No hay vuelta atrás, Cristina Kirchner es una muerta política. Luego de la revelación de las escuchas telefónicas en las que putea a propios y ajenos y admite la feroz presión a la justicia, ya no hay manera de que pueda volver a la arena política.
Coqueteaba la expresidenta, ponía sal a la discusión sobre las legislativas de este año. Incluso dejó trascender una encuesta que supuestamente la posicionaba en buen lugar. Eso ya no podrá ser.
¿Cómo se vuelve de un hecho tan bochornoso, que dejó al descubierto lo que todos ya sospechaban respecto de su sistema de manipulación de jueces argentinos?
No fue ninguna novedad, era un secreto a voces. Incluso se conocían los mediadores y los métodos. Entre los “gestores”, aparecen Javier Fernández y Franco Picardi, Ernesto Kreplak y Martín Mena. Todos ellos caminantes asiduos e incansables de Comodoro Py.
¿La metodología? La ya conocida: los “carpetazos” y los sobres “bajo mesa”, provenientes de la exSIDE. Ello explica que ningún funcionario K de relevancia haya tenido problemas judiciales durante los años del kirchnerismo.
Amantes, gastos, cuestiones privadísimas… todo ello supo formar parte de los documentos que el gobierno de Cristina —y antes el de Néstor— hacía llegar a los magistrados díscolos. Todos ellos terminaban cediendo.
Cuando había algún tipo de resistencia, la cosa iba aún más allá: bien lo puede contar Norberto Oyarbide, a quien le hicieron llegar en 2010 un video filmado en los bosques de Palermo donde aparece en una situación indecorosamente sexual con uno de sus custodios.
No es una práctica nueva: en los 90, los espías vernáculos sabían instalar cámaras en los hoteles de alojamiento de la zona de Retiro —especialmente en la calle Tres Sargentos—, donde solían concurrir jueces y legisladores, y los filmaban de manera subrepticia. Luego usaban ese material para conseguir favores de diversa índole.
El hombre detrás del “milagro” fue siempre el mismo: Horacio “Antonio” Stiuso, quien ahora aparece como el gran enemigo del kirchnerismo, pero que supo hacer bien los deberes que le pedían Néstor y Cristina.
A cambio, el otrora oficialismo le permitió llevar adelante sus oscuros negocios, vinculados al contrabando y el tráfico de drogas, manejados siempre por su adláter Alejandro Patrizio. Incluso le permitieron “colocar” jueces y fiscales a piaccere.
Dos ejemplos que sorprenderán a los lectores: Sandra Arroyo Salgado, a quien colocó como jueza Federal de San Isidro y Alberto Nisman a quien coronó como fiscal especial del caso AMIA.
Dicen que en la vida nada es casual. Ya mismo puede verse que no.