La postal parecía imposible hace apenas unos años: Cristina Kirchner “encerrada” junto a su cuñada Alicia Kirchner en plena Santa Cruz, otrora terruño todopoderoso K.
Por unas horas, ambas temieron lo peor luego de que una horda de manifestantes intentara ingresar a la vivienda de la hoy gobernadora santacruceña.
Para frenar la furia, debieron recurrir a la represión más cruda. Incluso más dura que aquella que suelen endilgarle al macrismo.
Fue toda una postal de lo que, por suerte, no llegó a ser la Argentina. Una provincia a la que se le dedicaron más recursos que a ninguna otra y que, aún así, estalló en mil pedazos.
No hay nada que no haya recibido Santa Cruz en los últimos años. Hubo partidas especiales, aportes del Tesoro y otras contribuciones. Pero la corrupción pudo más.
Ciertamente, decir que el país hubiera terminado de la misma manera en caso de seguir los Kirchner en el poder, es historia contrafáctica. Sin embargo, es lo más probable.
Santa Cruz fue gobernada durante tres períodos por Néstor, desde 1991 hasta 2003. Luego le siguieron puntuales gobiernos K. No obstante ello, todo se derrumbó.
¿Cómo podía haber existido otro final si todo se ha robado en esa provincia? Se han saqueado recursos, se depredó como nunca antes e incluso se birlaron mil millones de dólares de fondos públicos que el menemismo le regaló a Néstor en 1993.
En ese contexto, ¿había chance para otro final? Todo indica que no. Era imposible que Santa Cruz no explotara económicamente y, por carácter transitivo, a nivel social.
Al igual que el menemismo, el kirchnerismo terminó implosionando por sus propios errores. La corrupción que se descubrió en los últimos meses —que se suma a la que ya se conocía— terminó de erosionar la figura de Cristina, que soñaba con presentarse en octubre en las elecciones legislativas.
Hoy su imagen no deja de caer, llegando a niveles increíbles de rechazo popular. Por caso, una encuesta de fines de 2016 reflejó que es rechazada por más del 70% de los argentinos, cifra similar a la que ostentaba Menem en noviembre de 2001, casi dos años después de haber culminado su mandato. En ambos casos, la encuesta fue realizada por Jorge Giacobbe y Asociados.
Con esos números, es imposible que Cristina pueda volver al ruedo de la política, tal cual deseaba, no por una cuestión cívica, sino más bien para tener fueros y zafar de los problemas judiciales que se le avecinan.
Es claro, tan claro como reza aquel clásico de Vox Dei: “Todo concluye al fin, nada puede escapar”.