Pero también sabía que estando preso su vida corría peligro a la hora de decir las cosas que conocía.
Pensó entonces que lo mejor era esperar a salir en libertad y luego sí mostrar los datos que manejaba.
De todas maneras, para calmar su conciencia tuvo la idea de enviar sendas cartas certificadas al ex presidente Menem y a Zulema Yoma asegurando tener sobrada información sobre algunos puntos de la muerte de Carlos Menem Junior.
Prometía, asimismo, ir a declarar al juzgado y aportar información sobre el destino de la valija con dinero e información que había en el helicóptero y sobre las investigaciones que Carlos Menem Jr. llevaba sobre temas de narcotráfico.
Lo único que restaba era recuperar su libertad. Luego de eso, nada lo detendría. Por lo menos, era lo que él creía.
Dos días después de salir en libertad, el 16 de noviembre de 1996, y antes de poder decir nada, fue acribillado a balazos por la policía. El sumario posterior habla de “atentado y resistencia a la autoridad seguida de muerte”.
Para poder acercarse a lo que iba a contar Hugo Sánchez Trotta, el juez llamó a declarar a su padre, Alfredo Emilio, quien en el Juzgado declaró que “su hijo falleció en un enfrentamiento en la ciudad de Pergamino a poco de salir de la Unidad Carcelaria (...) Que le comentó estando detenido que él sabía quien le había robado el maletín a Carlos Saúl Menem (h) el día del accidente, pero que no le mencionó el nombre del autor, pues temía que le pasara algo. Que tiene otro hijo también detenido en la Unidad Carcelaria de San Nicolás llamado Antonio Emilio Sánchez Trotta, estimando que tal vez él tenga algún dato. Que él era el único que visitaba a su hijo fallecido. Que además le manifestó que quien robó el maletín con el dinero, adquirió camiones, una vivienda y dos automóviles uno para la esposa y otro para la hija pero que desconoce el nombre y el lugar donde vive (...) Que reconoció a su hijo por otras partes del cuerpo, especialmente los pies, pues tenía la cara desfigurada. Que su hijo antes de salir le manifestó que temía por su vida a raíz de lo que sabía por el caso Menem”.
Tomando en cuenta los dichos del padre de Hugo Sánchez Trotta, el Juez citó al otro hijo, Antonio Emilio, quien el 25 de febrero de 1997 declaró que lo poco que sabía era a través de su hermano fallecido. Que creía “que a Carlitos lo mataron por que molestaba al narcotráfico (…) y lo dejaron morir como a un perro”. A poco de declarar y al igual que su hermano, Antonio Sánchez Trotta también fue asesinado.
El peritaje final
El 18 de Junio de 1997 se daba a conocer públicamente el documento que mostraba las conclusiones a las que habían arribado los técnicos de la División Balística y Criminalística de la Gendarmería Nacional.
Los peritos aseguraron de manera rotunda que existían perforaciones, deformaciones e irregularidades atribuibles a impactos de proyectiles de armas de fuego en cinco lugares diferentes del helicóptero Bell en el que viajaban Carlos Menem Junior y su amigo Silvio Oltra.
Los peritos demostraron, además, que el primer informe, hecho por gente de la Fuerza Aérea, tenía más de una irregularidad.
El primer peritaje, por ejemplo, señalaba que la turbina falló, mientras que la Gendarmería determinó que el aparato estaba funcionando a pleno ya que la turbina absorbió tierra (debido a que estaba girando) cuando el helicóptero se estrelló contra el maizal.
En definitiva, lo importante fue que los peritos de Gendarmería demostraron que había cinco esquirlas de balas y determinaron que se trató de disparos provocados por más de un arma.
Poco tiempo antes, José Luis Mancini había recibido presiones por parte de gente del Poder. Le sugerían hacer desaparecer los restos del helicóptero sobre los que se iba a proceder a hacer el peritaje.
“No pienso hacerlo. Aparte, por más que lo hiciera no serviría de mucho: el perito de parte de Zulema Yoma (Roberto Locles) sacó fotografías de todas las partes”, respondió Mancini.
“No te olvides que algún integrante de tu familia puede sufrir un accidente...”, le advertían del otro lado de la línea.
Poco después, la tapa de varios diarios daban noticia de la novedad del segundo peritaje. “Hallaron restos de balas en el helicóptero del hijo del presidente”, afirmaban algunos medios.
No pasó mucho tiempo más hasta que se cumplió lo que le habían profetizado a Mancini.
