Hace semanas que no se hablan. Ni siquiera se mensajean. Solo hay comunicaciones por elevación, que solo saben esbozar puntuales emisarios. En ese contexto, Cristina le empezó a marcar la cancha a Alberto en los últimos días.
El malhumor de la vicepresidenta es creciente, y se ha potenciado por la indiferencia que el jefe de Estado ha ostentado ante ciertos pedidos que le ha hecho. Por ejemplo, que cambie a algunos ministros de su gabinete.
Ante la negativa del mandatario, la otrora presidenta decidió presionar de la manera más insólita: a través de lesivos mensajes Whatsapp viralizados por personas contratadas a tal efecto.
Uno de ellos empezó a circular este mismo sábado y acusó de la renuncia de Martín Guzmán, lo cual no ocurrió. Al menos, hasta ahora.
Antes, a lo largo de la semana que pasó, apareció otro mensaje con un título bien sugestivo: “Cambio de gabinete urgente”. En el mismo se describían los siguientes enroques:
-Aníbal Fernández por Cafierito.
-Guillermo Nielsen por Guzmán.
-Recalde por Moroni.
Y se agregaba que “también” quedaban afuera “Bielsa, Kulfas y Trotta”. Toda gente del albertismo. Ningún cristinista. Demasiado obvio.
Desde Casa de Gobierno negaron a Tribuna de Periodistas que fuera a darse algún cambio de tal tenor en el corto plazo, al tiempo que apuntaron al ala más dura del cristinismo a la hora de buscar culpables ante los rumores de marras.
La bronca de Cristina no solo refiere a las diferencias con Alberto —que incluyen el capítulo Venezolano, la toma de tierras, Vicentín y el tratamiento de la inseguridad— sino también a sus reuniones con aquellos que la vicepresidenta considera sus “enemigos”. Entre otros, los mandamases de Techint y el grupo Clarín.
Cristina percibe un giro “a la derecha” por parte de Alberto, pero este solo intenta ser pragmático antes de que termine de explotar la “bomba” de la economía en sus manos.
Por caso, le ha exigido al ministro Guzmán que en “plazo perentorio” aparezcan resultados concretos del plan que este presentó el lunes pasado, pergeñado para desestimular a los que compran dólares.
El titular de la cartera de Economía le juró que en dos semanas empezará a mermar la locura ciudadana por esa divisa.
El presidente cruza los dedos para que ello ocurra, porque las reservas del Banco Central ya no resisten. De hecho, un informe en Wall Street asegura que las mismas oscilan entre los 200 millones de dólares y los -400 millones.
Entretanto, Alberto intenta no romper del todo los puentes con el kirchnerismo de “paladar negro”. Por eso, el 12 de octubre, en pleno feriado, se encontró con Máximo Kirchner. No definieron nada, pero al menos se juntaron. Cual gesto de buena voluntad.
Luego de ello estalló el confuso conflicto de la familia Etchevehere, con Juan Grabois como actor gravitante. Y el gobierno volvió a dividirse, entre los que apoyaron a un sector y los que apoyaron al otro.
Nótese que el jefe de Estado prefirió no opinar al respecto. Es todo un dato de la incomodidad reinante. Sobre todo porque el cristinismo se mostró del lado de los usurpadores, lo cual insiste en traccionar la imagen presidencial para abajo. Con un detalle no menor: Máximo y Grabois son amigos.
Hablando del hijo de la vicepresidenta, hay una fuerte movida por parte de un sector del camporismo que intenta ubicar a Sergio Massa como jefe de Gabinete, en reemplazo de Cafiero. Ello empoderaría a Máximo.
Macri quiere revancha
De la vereda de enfrente, Mauricio Macri mastica la bronca que le produce la salida del libro de su hermano Mariano, que expone algunas anécdotas que lo lesionan seriamente en su intento de reconstruirse camino a 2023.
Es bien cierto que el expresidente descartó ser candidato… pero habló de 2021. Jamás mencionó el año 2023. Y a sus íntimos les asegura que tendrá una nueva revancha dentro de tres años. Ojo al piojo.
Su principal obstáculo fue su propia creación, ahora devenido en Frankenstein: Horacio Rodríguez Larreta. Pero no todo está perdido. Macri ya tiene quién lo ayudará a dejarlo “fuera de juego”, el exgobernador de Mendoza Alfredo Cornejo.
No será sencillo, porque luego deberán competir entre sí, ya que ambos buscan llegar al mismo lugar: el sillón de Rivadavia.
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