En noviembre de 2001, una encuesta de Jorge Giacobbe y Asociados sorprendió a propios y ajenos al reflejar que la imagen negativa de Carlos Menem había escalado a más del 70%. Dos años antes, como se sabe, había culminado su mandato al frente del gobierno nacional.
A fines del año pasado, una medición similar dio el mismo resultado respecto de la figura de Cristina Kirchner: cerca del 70% de los encuestados la valoró negativamente.
No es la única coincidencia: al igual que Menem, la exmandataria dejó su cargo hace poco menos de dos años.
¿Significa esto que Cristina terminará como el otrora presidente riojano? Podría ser que sí, pero también podría ser que no. Es historia contrafáctica.
Lo que está claro es que uno y otro terminaron devorados por los escándalos de corrupción que empaparon a sus propios gobiernos, potenciados por las inequidades de la economía vernácula que, dicho sea de paso, siempre suelen despertar los malhumores sociales.
De hecho, los desaguisados que salpicaron a sendas administraciones fueron, de alguna manera, similares. A saber.
-Manejo de los jueces: en 1996, el entonces ministro de Economía Domingo Cavallo narró que el exministro del Interior Carlos Corach anotó en una servilleta el nombre de los jueces federales que él, junto al ministro de Justicia Elías Jassan, controlaba. Cristina, junto a su marido, avanzó en el mismo sentido y disciplinó a la justicia Federal. De otra manera, pero lo logró.
-Ingreso de mafias foráneas: el menemismo permitió el avance de mafiosos sirios en el país, con Monzer Al-Kassar a la cabeza. Los K hicieron lo propio respecto de malvivientes venezolanos e iraníes.
-Coimas y negociados: el menemato abundó en escándalos referidos a esos tópicos, uno de ellos el “Swiftgate”, que explotó durante el verano de 1990-1991 cuando el otrora embajador norteamericano Terence Todman envió una nota al gobierno argentino denunciando un pedido de coima a la empresa Swift para agilizar trámites de radicación de capital. El kirchnerismo ostentó las mismas acusaciones en torno a la obra pública y los negocios con Venezuela.
-Narcotráfico y lavado de dinero: a través del denominado “Yomagate” se descubrió que fuertes sumas de dinero proveniente del narcotráfico eran transportadas desde Estados Unidos para ser blanqueadas en Argentina con la participación de altos funcionarios del gobierno menemista. El kirchnersimo enfrentó las mismas acusaciones luego de conocido el triple crimen de General Rodríguez, donde aparecieron carteles mexicanos de droga en el país intentando blanquear millones.
-Escándalos del PAMI: entre otras cosas, se probó que el directorio de la obra social de los jubilados otorgaba préstamos de dinero a terceros ajenos al organismo, en lugar de depositarlos en los bancos oficiales para obtener intereses y lograr una mayor rentabilidad de los fondos del organismo. Durante la era K quedó probado que el organismo era objeto de una apropiación ilegal de los fondos de la tercera edad por parte de organizaciones sindicales y políticas.
Hay muchas otras coincidencias, pero no vienen al caso. Lo relevante es, como se dijo, la similitud con la que se derrumbaron las imágenes de Menem y Cristina. Por circunstancias también similares.
En tal sentido, hace 17 años la pésima imagen del expresidente riojano —y los deseos de que nunca regresara al poder— ayudó a sostener al alicaído gobierno de De la Rúa. No por mucho, como se pudo comprobar a fines de 2001.
Hoy en día, sucede algo similar con el macrismo, cuyo apoyo más fuerte por parte de la ciudadanía surge del temor al regreso del kirchnerismo. Sin embargo, ¿cuánto puede durar esta situación? ¿Cuánto más puede ser apoyado Macri solo por el terror a Cristina y su séquito?
Los números aún no ayudan al gobierno y la paciencia empieza a agotarse, claramente lo muestran las últimas encuestas.
Por caso, según una medición de la empresa Management & Fit que publicó diario La Nación esta semana, el 43,9 por ciento de los encuestados desaprueba la gestión de Macri.
Ergo, si el jefe de Estado llega a octubre con esos porcentajes, las legislativas serán un duro revés a su gestión.
Ello a menos que obre el milagro y logre lo mismo que ocurrió con Menem en 2001: meter presa a Cristina. Eso sí, antes de octubre.