El audio no dice gran cosa, es la voz de una expresidenta de la Nación insultando a su exsubordinado. “Pelotudo”, le dice un par de veces a Oscar Parrilli, quien supo comandar el mismo organismo que terminó espiándolo.
Es chocante y demuestra que Cristina Kirchner es una maleducada —vaya novedad—, pero no mucho más. Todo lo demás fue una insólita deformación que refrendaron puntuales medios de comunicación.
¿Acaso admite la exmandataria que armó “carpetazos”? Para nada, todo lo contrario. Se pregunta retóricamente: “¿A quién le armamos carpetazos nosotros?". Y Parrilli le responde: “No, a nadie, si las armaba él… él es responsable de esas carpetas”, asegura respecto de la figura del exespía Antonio Stiuso.
Tampoco reconoce Cristina haber armado causas judiciales. Todo se trató de lo que se conoce en psicología como un lapsus linguae, o coloquialmente como un fallido: “Empezá a buscar todas las causas que le armamos, no que le armamos, que le denunciamos…”, asevera Cristina.
Para que no queden dudas, agrega: “Describilas todas, y poné qué juez tiene cada causa”.
Quizás la frase más polémica haya sido la siguiente: "A este tipo hay que matarlo. ¡Pero es un caradura!". No obstante, queda claro que se trata de algo figurado, de la catarsis de Cristina por el enojo que le produjo la situación.
En ese contexto... ¿Qué es lo raro de todo lo antedicho? ¿Por qué los medios lo han magnificado hasta el hartazgo? Ciertamente, no hay nada de nada que incrimine a nadie. A quien crea lo contrario, lo invito a volver a repasar la conversación de marras.
Aclaraciones aparte
Es bien cierto que los Kirchner han armado carpetazos a políticos, empresarios y opositores críticos —he sido víctima de insoportables informes en 678, Duro de Domar y otros medios K— pero ello no surge de la escucha revelada en las últimas horas.
También es real que Néstor y Cristina impulsaron expedientes judiciales que buscaron lesionar a sus enemigos, pero no parece ser este el caso.
En periodismo suele buscarse el rastro de ciertas “filtraciones” a través de una sencilla ecuación: a quién/es beneficia y a quién/es perjudica.
En ese contexto, está claro que la escucha beneficia a Antonio Stiuso —en momentos en los que “casualmente” asegura que el kirchnerismo quiso asesinarlo— y perjudica a Cristina. Ergo, no hace falta adivinar quién filtró el audio.
Es pertinente mencionar a esta altura que no se trata de una trama de buenos y malos, solo de malos. Desde el año 2003 hasta 2013, Stiuso supo pinchar teléfonos y hackear correos electrónicos de aquellos que fastidiaban a Néstor y Cristina... por orden de estos.
Después del distanciamiento entre el exespía y la otrora presidenta que provocó el giro de la causa AMIA —por intereses foráneos más que locales— nació la rivalidad que persiste hasta hoy y que llega a niveles increíbles.
Sin embargo, no debe perderse de vista siquiera por un momento que nadie es inocente, ni Stiuso ni Cristina. Los dos hicieron desastres y ahora se muestran como victimarios, cada uno a su manera.
El otrora capitoste de la AFI tuvo más fortuna que la exjefa de Estado, ya que los medios lo han transformando en una suerte de prócer. Paradojas aparte, muchos de los colegas que lo llevaron a ese estrato han sido “carpeteados” por Stiuso.
Dos datos finales: primero, la escucha fue realizada en julio de 2016 en el marco de una causa que lleva el juez Ariel Lijo en la que se investiga a Parrilli por encubrir al narco Ibar Pérez Corradi.
Segundo: está claro que Cristina sabe todo el tiempo que la están grabando. Otra vez: quien no lo crea vuelva a escuchar su conversación con el “pelotudo”.