Ayer nomás, el juez federal de San Nicolás, Carlos Villafuerte Ruzo, ordenó la exhumación de los restos de Carlos Menem junior, hijo del ex presidente Carlos Menem, fallecido en marzo de 1995 cuando piloteaba un helicóptero, cerca de la localidad bonaerense de Ramallo.
La decisión se tomó luego de un fallo de la Corte Interamericana, tras un planteo de Zulema Yoma, quien denunció que se manipularon los restos para entorpecer la investigación sobre las causas de su muerte ocurrida el 15 de marzo de 1995.
¿Es así? ¿Pudieron haber cambiado el cuerpo de Menem Junior? ¿Para qué?
La historia la conté con lujo de detalles en mi libro “Maten al hijo del Presidente”, editado por Galerna en 1999. Es imperdible.
Una autopsia dudosa
El operativo para realizar la autopsia de Carlitos había comenzado a las 4 de la mañana del 12 de julio de 1996, en el Cementerio Islámico de San Justo.
El hecho de que el cuerpo fuera exhumado dentro de una carpa de 10 metros por 20, provocó el enojo de Zulema Yoma quien no había concurrido al acto, excusándose en el hecho de que el cadáver no había sido desenterrado a cielo abierto, lo cual, explicó, iba en contra de su religión.
El trayecto, que iba del Cementerio Islámico de San Justo a la Morgue Judicial ubicada en Viamonte y Junín, había sido cubierto por una caravana que incluía cerca de 30 vehículos entre ambulancias móviles, policiales y la camioneta blanca que transportaba al féretro.
Desde el aire el control era llevado a cabo por un helicóptero de la Policía Federal.
La necropsia fue presidida por los jueces federales Jorge Rodríguez de Morón, Gabriel Cavallo de Capital y Carlos Villafuerte Ruso, el cuerpo médico forense y los peritos designados por las partes.
Durante cuatro horas, los médicos, jueces y representantes de las partes iban a permanecer en el edificio de la Morgue Judicial, mientras afuera una gran cantidad de policías se iba a abocar a mantener prohibida la entrada, cortando el tránsito cada vez que entrara o saliera algún vehículo del establecimiento.
Fueron en total unos 200 efectivos quienes estuvieron afectados al operativo. Había participado tanto la Policía Federal como la de la provincia de Buenos Aires a través de personal de Infantería Caballería del Grupo Halcón y hasta de la Brigada de Explosivos.
En la morgue Judicial hubo cerca de veinte personas: por un lado doce expertos en traumatología, neurología y cirugía torácica, pertenecientes a la Academia Nacional de Médicos de la Asociación Nacional de Medicina y de la Facultad de Medicina de la UBA que supervisaban las acciones.
Por otro lado, se encontraban presentes el médico personal de Menem, Alejandro Tfeli y su entonces abogado, Ricardo Klass; el abogado de Zulema, Alejandro Vázquez –que había sido el primero en llegar-; los peritos propuestos por ambas partes y los peritos oficiales.
El peritaje terminó mostrando varias sorpresas:
-El estado del féretro era lamentable: desprendimiento de madera exterior y manijas; destrucción de la cerradura existente en la parte posterior y de las grampas de encastre que originaron la imposibilidad de que la tapa fuera colocada, teniendo que ser asegurada con una soga; la destrucción de todos los clavos existentes en la base del mismo que estuvo por causar que el féretro desfondara y lo cual fue justificado por “posible acción de ácido o agua”.
-Entre la tapa de madera del cajón y la caja metálica del mismo se halló tierra colorada, inexistente tanto en la zona donde se produjo la caída del helicóptero como en la zona donde se encontraba enterrado el féretro. Dicha tierra se encontraría en nuestro país solamente en las provincias del norte, linderas con Brasil o Paraguay.
-No se pudo realizar examen dactiloscópico debido al estado de putrefacción y transformación cadavérica.
