Víctor Santa María no necesita presentación: es el presidente del Partido Justicialista porteño. También es el secretario General del sindicato SUTERH —de porteros y trabajadores de edificios— y dueño de diario Página/12, entre otros medios de comunicación, todos ellos manejados por el siempre sospechado Grupo Octubre.
A través de estos, supo —y sabe— operar en favor del kirchnerismo, dejando de lado los conceptos básicos de “periodismo” e “información”.
A cambio, ha logrado que le “bajaran” millonadas de dinero en pauta oficial. Baste mencionar que, solo entre 2009 y 2015, Cristina Kirchner le “regaló” $ 248,1 millones.
No conforme con ello, Santa María aparece involucrado en puntuales denuncias por lavado de dinero. Una de ellas fue presentada por la mismísima Unidad de Información Financiera (UIF) en 2017 ante el juzgado del hoy fallecido Claudio Bonadio.
Allí se revelan “actividades financieras en Suiza” a través de las firmas Alto Trust Ltd. y Vica Trust por cuatro millones de dólares.
El informe de la UIF detalla a lo largo de más de 40 páginas una serie de operaciones inmobiliarias y financieras realizadas por el Suterh donde aparecen repetidamente empresas vinculadas a dos presuntos testaferros de Santa María, Damián Fernando Bila y Andrés Leandro Stangalini.
Este último merece todo un párrafo aparte, ya que suele apretar a los periodistas que se meten en las cuestiones que complican a su jefe. Describí sus maniobras en esta nota titulada “El valijero de Santa María que aprieta al periodismo”, escrita en incorrecta primera persona porque me involucró personalmente.
Volviendo a la cuestión del lavado de dinero, hay otra investigación en ciernes, que reveló en 2018 diario La Nación. Allí se revela que Santa María habría movido US$1,9 millones desde una cuenta en Suiza para que su madre, Prostasia López, una jubilada de 82 años, ingresara en el blanqueo de capitales impulsado por el Gobierno.
En ese contexto, Tribuna de Periodistas revelará por primera vez la pata que le falta a la investigación judicial. También aportará las pruebas de ello a la Justicia.
Se trata la metodología que utiliza Santa María para completar el circuito del blanqueo en la Argentina.
Lo hace a través de una serie de campos ubicados en las localidades bonaerenses de Tres Sargentos y General Rivas, que son parte de una sociedad llamada Los Santos Ángeles Custodios SA (CUIT 30-71159713-8), cuya actividad declarada es la de “cría de ganado bovino, excepto la realizada en cabañas y para la producción de leche”.
Su sede central está ubicada en la calle Billinghurst 445 de la Ciudad de Buenos Aires y administra tres enormes campos: El Mojón, La Gringa y La Cañada.
“Los Santos Ángeles Custodios es la pantalla que utiliza Santa María para enjuagar parte del dinero que maneja”, dijo una de las fuentes consultadas para esta nota. Se trata de una suerte de “arrepentido” que supo ser parte de la maquinaria de esa maniobra y que aportó evidencia al respecto.
A la hora de explicar el por qué del uso de campos para llevar adelante la maniobra, el informante explicó: “Al ser los avalúos fiscales bajos, los compran con poca plata blanca”. No hace falta aclarar qué significa “plata blanca”, ¿o sí?
Por lo que pudo saber este portal, quienes manejan esta “maquinaria” son el padre de Víctor, José Francisco Santa María —quien le “legó” la titularidad del Suterh—, su madrastra Sara y su hermana Catalina.
Pero no es todo: hay tres campos que posee el dueño de Página/12 que están a nombre del ya mencionado Stangalini. Están ubicados en Chacabuco, en las siguientes ubicaciones geográficas.
Y hay más aún: un campo en Warnes, Bragado, llamado La Clavada. Y un local de pesca llamado "Al pique", ubicado en Chacabuco. Aparece a nombre de Damián Bila, primo de Santa María y presunto prestanombre también.
Concluyendo
Ciertamente, no se trata de nada novedoso. El uso de campos para canalizar dinero “non sancto” no es potestad solo del presidente del PJ porteño.
Orlando Vignatti, dueño de diario La Capital de Rosario ostenta en Santa Fe 400 hectáreas que antes eran de Carlos Reutemann y que se suman a otras tantas que posee en Entre Ríos.
Pero esa… es otra historia.