Cuando se analiza el expediente que investiga la evaporación de Marita Verón lo que abundan son contradicciones y testimonios carentes de lógica.
Eso queda remarcado en el fallo que emitió la Justicia en el año 2012, donde se puntualiza sobre aquellos que aseguran haber visto a la hija de Susana Trimarco en diferentes prostíbulos, especialmente de La Rioja.
No solo se contradicen las descripciones de esas mujeres —mientras una jura que la vio en La Rioja otra asegura haberla observado en el mismo momento en Tucumán—, sino que además todos los allanamientos que se hicieron a esos lugares dieron totalmente negativos. Nunca pudo determinarse —y esto lo aclara el mismo fallo— que Marita hubiera estado en ninguno de esos sitios.
Luego, sorprenden las declaraciones hechas por la propia Trimarco en el expediente de marras, conteniendo severas contradicciones respecto a sus declaraciones públicas. A diferencia de la locuacidad y seguridad que muestra en TV al hablar de la desaparición de su hija, en el expediente judicial la mujer abunda con una única respuesta ante la pregunta de los investigadores judiciales: “No recuerdo”. Más de la mitad de sus contestaciones, hay que decirlo, carecen de precisiones.
Incluso cuando los investigadores le preguntan si puede identificar a alguna persona que hubiera visto a Marita en La Rioja, Trimarco dice: “Muchas personas, concretamente”. Sin embargo, cuando le piden que puntualice, la mujer advierte: “No recuerdo”. No hace falta mencionar que por televisión la mujer ha señalado todo lo contrario.
Como se dijo, el expediente abunda en contradicciones entre el discurso público y privado de la madre de Verón y aparecen revelaciones incómodas de todo tipo. A saber:
Nunca Trimarco pidió que citaran a Tomás Rojas, el médico que atendió a Marita el 2 de abril de 2002, siendo la última persona que la vio antes de desaparecer. La mujer admitió en el expediente que no lo conocía.
No consta en toda la causa que Verón tuviera que regresar el día 3 de abril para obtener turno para hacerse estudio alguno, como asegura su madre. “Esto lo se por comentarios que me hizo mi hija”, asegura Trimarco.
(…) A fojas 68, reconoció haber recibido al menos una llamada telefónica por parte de su hija Marita desde Río Gallegos luego de desaparecida. “Recibí la llamada, pasó un tiempo y me llamó mi hijo”, reconoció.
Según los investigadores —sobre la base de un informe de la compañía telefónica—, las comunicaciones fueron tres, se dieron en septiembre de 2002, y provinieron del teléfono de la novia de su hermano Horacio Verón. Así lo relató la propia Trimarco en el expediente a fojas 249:
“Que el día 11 de septiembre del corriente año (2002), que es la fecha en que recibió la llamada de su hija, también recibió llamados de su hijo Daniel. Él me dijo que llamó dos veces al mediodía y que no se pudo comunicar (...) Que ese día mi hijo me dijo qué pasaba que no podía comunicarse y yo le expliqué que había recibido una llamada de Marita y le comenté cómo había sido (...) Ella me llamó como hacía siempre en el saludo, nada más que con la voz apagada y dijo ‘hola mamá’”.
Trimarco reconoce que el llamado fue efectuado al celular de su marido: “Preguntada dice que el celular 15 589 4169 lo tiene su esposo desde diciembre de 2001, siempre su hija se comunicaba a ese celular ‘ya que no tenemos línea de teléfono fija’”.
Por si quedan dudas, a fojas 99 María del Valle Tapia, empleada doméstica de Trimarco admitió haberla escuchado hablar con su hija luego de haberse evaporado.
También lo confirmó David Catalán, pareja de Marita: “Tenía entendido que había habido una llamada, que era Marita que había hablado, en el entorno familiar me dijeron”.
El policía Roberto Oscar Villacorta también lo confirmó en mayo 2012: “¿Recibió alguna información de que en alguna oportunidad Marita se comunicó telefónicamente con Trimarco?”, le preguntaron. Y respondió: “Cuando me hice cargo figuraba una llamada de Río Gallegos”.