-Se constató el desprendimiento de las mandíbulas, en especial la superior, aparte de la ausencia de varios dientes y a pesar de que el primer informe hecho por el médico policial el mismo día en que Carlos Menem Junior perdió la vida, aseguraba que el mismo contaba con todas sus piezas dentarias.
-Se comprobó una intensa y diferenciada esqueletización parcial y de gran intensidad y aceleración en la extremidad cefálica, en el tórax y en ambos miembros superiores, aparte de la inexistencia total de: piel, cabello y uñas.
Por otro lado, se habían tomado veintiséis placas que fueron comparadas con viejas radiografías de Carlitos y se concluyó que todas correspondían a la misma persona. En las que se tomaron después de muerto se constataron fracturas de tórax a la altura de la séptima y la octava costillas, del brazo izquierdo y de ambas piernas. También fracturas múltiples y en trozos pequeños del macizo facial.
En conclusión y según lo asegurado por los peritos intervinientes, la muerte de Carlos Menem Junior se había producido por fracturas óseas múltiples y la causa del traumatismo cráneo encefálico fue un mecanismo de golpe o choque contra objeto duro y de gran intensidad. Las lesiones debidas a la fractura de cráneo y del macizo facial eran capaces de producir sobre los tejidos blandos meningo-encefálicos y vasculares, el consiguiente deterioro neurológico y ocasionar el coma y la muerte.
Zulema se presentó en la morgue recién al mediodía, cuando ya había finalizado la operación y esperaba afuera de la sala acompañada por una mujer del Centro Islámico. En las manos tenía una mortaja blanca para colocarle a su hijo.
Cuando trató de entrar, Tfeli, el médico presidencial, la detuvo y le dijo que eso era imposible, que el cadáver de Carlitos no estaba en condiciones.
Luego de eso y a pesar de sus palabras acerca de la seguridad de que el cadáver examinado era el de Carlitos, al retirarse afirmó que seguía convencida de que su hijo había sido víctima de un atentado: "Insisto con que hubo un sabotaje que se inició en la residencia de Olivos".
La autopsia, de hecho, había despertado múltiples dudas en ella. Por ejemplo, se preguntaba cómo podía explicarse el deterioro que mostraba el féretro, que no se correspondía con el tiempo transcurrido desde que se había enterrado el cuerpo de su hijo.
La ex primera dama asegura que el cajón mortuorio de Carlitos “no se encontró en contacto con agua tierra o humedad”, agregando que las tumbas en el cementerio Islámico de San Justo “se construyen bajo tierra, en pozos recubiertos de material y, por ser múltiples, cada nicho es sellado mediante tapas de hormigón (...) La ubicación que tenía (Junior) dentro del sepulcro múltiple era totalmente aislada por capas de hormigón”.
Por otro lado, los peritos de parte de Zulema llamaron la atención sobre algunos puntos del peritaje y solicitaron las respuestas a los forenses oficiales y peritos por parte de Menem. A saber:
-Composición de la tierra hallada entre la tapa de madera del féretro y la metálica y origen de su procedencia.
-Razones de la putrefacción avanzada del cadáver.
-Explicación sobre la falta de seis dientes, ya que en el examen realizado el día del fallecimiento por el médico policial, Nicolás Rovera no se declaran piezas faltantes.
Los peritos odontológicos habían manifestado, el 13 de diciembre de 1996, su punto de vista sobre este punto. La Dra. Beatríz Maresca junto a los dentistas Carlos Cecchi, Inés Cecchi y Susana Pezze afirmaron que “durante la confección de la ficha odontológica de la exhumación se destacó la falta del sector dentario y óseo antero-superior (...) No existe una razón científica o específica para justificar la falta en ese momento de dicho sector”.
No olvidemos que es la dentadura justamente –aparte del ADN- la que permite identificar la identidad del cráneo de una persona.
