El gobierno argentino está empecinado en adquirir la vacuna rusa. No importa a qué precio, ni lo que cueste.
Y esto último es casi literal, porque la Sputnik V es la más cara de todas. Con un promedio de 20 dólares cada dosis. Contra los 4 dólares que cuestan las demás.
Entonces, aparecen las suspicacias de siempre: ¿Por qué el kirchnerismo solo está dispuesto a avanzar en busca de esa vacuna? ¿O la de Oxford, en el peor de los casos?
Este martes, el ministro de Salud, Ginés González García, habló sobre el fracaso de la llegada de la vacuna de Pfizer al país y dejó más dudas que certezas.
Habló de presuntas “condiciones inaceptables” por parte de la empresa farmacéutica a la hora de acordar con el gobierno de Alberto Fernández.
Ello provocó que una fuente vinculada a la propia Pfizer saliera a aclarar los tantos: "Las condiciones son iguales para todo el mundo”.
Acto seguido, se coló un textual que hace presumir que podría haber habido un pedido de “retorno” por parte del kirchnerismo: “Si no hay un acuerdo con Argentina es porque nuestro país no acepta algo que otros aceptan o pide algo que otros países no reclaman".
Esto debería ser debidamente investigado por algún fiscal “de oficio” de inmediato. Porque reviste una gravedad superlativa.
No solo porque refiere a la salud de millones de argentinos en medio de la pandemia más feroz de las últimas décadas, sino además porque hay en juego una cantidad de dinero considerable, que pertenece a los contribuyentes.
Vacuna rusa bajo sospecha
A las sospechas del caso, hay que agregar nuevas inquietudes. Porque los rusos se han negado a revelar los resultados del estudio en fase 3 de la Sputnik V.
Los únicos datos que se conocen son los de Fase 2, con un universo de estudio de menos de 50 personas vacunadas. Ninguna de esas personas es mujer o niño, tópico fundamental.
Y hay más suspicacias aún: ¿Por qué dos de los tres encuentros de funcionarios argentinos con sus pares rusos han sido en secreto? ¿Qué es lo que no se debe dar a conocer sobre las tratativas entre países?
Dicho sea de paso, ¿por qué se desconocen los detalles finos de la negociación de marras? A tal respecto, ¿hay algún documento o contrato —o lo que sea— que permita saber de qué se trata el intercambio
A esta altura, debe recordarse que un ciudadano llamado Alexis Rubén Molina pidió hace menos de un mes al Ministerio de Salud los detalles del acuerdo con Rusia y le respondieron que era "confidencial".
Mueve también a la sospecha la elocuente imagen de los vacunatorios rusos, casi vacíos. Entonces, si ellos mismos no confían en su vacuna, ¿por qué los argentinos deberían hacerlo?
Y para coronar todas las dudas, debe mencionarse lo más inentendible de todo: Vladimir Putin admitió que no se vacunará porque la Sputnik V no es "recomendable" para mayores de 60 años. Así y todo, Carla Vizzotti admitió que se avanzará en su adquisición. ¿No era que estaban pensando en los grupos de riesgo?
En fin, son demasiados los interrogantes. Y crecientes las sospechas de que hay un voluminoso negociado detrás de la adquisición de la Sputnik V.
Entretanto, países como Reino Unido, México, EEUU y Canadá han decidido apostar decididamente por la vacuna de Pfizer. Y ninguno acusó ninguna “condición inaceptable” por parte de ese laboratorio.
Es curioso, porque lo que ocurre en estas horas trae inevitables reminiscencias de lo que fue la “mafia de los medicamentos” hace poco más de una década. Con Alberto Fernández y sus personeros como actores principales del oportuno culebrón.
Como dijo Karl Marx, “la historia se repite dos veces, la primera en forma de tragedia y la segunda en forma de farsa”.
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