El 29 de junio de 1997, once días después de presentado el explosivo informe, su hermano Emilio Eduardo, fue abordado por cuatro hombres en una esquina de Villa Centenario, en Lomas de Zamora. Uno le disparó a quemarropa a la altura del cuello y la bala que fue a dar a la espina dorsal lo dejó casi paralítico. Huyeron sin robarle nada. Luego de ser operado el 16 de julio de 1997 -una de las balas se alojó en su cabeza-, Emilio falleció.
El secreto del secretario
"Vas a ser boleta", le aseguraron por teléfono. El ex secretario de Antonieti, Jorge Artoni, tenía miedo, pero sabía que ya era tarde. Las declaraciones que había hecho frente al Juez firmaban su sentencia.
El día 7 de mayo de 1997, Artoni había asegurado que estaba “en el despacho del Brigadier Antonietti, cuando llamó el Dr. Anzorregui y le dio la noticia sobre el tercer ocupante. Que al actual ayudante del Brigadier Antonietti, Aníbal Garbarino le hacían pasar personas y equipajes sin pasajeros obviando el pasaje por la aduana (…) Rosa Oviedo y Patricia Soca (de Relaciones Públicas de la Aduana) dejaron pasar a una mujer a pedido de Carlitos Menem (h) sin pasar por Migraciones y que ello ocurrió unos 15 o 20 días antes del accidente. Soca y Rosa Oviedo saben que se pasan bultos, valijas y personas sin registrarse en Migraciones”.
Artoni, que había sido el titular del Comité de Provincias de la Secretaría de Seguridad, el 2 de junio de 1997 recibió una balacera en la puerta de su casa, lo que produjo que fuera internado en completo estado de shock.
“Los autores de la agresión se desplazaban en un Ford Taunus verde y frente a la casa de Artoni se encontraron tres casquillos de proyectiles calibre 9 milímetros”, detalló más tarde el Comisario Ramón Campos, de la Unidad Regional de San Martín.
...
Ese 15 de marzo de 1995, Beatríz había prendido el televisor y no podía creer lo que veían sus ojos: ¿Qué hacía su marido en el mismo lugar donde había caído el helicóptero del hijo del entonces presidente de la Nación?
Por lo que podía ver en la pantalla de Crónica TV, su esposo se encontraba charlando con dos desconocidos, a escasos metros de la aeronave siniestrada.
Hugo Raúl Bocolino vivía cerca de Río Tercero en Córdoba y era chofer de la empresa “Guareschi”. Ese día el destino quiso que viera algo que no tenía que ver.
Viendo que se estaba quedando con poco combustible, Bocolino pensó que era conveniente detenerse en la estación de servicio ESSO ubicada en el Km 211,5 de la Ruta 9. Lo que no sabía es que en pocos minutos más, iba a precipitarse a tierra el helicóptero en el que viajaba Carlos Menem Junior y Silvio Oltra.
Su esposa nunca imaginó que ese día y por medio de la pantalla de la TV, iba ser el último día en que vería a su marido.
Beatríz estaba muy preocupada, y no podía entender que era lo que estaba pasando. Hasta que al fin, el teléfono se dignó a sonar...
Las palabras que escuchaba del otro lado de la línea no le traían la tranquilidad esperada, sino todo lo contrario.
-“Beatríz, ha ocurrido algo terrible. Fui testigo de un hecho que me asusta. Tengo mucho miedo. Ahora no puedo hablar, pero el viernes, cuando vuelva a casa hablamos”, le confesó Bocolino a su aterrorizada esposa.
Ese mismo jueves, un día antes de la supuesta llegada del chofer a su hogar, Beatríz iba a recibir el peor llamado de su vida: su marido había aparecido con tiro en la cara.
Poco después se iba a enterar de que habían querido armar una causa judicial diciendo que Hugo, su cónyuge, se había suicidado.
Más de lo mismo
A las muertes que hemos descripto en torno a esta causa se deben sumar los siguientes decesos:
-Carlos Santander: Un asaltante que aseguraba tener filmaciones del accidente. Fue muerto días después en un tiroteo.
-Pedro Martínez: Médico de San Nicolás. Fue asesinado a cuchilladas pocos meses después de la caída del helicóptero. Tenía uno de sus consultorios en la ciudad de Ramallo y fue el primer médico en llegar al lugar del siniestro.
