Existe infinidad de definiciones sobre lo que es el periodismo. Se trata de un oficio de difícil encuadre pero que encuentra su axioma en el estatuto del periodista, la 12.908. “Se consideran periodistas profesionales, a los fines de la presente ley, las personas que realicen en forma regular, mediante retribución pecuniaria, las tareas que les son propias en publicaciones diarios, o periódicos, y agencias noticiosas”, dice la norma.
No es incorrecta la definición, aunque sí limitada. El trabajo del hombre de prensa es mucho más abarcativo. No obstante, debe tenerse en cuenta que se trata de una ley que fue sancionada en el año 1946, cuando no existía aún la televisión, mucho menos internet, los blogs y las redes sociales.
Tal vez por ello, la definición que más me gusta es la de Bill Kovach, editor de The New York Times: “El periodismo es la primera versión de la historia”. Es una enunciación breve, concisa y más inclusiva que lo que proclama el vetusto y anacrónico estatuto del periodista.
Más allá de una u otra definición, lo importante es el trabajo que ejerce la prensa en sí; especialmente en momentos en los que la credibilidad de puntuales instituciones, otrora prestigiosas, ha caído vertiginosamente.
El periodista es visto como una suerte de fiscal del republicanismo; un incisivo observador de la incorrección política; un “cirujano” de la actividad pública y privada.
En ese contexto, la sociedad en general y los gobiernos en particular, suelen pedir a los periodistas que presenten pruebas concluyentes sobre las cosas que publican, como si los hombres de prensa fuéramos jueces o fiscales; como si pudiéramos condenar o encarcelar a quienes investigamos.
Los periodistas no hacemos eso, solo somos un medio —de ahí viene aquello de “medios de comunicación”— entre la realidad y la gente. Contamos lo que sabemos que fue debidamente chequeado a través de “fuentes independientes”.
Hay diferentes géneros periodísticos, relacionados —como su nombre lo dice— a los géneros discursivos: tiene que ver con lo que se dice, quién lo dice y cómo lo dice.
Entrevista, entretenimiento, reportaje, crónica, editorial, son algunos de los géneros más conocidos. Hay muchos otros, especialmente uno al que pocos prestan atención: la investigación.
Importante es mencionar que aquellos que hacemos periodismo de investigación tenemos una responsabilidad mucho mayor que quienes se dedican a cualquiera de los otros géneros.
Allí, lo que se denuncia es aquello que quiere permanecer oculto, en las sombras. Y tiene tópicos totalmente diferentes sobre los cuales —y con los que— se trabaja. El periodismo de investigación:
1-No es esclavo de la urgencia de lo cotidiano: una buena investigación periodística, a diferencia de la crónica urgente, puede demorar meses y hasta años.
2-Utiliza métodos de trabajo más rigurosos que el periodismo tradicional: fuentes de primer nivel, documentos confidenciales, etc.
3-Produce la prueba: el resultado de la investigación periodística suele generar evidencia adicional a la ya existente y permite colaborar con la Justicia.
Esto último pone al hombre de prensa en una situación de mayor responsabilidad, ya que su trabajo ya no solo se limita a informar, sino que tiene la obligación de aportar la prueba recabada a través de su trabajo profesional.
Tal vez esto último explique por qué cada vez hay menos periodistas de investigación. Pocos se atreven a meter sus narices más allá de lo que dicen los manuales. Es algo engorroso y, en muchos casos, riesgoso.
Encima, todo ello por poco dinero y con el riesgo de ser pasible de querellas penales por parte de aquellos que se sienten afectados. Lo dice uno de los periodistas más enjuiciados de la Argentina (por suerte, nunca perdí una sola querella criminal).
Hay quienes, como el gran maestro Gabriel García Márquez, aseguran que todo género periodístico debería ser investigativo por naturaleza. Es algo imposible, sobre todo para aquellos que cubren la coyuntura a diario.
Como sea, en momentos donde la corrupción recrudece a niveles pocas veces visto, hacen falta más que nunca colegas que se dediquen a la investigación periodística.
Lamentablemente, ello no ocurrirá: los medios se achican más y más en estos días y el único periodismo que se observa a mediano plazo es el “multitarea”. Todo parece indicar que morirán a futuro los géneros periodísticos y la contratación de especialistas de tópicos específicos será algo del pasado.
Cada vez parece más lejana la definición de Horacio Verbitsky acerca del trabajo de la prensa: "Periodismo es difundir aquello que alguien no quiere que se sepa, el resto es propaganda. Su función es poner a la vista lo que está oculto, dar testimonio y, por lo tanto, molestar. Tiene fuentes, pero no amigos. Lo que los periodistas pueden ejercer, y a través de ellos la sociedad, es el mero derecho al pataleo, lo más equitativa y documentadamente posible. Criticar todo y a todos. Echar sal en la herida y guijarros en el zapato. Ver y decir el lado malo de cada cosa, que del lado bueno se encarga la oficina de prensa, de la neutralidad los suizos, del justo medio los filósofos y de la justicia los jueces”.
¿Qué más se puede agregar?