El acto del 17 de octubre será una suerte de bisagra. Quienes trasuntan el mundo de la política local aseguran que nada será igual luego de ese día. O se termina de unir el pero-kirchnerismo o se termina de fracturar la alianza entre Alberto Fernández y Cristina Kirchner.
Entre los que se encuentran en el primer grupo, aparece el titular del partido Justicialista, José Luis Gioja, quien impulsa la idea de ofrecerle formalmente al hoy presidente de la Nación la titularidad del PJ, con el objetivo de fortalecer la "unidad".
"Todo esto facilitaría la unidad, sin ninguna duda, facilitaría que podamos hacer esa lista única y nosotros no podemos estar divididos de ninguna manera, creo que lo que más vale hoy es la unidad que supimos conseguir todos", enfatizó Gioja al respecto, dejando en evidencia, acaso sin darse cuenta, que el peronismo hoy está dividido.
Como se viene sosteniendo en esta misma columna desde hace algunas semanas, los “albertistas” de pura cepa —a los que se suma Eduardo Duhalde— le vienen pidiendo al jefe de Estado que “rompa” con Cristina. Consideran que la vicepresidenta tracciona hacia abajo la imagen de Alberto, quien arrancó en plena pandemia con una imagen positiva cercana al 80%.
No solo eso: advierten que Cristina impone su propia agenda, que la beneficia solo a ella y a nadie más. Llevando a la radicalización del gobierno a extremos que empiezan a inquietar a la ciudadanía.
Por caso, en las últimas horas se conoció una encuesta de la firma Giacobbe & Asociados que revela el temor de 6 de cada 10 argentinos de que el Poder Ejecutivo intervenga en las cuentas bancarias. En buen romance, temen que imponga un “corralito” al estilo 2001.
Ello, por las medidas que viene impulsando el sector más radicalizado del oficialismo, el vinculado con La Cámpora y el cristinismo. Es una espiral que arrancó con el intento de expropiación de Vicentín y continuó con la quita de un punto de coparticipación a la Ciudad de Buenos Aires.
De más está decir que son medidas con las que venía amagando Cristina desde antes de que Alberto asumiera. Es su agenda, no la del presidente.
Dicho sea de paso, en la misma encuesta queda de manifiesto que el jefe de Estado tiene hoy más imagen negativa que Mauricio Macri. Es otro de los motivos de los albertistas para impulsar la ruptura antes mencionada.
De hecho, se prevé que Cristina no esté en el acto del 17 de Octubre. Curiosamente, nadie la ha invitado aún.
A sus íntimos ella les dice que tampoco le interesa participar. Prefiere seguir analizando los informes que le llegan semanalmente a su domicilio en la calle Juncal, referidos a las protestas policiales de mediados de septiembre.
Insiste la vicepresidenta en ver una conspiración detrás de lo ocurrido, motorizada por puntuales intendentes del conurbano, principalmente uno íntimamente vinculado a Alberto, Juanchi Zabaleta de Hurlingham.
El regreso del hombre cuestionado
El “armador” del acto virtual del 17 de Octubre es Javier Grosman, el asesor de la cultura espectáculo que hizo bailotear Cristina con una majestuosa fiesta del Bicentenario.
Se trata del mismo que apareció involucrado en el expediente por el incendio del boliche Cromañon, en diciembre de 2004.
Grossman supo ser hombre de confianza de Jorge Telerman, entonces vicejefe de Gobierno de Aníbal Ibarra, y beneficiado por millonarios contratos en la Ciudad de Buenos Aires.
A su vez, fue director general de prensa durante la gestión de Ibarra-Ariel Schifrin al frente de la Legislatura (1998/99).
Ese período en el que se realizaron las reformas edilicias de la Legislatura donde se comprobaron millonarios sobreprecios en numerosas contrataciones.
Con el paso de los años supo reconvertirse y “blanquearse”, granjeándose el cariño de Cristina, quien lo llevó a lugares estratosféricos de su gobierno.
La venganza K contra la Corte Suprema
En la misma semana que se conoció el revés de la Corte Suprema contra el gobierno por el traslado de los jueces que inquietan a Cristina —Leopoldo Bruglia, Pablo Bertuzzi y Germán Castelli—, una diputada kirchnerista presentó un proyecto para promover el juicio político contra el presidente del cuerpo supremo, Carlos Rosenkrantz.
Se trata de la legisladora cristinista Vanesa Siley, quien trató de despegarse de la polémica al asegurar que presentó el proyecto el 25 de septiembre, cuatro días antes de que la Corte aceptara el per saltum que antepusieron los tres magistrados a los que el oficialismo quiere desplazar de sus cargos.
Ciertamente, ello no disipa ninguna sospecha: la propia Cristina aseguró que sabía de antemano que la Corte fallaría de la forma en que lo hizo.
Por otro lado, hay que mencionar que la movida no tiene sentido, toda vez que el kirchnerismo carece de los dos tercios de las cámaras de senadores y diputados como para iniciar juicio político alguno. Ergo, pareciera tratarse más de un “apriete” que otra cosa. Siempre proveniente de Cristina.
Porque Siley, como se mencionó, solo responde a la vicepresidenta. A punto tal, que fue una de las pocas que defendió en su momento la polémica “democratización de la justicia” impulsada por esta. Paradójicamente, esa avanzada fue frenada por la Corte en 2013.
Una digresión de último momento: el procurador general, Eduardo Casal —otro de los apuntos por el gobierno—, presentó en las últimas horas su dictamen favorable a la postura de Bruglia, Bertuzzi y Castelli.
De esta manera, la Corte queda habilitada para trabajar en la cuestión de fondo y fallar en un plazo de 15 a 20 días.
Alberto, ¿Néstor o Cámpora?
Para entender lo que se juega el próximo 17 de octubre, hay que prestar atención a dos connotadores: primero, quiénes son los más entusiastas organizadores del virtual episodio.
Allí abundan los albertistas más acérrimos, como Víctor Santa María, Santiago Cafiero, Ginés González García, Agustín Rossi, Juan Manzur y Héctor Daer, entre otros. Son los que impulsan a Alberto como titular del PJ para darle más poder frente a Cristina.
Segundo, habrá que prestar atención a los oradores del acto, no solo a sus nombres sino también a lo que digan —principalmente entre líneas— y lo que callen. Aún no se sabe quiénes hablarán, pero se presume que serán los más cercanos a Alberto. Habrá un “operativo clamor”, aseguran desde la intimidad del presidente, sin dar mayores precisiones.
Como sea, el 17 de Octubre será toda una prueba de fuego: allí se sabrá si Alberto decide convertirse en el Néstor Kirchner del año 2004/2005, cuando rompió con su “padrino” Eduardo Duhalde y tomó vuelo propio; o en el Héctor Cámpora de 1973, que terminó siendo un títere de Juan Perón y no pudo siquiera culminar su mandato.
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