-Rodolfo Cortese: Fue quien le acercó el cassette a Zulema Yoma donde se escuchan los gritos de Carlos Menem Junior antes de impactar contra el maizal. Cortese falleció de manera extraña y fue inmediatamente cremado sin autorización de su familia.
-Oscar Barcelona: jefe de custodia de Carlitos Menem, fue quien abandonó al vástago presidencial 20 kilómetros antes de que cayera a tierra. Apareció "suicidado" justo cuando había empezado a revelar que al hijo de Menem lo habían asesinado.
-Mario Rotundo: Vocero de Zulema Yoma. Fue baleado mientras se dirigía hacia la comisaría 21 de Capital Federal.
El 7 de julio de 1997 a las 22:10 hs Rotundo circulaba por el barrio porteño de Palermo en su camioneta Ford, cuando fue interceptado desde un automóvil por un hombre al que no pudo identificar y que le disparó varios tiros, acertándole uno de ellos en la cabina de su vehículo.
"Desde hace unos días me quitaron la custodia que tenía y desde ese momento estoy siendo perseguido. Hasta vi movimientos raros en la puerta de mi casa", sostuvo en esos días el vocero de Zulema.
Al igual que en otros atentados de este tipo, los agresores se habían dado a la fuga y no serían atrapados jamás.
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Sugestivamente, antes de que falleciera el hijo del ex presidente ya se habían producido un par de muertes extrañas. Una de ellas fue la del ex secretario personal de Zulema Yoma: Antonio Palermo.
Luego de haber conocido a Carlos Menem en 1983 en La Rioja, donde había viajado como dueño de la Compañía de Seguros “Chacabuco”, Palermo puso su empresa al servicio del riojano y se transformó en una suerte de secretario personal de él.
Al tiempo, se iba a transformar en una especie de tutor de Carlitos y Zulemita y, más tarde, en confidente de Zulema, luego de que Antonietti la desalojara de la Quinta de Olivos.
Tan solo dos años después, el 25 de junio de 1992 Palermo iba a ser asesinado de una cuchillada en el estómago en la vereda de su casa en Morón, quince días antes de poder declarar en el juicio de divorcio entre Carlos Menem y Zulema Yoma.
Pocos días antes, la ex primera dama había recibido varias amenazas telefónicas y el estudio de su abogado, Alejandro Vázquez había sido destruido por una bomba.
“Ya está hecho. Está cumplido”, decían las llamadas telefónicas recibidas por la hermana de Antonio Palermo los días posteriores a la muerte de este último.
Amalia Palermo asegura que “con los días me convencí: mi hermano había sido víctima de un crimen político”.
Otra de las extrañas muertes que rodean a los personajes de esta funesta historia es la de Sonia Álvarez, quien trabajaba como secretaria privada de Carlos Menem Junior.
Sonia y el hijo del entonces presidente tuvieron una muy buena relación durante los cinco años que ella trabajó para él. Ella era la persona en la que Carlitos más confiaba: era su confidente y mano derecha.
En el año 1994, Sonia se mató en un accidente automovilístico mientras transportaba una camioneta 4x4 hacia Villa Carlos Paz, donde Junior participaba del Rally de la República Argentina.
“Carlitos me vino a ver y estaba destruido. ‘Me mataron a la Sonia’ me dijo llorando”, confiesa años más tarde Lourdes Di Natale, la ex secretaria de Emir Yoma.
Mucho tiempo después, en 1997, la policía desactivaría un artefacto explosivo en la casa de veraneo del copiloto del corredor de autos Juan María Traverso, Rubén Valentini.
Entre 1986 y 1987, Valentini había sido copiloto del ex presidente Menem y dirigió posteriormente el equipo de Junior. "La bomba, según los peritajes, no fue para intimidar sino para matar", explicaría luego el comisario Amadeo D'Angelo.
Las coincidencias se acumulaban. Traverso estaba por convertirse en el consuegro del senador Eduardo Menem y el auspiciante principal de su coche de carreras era OCA, empresa atribuida al extinto Alfredo Yabrán.
Colofón
¿Podría tratarse todo lo aquí descripto de una mera coincidencia? Es imposible, es algo que viola toda ley de probabilidades.
No obstante, será el juez Villafuerte Ruzzo quien tiene ahora la última palabra. No solo escuchará a Carlos Menem, sino que ha decidido cotejar fotografías de aquel 15 de marzo de 1995 a efectos de rastrear cualquier vestigio de disparos en el fuselaje del helicóptero.
Quizás sea la última chance de echar algo de luz a un caso que parece destinado a quedar en el olvido. O no.