Carlos Cechi, además, le confesó a Zulema que los peritos que habían firmado el informe pericial, lo habían hecho sin siquiera leerlo. Le aseguró que se había formado una larga cola para estampar las firmas y que cuando llegó su turno los empezaron a apurar, debiendo firmar sin poder leer nada.
-Determinar si el cráneo se correspondía con el resto de los huesos del cadáver ya que en el informe cadavérico y las radiografías obtenidas en el Hospital San Felipe no se mencionaban las fracturas citadas en la autopsia.
-Posibilidad de supervivencia en función de las fracturas del cráneo halladas el día de la autopsia, no detectadas antes, y determinación de contemporaneidad de todas las fracturas.
Una vez finalizada la necropsia la caravana regresó al cementerio. El cuerpo de Carlitos había estado solo seis horas fuera de la sepultura. Era la una de la tarde y el Juez Cavallo había decidido encintar el ataúd.
Según Alfredo Péculo dueño de la cochería encargada del servicio fúnebre, Carlitos fue sepultado en una bóveda nueva al lado de la que estaba anteriormente, junto a su abuela Chaha Gazal, madre de Zulema Yoma.
El muerto que habla
A pesar de que eran fuentes judiciales las que explicaban que el Juez Villafuerte Ruzo no había pedido ningún elemento en particular a los profesionales que realizaban la autopsia, el magistrado aseguró que él mismo había pedido que la misma sea detallada y minuciosa.
Cuando finalmente se dejaron ver los resultados del informe médico-pericial de la necropsia, el perito traumatólogo Alberto Mejía, mostró importantes desavenencias (fojas 3728 a 3736).
No sólo puso en tela de juicio la causa de la muerte (contrariando lo dicho en la primera autopsia), sino que, en su conclusión del punto 5 (foja 3729), respecto de la desaparición de piezas dentarias y huesos, hizo que otros peritos modificaran sus conclusiones.
En el punto 10 de la autopsia número 1439/96 (Conclusiones, foja 3509) se expresa: "La muerte de Carlos Menem (hijo) fue producida por: fracturas óseas múltiples de cráneo macizo facialtorax-miembro superior izquierdo y miembros inferiores", mientras que el doctor Mejía expresó, entre otras consideraciones, que "es poco probable que el fallecimiento se haya producido como consecuencia de fracturas del cráneo que ‘NO EXISTIERON’". (así, en mayúscula y encomillado, figura en el escrito).
De la comparación entre las placas tomadas el día de la caída del helicóptero y durante la autopsia con radiografías tomadas en 1991, Mejía dedujo que “el hueso frontal se presenta sano, no está fracturado en ninguna de las placas pre y post mortem” y que, por lo tanto “no hubo hundimiento del hueso frontal” como se afirmó en la historia clínica, el examen post mortem inmediato y la autopsia. También afirmó que los huesos temporales, parietales y del occipital estaban sanos, sin señales de fracturas.
“No existió una alteración estructural del cráneo que justifique un daño grave de la masa encefálica”.
En cambio, aseguró que Carlos Menem Junior “sufrió una disrupción facial, fractura conminuta del maxilar superior e inferior, asociada con un desprendimiento de todo el conjunto de la base del cráneo y con despegamiento de la bóveda palatina y orofaringe de la base del cráneo hasta la columna cervical y, probablemente, más abajo. Esto produce un extenso hematoma que provoca la obstrucción inmediata de las vías aéreas superiores, lo que trae como consecuencia un severo trastorno respiratorio, con dificultad progresiva de la oxigenación, hasta llegar a la anoxia y daño cerebral consecutivo.
A esto se agrega generalmente la aspiración de sangre a los pulmones, lo que complica y agrava el cuadro. En estos pacientes, la causa más frecuente de riesgo de vida no son las lesiones del cráneo sino la obstrucción de la vía aérea y, por lo tanto, mueren por asfixia”.
