Debió alertarnos de inmediato las reuniones de Oscar Pagano, el policía que se subió a una torre amenazando con suicidarse, con la vicegobernadora y exintendenta de La Matanza Verónica Magario, con foto incluida y todo.
Desde antes de que Alberto Fernández asumiera, que los voceros de Cristina Fernández -Horacio Verbitsky a la cabeza- alertan contra un posible golpe. Ni un año de (mal) gobierno le dejaron pasar. Hasta la propia tropa piensa que lo va a hacer mal.
El temor por no haber sobrepasado a Mauricio Macri con un alto caudal de votos, o al menos mucho mayor a lo que se esperaba, se ve que dejó una espina molesta.
Primero acusaron de un eventual golpe al campo, previo a la modificación de retenciones (qué lejos se ve ahora) luego a los anticuarentena, a José Luis Espert, después al Ejército y ahora a la Bonaerense. Esa prendió mejor. Sobre todo exhibiendo la postal de cientos de policías insatisfechos y armados rodeando la Residencia de Olivos con el Presidente adentro. Hasta la oposición salió a repudiar la escena por remitir a tiempos que nadie quiere recordar. Y sí, la oposición también se comió la curva.
Pero no fue la foto de Pagano abrazado a Magario, sino el archivo de Cristina pidiéndole públicamente a Alberto que "redistribuya" los recursos de la Ciudad de Buenos Aires. Lo que confirma la hipótesis de que la puesta en escena, si bien es un reclamo digno y real, tenía como único objetivo las arcas de Horacio Rodrígez Larreta. El pedido de la jefa fue en enero, pero Alberto pudo concretar el mandado siete meses después, anunciando que quitaría a la Ciudad un punto de coparticipación, cerca de 35.000 millones de pesos, para transferirlo a la provincia y solucionar el conflicto de pésimos salarios de la Bonaerense.
Sí, Alberto usó el conflicto policial para ejecutar el plan de Cristina de sacarle coparticipación a Larreta. Y si bien el pedido de la Bonaerense es legítimo (aunque algunas fotos de trepadores de torres no cierran), la Policía fue el chivo expiatorio.
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