Aunque pocos diarios lo destacan, en estos días están por cumplirse 1.000 días desde que asumió el gobierno Cristina Kirchner, situación más que propicia para hacer un racconto de los hechos destacados de su gestión.
Lo primero que debe recordarse, es la promesa que la mandataria hizo en 2007, respecto a que su gobierno traería consigo profundos cambios. De más está decir que estos finalmente nunca ocurrieron.
Los peores pronósticos se hicieron carne a poco de que asumiera su gestión, ya que mantuvo a casi todos los funcionarios que habían acompañado a su marido, aún cuando muchos de ellos eran severamente cuestionados a nivel social y, por qué no decirlo, a nivel judicial también.
Cristina también prometió transparencia en su gestión pero, a poco de asumir, explotó en su rostro el escándalo por las valijas con dólares provenientes de Venezuela, aparentemente para financiar su propia campaña. Todo lo que se negó en esos días, se demostró real al avance de los días, incluido el ingreso de Guido Antonini Wilson a
El paso del tiempo fue sólo la postal de la profundización de la política que había iniciado su marido, Néstor Kirchner, en 2003, con el sostenimiento de oscuros personajes de la talla de Julio de Vido, Guillermo Moreno y Ricardo Echegaray. Al ritmo del aumento del tráfico de drogas y la inseguridad, se incrementaron también las denuncias de corrupción oficial y de manipulación de cifras oficiales.
A nivel social, el gobierno de Cristina fue, esencialmente, artífice del quiebre que hoy vive el país. Se trata de una ruptura que empezó en el marco del enfrentamiento del kirchnerismo con el campo y, posteriormente, con los medios de comunicación. Una cosa fue consecuencia de la otra.
Todo ello provocó que la sociedad se fracturara en dos, al mejor estilo chavista. Por un lado, los pro-K; por el otro, los anti-K; sin término medio. Unos asegurarán que el de Cristina es el gobierno más progresista de la historia argentina, otros jurarán que es el peor populismo vivido en el país.
Como sea, la realidad indica que el gobierno de Cristina ha beneficiado escandalosamente a los amigos del poder y debilitó a los críticos del “modelo”. Gracias a ella, florecieron los Lázaro Báez, los Cristóbal López y los Rudy Ulloa Igor.
En lo que atañe al periodismo, ha sido uno de los gobiernos más intolerantes de la democracia. A través de la persecución a la prensa crítica y el ahogamiento a los medios independientes, los Kirchner no ahorraron en recursos para castigar a los periodistas no alineados con su gestión. Se los ha hostigado, perseguido judicialmente, amenazado y hasta intervenidas sus conversaciones telefónicas.
Al mismo tiempo, se construyó un sistema mediático ultra oficialista, financiado con millonarios fondos públicos y sin parangón en la historia. No casualmente, la publicidad oficial creció un 800% en los últimos años, como una suerte de excusa para sostener a esos mismos medios.
Un dato: sólo en 2009, se gastaron más de un millón de pesos por día en pauta del Estado, la cual en su mayoría fue a parar a esa prensa obsecuente.
Respecto a lo Judicial, la gestión de Cristina ha dejado al descubierto todo un mecanismo de presión a los jueces y de manipulación de expedientes sensibles al Ejecutivo Nacional.
En tal sentido, los temas más relevantes de la coyuntura política y social no se han resuelto ni lo harán jamás. Ni el triple crimen de Gral. Rodríguez, ni las valijas con cocaína de Southern Winds, ni el caso Skanska llegarán a buen puerto judicial. El único expediente que parece haberse resuelto de manera veloz es el que investigaba el supuesto enriquecimiento ilícito de Cristina y su marido.
En fin, el análisis de estos 1.000 días de gestión arroja un panorama preocupante: al tiempo que ha descendido la calidad institucionalidad del país, de manera inversamente proporcional, ha crecido la inseguridad jurídica argentina.
No existe en el diccionario de Cristina la palabra “diálogo”, sólo “sometimiento”. “A los amigos, todo; a los enemigos, nada”, parecen ser las máximas de la mandataria y su marido. De hecho, en su gobierno, no hay lugar para la opinión, todas las decisiones de Estado pasan por las manos de sólo tres personas, con Néstor Kirchner a la cabeza.
Por eso, si hubiera que definir estos 1.000 días en una sola palabra, esta sería “retroceso”.