El mapa de las elecciones se va configurando poco a poco. El resultado en Santa Fe no podía ser peor para el kirchnerismo y se suma a la feroz derrota que sufrió en el marco de las elecciones de la Ciudad de Buenos Aires, pesadilla que aún no ha terminado para el oficialismo.
La lectura es realmente lapidaria y proyecta una curva, aunque leve, que es descendente en las preferencias que hasta ahora ostentaba el oficialismo. Por caso, dos encuestadores de primer nivel auguran una diferencia de más del 35% entre Mauricio Macri y Daniel Filmus en la segunda vuelta de los comicios de Capital Federal. En Córdoba, provincia en la que el kirchnerismo ha intentado vanamente imponer un candidato a vicegobernador, la situación no será mucho mejor para los humores oficiales.
La lectura de lo que este domingo ha ocurrido en Santa Fe puede interpretarse en varios sentidos, pero principalmente por el cansancio de la sociedad, no solo respecto del kirchnerismo sino también de los políticos en general.
La sociedad parece ya cansada del maltrato de la partidocracia, especialmente exacerbada por el kirchnerismo de los últimos ocho años. Skanska, Indec, Inadi, Schoklender, fondos de Santa Cruz, testaferros oficiales, Southern Winds, y tantos otros escándalos han logrado, a su vez, colmar la paciencia de la sociedad.
Si a eso se suma el abuso en el uso de los fondos públicos y el maltrato a los referentes de la oposición, no queda mucho más que agregar.
Frente a los irrefutables datos que arrojan las urnas, ¿puede insistirse con que Cristina es imbatible como auguran sus adláteres? ¿Seguirán afirmando que la mandataria gana "caminando"? El silencio oficial de estas horas es el mejor termómetro para medir el humor oficial y responder a esos interrogantes.
Toda una lección para el oficialismo, que instauró en la Argentina un método de gobierno basado en la arrogancia y la descalificación permanente. Para bien o para mal, lo ocurrido este domingo los obligará a replantearse sus propios (malos) modos a futuro.
También es una oportuna lección para el arco político en general, tan apresto a maltratar a la ciudadanía, muchas veces a través de la descortesía, pero también a través del incumplimiento de sus propias promesas electorales.
A todos ellos, después de hoy, les queda un interesante tópico para meditar: nadie tiene la victoria asegurada en las urnas.
No es poco.
Christian Sanz