Frente a la posibilidad de que Carlitos pudiera sobrevivir, Mejía aseveró que “si le hubiesen efectuado de inmediato una traqueotomía, Carlitos se hubiera salvado. Una hora de anoxia grave produce daños cerebrales irreversibles, causa de muerte por coma”.
Estas disidencias presentadas por Alberto Mejía motivaron que otros peritos modificaran sus posturas originales y que la Cámara Nacional de Casación Penal dispusiera que el jueves 18 de septiembre de 1997 se realice una junta médica en la sede del Cuerpo Médico Forense de la Justicia Nacional (situada en el Palacio de Tribunales), con el fin de resolver las discrepancias que existían acerca de las causas de la muerte de Junior.
Aparte de la junta propuesta, en la que iban a estar presentes los responsables de la necropsia, el Dr. Mejía y tres titulares de cátedra de la UBA, se dispuso que expertos en terapia intensiva del Cuerpo Médico Forense determinaran si la atención brindada al hijo del Presidente en el Hospital San Felipe, de San Nicolás, había respondido a las prácticas médicas habituales para el tipo de lesiones sufridas, si era posible realizar su traslado a un centro médico de mayor complejidad y si con el uso de equipos de tecnología superior hubiese logrado sobrevivir.
No importaba demasiado la respuesta a esas dudas. Zulema Yoma ya estaba casi segura de que el cuerpo examinado no pertenecía a su hijo. Y hasta llegó a especular con que las partes estudiadas podrían pertenecer a varios cadáveres diferentes.
(…)
Zulema Yoma recordaba que el 13 de julio de 1996, el día después a que se practicara la autopsia, Alejandro Vázquez, su abogado, había ido a verla para contarle que uno de los peritos designados por la Academia Nacional de Medicina, Osvaldo Fustinioni, en medio de un abrazo le había confesado que el cráneo de Carlitos había quedado en la morgue, separado del cadáver que se había inhumado, una versión que nadie quiso confirmar posteriormente aparte del nombrado.
Ante tal confesión, Zulema se dirigió a la morgue judicial en persona, frente a lo cual desaparecieron todos. Sabia que sin la autorización de Carlos Corach, nadie iba a atenderla.
Fue entonces que pidió un teléfono y llamó al entonces ministro. Luego de algunas horas, con el visto bueno de Corach, los empleados empezaron a aparecer y le confirmaron que efectivamente allí había un cráneo.
La autopsia de Silvio Oltra había sido solicitada por la fiscal Amalia Sívori y finalmente se había decidido que fuera realizada el 4 de septiembre de 1997 en la Morgue Judicial porteña.
Sívori, que había podido lograr que el juez Villafuerte Ruzo ordenara la medida, tenía la fuerte sospecha de que la muerte de Carlitos y Oltra era producto de un atentado.
En coincidencia con las dudas de Zulema Yoma, la fiscal pensaba que el cuerpo del corredor podía llegar a presentar algún tipo de evidencia de proyectiles, basándose en un informe hecho por un radiólogo, que expresaba que Oltra tenía tres restos metálicos en la cara compatibles con esquirlas.
El pedido de la autopsia era, justamente, para determinar si esas esquirlas correspondían a proyectiles de armas de fuego.
Sin embargo, cuando se comenzó a efectuar el estudio, el cuerpo de Oltra fue llevado a una sala próxima al lugar, a solas con el radiólogo durante 42 minutos, según consta en la filmación hecha pertinentemente y no se sabe a ciencia cierta que pasó con los restos durante ese tiempo.
Por otro lado, se había revocado el permiso de entrada del perito balístico de parte de Zulema, Roberto Locles, a pesar de que había sido autorizado con anterioridad.
Cuando por fin se dictaminó que las esquirlas eran realmente restos de amalgamas, muchos se preguntaron si no se habrían cambiado unas por otras durante la ausencia del cuerpo de Oltra.
Y es que se hacía difícil pensar que de los dientes se hubiera desprendido un pedazo (o varios) de amalgama, para luego aparecer en la cara del fallecido piloto.