En noviembre de2009, Aníbal Fernández me querelló. Lo hizo por segunda vez, la primera había sido en el año 2005. En esta oportunidad, el Jefe de Gabinete de Ministros estaba molesto por los vínculos que le endilgué con Martín Lanatta, a la sazón, uno de los involucrados en el triple crimen de Gral. Rodríguez.
En su presentación judicial, Fernández juró que no conocía a Lanatta y desmintió todo lo publicado por mí. Lo hizo de manera prepotente, como suele hacerlo, junto a su abogado, el siempre oscuro Gustavo Frasquet.
Vale mencionar que este último –insólitamente defensor de personajes siempre sospechados de narcos-me viene amenazando con querellas y encierros en la cárcel desde que tengo uso de razón, algo que jamás sucede porque mis denuncias siempre están fundamentadas.
En fin, no debió pasar demasiado tiempo para que se comprobara que Fernández y Lanatta se conocían. Lo admitió este último ante el fiscal de Mercedes, Juan Ignacio Bidone, no casualmente en el marco del triple asesinato.
Como vengo anticipando desde agosto de2008 –a horas de que mataran a Forza, Ferrón y Bina-, ese hecho roza fuertemente al Poder Ejecutivo y cada vez se acerca más hacia la figura del Jefe de Gabinete.
Ya no pude taparse el sol con un dedo y Fernández tendrá que dar oportunas explicaciones, demasiados hechos delictivos, muchos de ellos relacionados con la venta de drogas, rozan su figura. Por ello, un grupo de legisladores de la oposición pedirá en unas horas su juicio político y destitución por las barbaridades cometidas en uso y abuso de su cargo.
Como le anticipé oportunamente al abogado Frasquet, el principio del fin ha llegado. Yo sigo como siempre, trabajando como periodista independiente, pero su cliente se encuentra bajo todas las miradas, especialmente las de la Justicia.
¿Qué dirá ahora a ese respecto, si es que se atreve a decir algo?