Lo de la presunta coima ya es historia. Fue un traspié feroz por parte de Patricia Bullrich, que ahora dice que no dijo lo que sí afirmó.
Pfizer no necesita pagar retornos o pedir favores especiales para vender sus vacunas en momentos en los cuales la demanda es descomunal y la oferta de dosis es escuálida. Es una cuestión casi de manual.
No obstante, el hecho de no haber avanzado en cohecho alguno no significa que el Gobierno argentino no le haya pedido nada al laboratorio de marras.
Lo que se presume, y que jamás han negado reputados funcionarios del oficialismo, es que se le habría exigido un “socio local” a Pfizer. Que tampoco precisa, obviamente.
Así funciona el kirchnerismo, no hace falta recordarlo. Por caso, para fabricar la vacuna Sputnik V en el país se decidió “coronar” al siempre sospechado Marcelo Figueiras, dueño de laboratorios Richmond. A quien se presume desde hace años testaferro de los K.
Algo similar ocurrió con las otras dos marcas que han logrado imponerse en la Argentina, AstraZeneca y Sinopharm, cuyos principios activos a nivel local los produce Hugo Sigman, histórico aportante dinerario de las campañas del kirchnerismo.
No hace falta que se recuerde quién es este personaje, envuelto en mil sospechas y dueño de los negocios más jugosos relacionados con la vacunación antigripal. A su vez, sospechado de narcotraficante luego de haberle sido encontrada gran cantidad de efedrina en 2008 y 2016. Containers completos, que jamás reclamó aunque reconoció como propios. Raro.
Por eso, aparece la obvia presunción de que la falta de avance en las negociaciones con Pfizer corren por ese carril. La imposición de un socio argento.
Se lo dio a entender a quien escribe estas líneas uno de los tantos asesores de Alberto Fernández, tratando de quitarle cualquier viso de escándalo al asunto: “No nos parece mal que, mientras avanzamos en la vacunación, ayudemos al empresariado local”.
La respuesta de este cronista fue tajante: “Ustedes pueden proponerlo, pero no pueden imponerlo. Es una bestialidad. Por otro lado, una cosa es beneficiar al más capaz y otra muy diferente es poner a dedo a empresarios sospechados de prestanombres del kirchnerismo”. La contestación del funcionario no merece reproducirse, por lo injuriosa.
Como sea, el Gobierno debería reconocer con sinceridad, de una vez y por todas, cuáles fueron los vericuetos desconocidos de las tratativas con Pfizer. Aún cuando quede salpicado por el escándalo.
De todas maneras se sabrá. Por los coletazos de alguna de las causas judiciales que se han impulsado en los últimos días. O incluso por lo que surja de la Comisión Especial Investigativa Pfizer, que promueve Juntos por el Cambio y que anticipó Tribuna de Periodistas.
Es la hora de la verdad. Ya se dijeron demasiadas mentiras: que se habían pedido cosas indecorosas, que Pfizer quería los glaciares argentinos, y la mar en coche. Todo ello fue cayendo como un castillo de naipes. Una versión tras otra.
Y empezó a imponerse la verdad: el jefe de Gabinete Santiago Cafiero reconoció este miércoles que el Gobierno no pidió más vacunas al Fondo Covax “para ahorrar dólares”. ¿Por qué no lo dijeron antes?
Se insiste: ha llegado el momento de sincerarse por completo. Más vale tarde que nunca.
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