Incluso el testigo Julio Rubén Díaz reveló el 10 de julio 2012 algo sorprendente: “El Sr. Verón (esposo de Trimarco) en abril o mayo del 2002 me dijo que necesitaba se le recibiera la declaración a su hermano (de Marita), que estaba en la provincia de Santa Cruz, para que aportara datos que pudiera tener sobre la posible presencia de su hija en aquel lugar”.
Una digresión: una de las testigos, Patricia Soria, luego acusada por Trimarco, aseguró en marzo de 2012, en ese expediente judicial, que Verón le había confiado “que quería irse a Río Gallegos, dos meses antes de la desaparición”.
A su vez, a fojas 102, Alicia del Valle Trimarco, prima de Susana contó que Marita llamó por teléfono a su madre después de haber desaparecido.
“Posterior al llamado, ella sabe dónde está su hija, porque figura en el acta que redacta el comisario Tobar”, admitió ante este periodista el secretario de la fiscalía Ernesto Baaclini.
Y agrega un dato revelador: “En enero de 2003, Trimarco se va todo el mes a Río Gallegos, obviamente se fue a ver a la hija”.
Con incomodidad debió admitirlo Trimarco en sede judicial: “¿En enero de 2003 usted fue a visitar a su hijo a Río Gallegos?”, le preguntaron. Y reconoció: “Si fui, sola. Varias veces fui a Río Gallegos”.
Para Baaclini, luego de ese hecho el expediente iba directo al archivo, pero “al mes se murió la fiscal, Joaquina Vermal, quien me había dicho que ya no le creía a Trimarco y que no ameritaba seguir adelante con la farsa”.
(…) Lo arriba puntualizado es solo una muestra mínima de las contradicciones y curiosidades que expone el expediente ad hoc, donde aparecen como relevantes testimonios de personas que luego se demostraron como “parte interesada”. Algunos de ellos pertenecen a trabajadores de la fundación “María de los Ángeles”... ¿Qué tan confiable puede ser la declaración de alguien que cobra dinero por parte de la propia Trimarco?
Dice textual el fallo a la hora de hablar de las contradicciones: “(Es emblemático) el caso de Fátima Mansilla y Lorena Tisera, que al mismo tiempo estaban en mayo del 2002, con la misma persona que era María de los Ángeles; la primera en Tucumán, la segunda en La Rioja en El Desafío. Otro caso es el de testigos que estando al mismo tiempo juntos, como Verónica Vanesa Bustos y Juana Patricia Costilla o Andrea Romero y Miriam Elizabeth Zelaya, percibiendo las mismas circunstancias: llegaron juntas, dormían juntas, trabajaban juntas en el mismo prostíbulo, y sin embargo sus declaraciones eran diferentes: una afirmaba haber visto la joven de la fotografía que se le exhibía, la otra no daba ninguna seguridad, o bien a una la persona que indica como María de los Ángeles dice que le dio el nombre completo María de los Ángeles Verón —caso Andrea Romero—, y eso no le fue contado a su amiga y compañera Miriam Zelaya, que a su vez manifiesta no haber visto ni conocido nada de lo que relata Andrea”.
Lo antedicho no es “moco de pavo”, ya que se trata de algunos de los testimonios que suele mencionar Trimarco para sustentar la fábula de que su hija fue secuestrada.
El más relevante es el de Fátima Mansilla, eje central de la trama y cuyos detalles son más que endebles. Tal es así, que en el propio expediente, a fojas 2.446, se explica respecto de su testimonio: “No coincidían las oportunidades en que vio a Marita Verón y la oportunidad de la fiesta y la denuncia en la dependencia policial”.
Otros pasajes donde aparecen contradicciones en el testimonio de Mansilla pueden verse a fojas 1.714, 1.715, 1.522, 1.830, 1.522, 1.532, 1.533 y 3.733.
Una salvedad no menor a la hora de entender su funcionalidad a la trama de marras: en el mismo expediente, la joven admitió que fue acompañada a declarar por Susana Trimarco. También reconoció ver con asiduidad a la madre de Marita Verón —“Una o dos veces por semana”, sostuvo textualmente— e incluso recibir beneficios de su parte.
Como sea, estas son solo algunas de las contradicciones de los testimonios en los que intenta basar su discurso Susana Trimarco; hay mucho más.
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