La Justicia se representa con una mujer vendada que sostiene una balanza. La venda, simboliza la imparcialidad, y en Argentina hace mucho que sospechamos que la Justicia ya no tiene venda. Y la balanza representa el equilibrio. El riesgo es que ahora la Justicia quede en el medio de la guerra por coparla, y que los tribunales no sólo queden tuertos, sino que se rompa la balanza.
Desde que asumió el nuevo gobierno, las avanzadas fueron múltiples. Se forzó la jubilación de fiscales, jueces y camaristas para cubrir sus vacantes con la generación siguiente, casi toda ingresada a la justicia en los años K.
Ahora, de buenas a primera, Alberto Fernández impulsa una ampliación de la Corte que no sólo no consideraba necesaria sino a la que se oponía hasta hace poco.
El kirchnerismo también aduce razones formales para desplazar a magistrados concursados pero que fueron reasignados en otro distrito con acuerdo del Consejo de la Magistratura y de la Corte Suprema. Uno de esos jueces, Germán Castelli, que debe fallar en la causa de los cuadernos de las coimas, acaba de considerar que eso es “ilegal”, un “atropello institucional” y un “abuso de funciones”.
Y acusó al presidente del Consejo de la Magistratura, el kirchnerista Alberto Lugones, de atentar contra la independencia judicial y la inamovilidad de los jueces. Ligó esas intenciones al incendio del tribunal en que él se desempeñaba en 2016. La mención se parece demasiado a una acusación.
Por si fuera poco, hubo en el conurbano más de 20 allanamientos para secuestrar pruebas e indagar a funcionarios judiciales, policías y abogados.
La sospecha es que integran nada menos que una banda dedicada a plantarles drogas a supuestos narcos o a personas inocentes, todos de buena situación económica, para después extorsionarlos.
Todo esto sucede en medio de una ola de inseguridad en la que ciudadanos encerrados por la pandemia son violentados en sus casas por delincuentes y criminales descontrolados.
Mientras tanto, el poder político pone en riesgo lo poco que queda de la Justicia, juguetea con la balanza, en medio de una feroz disputa. Una disputa inevitable, porque hay una sospecha firme sobre algo inaceptable: que se busca burlar todo equilibrio y colonizar la Corte Suprema con jueces adictos, para garantizar la impunidad de Cristina Fernández y los suyos.