La biografía que la ¿periodista? Sandra Russo está a punto de publicar sobre Cristina Kirchner, ha disparado un efectista debate acerca de cómo han sido los días del poder K en Casa de Gobierno en los últimos años, especialmente después de la feroz discusión que generó la promulgación de la Resolución 125.
La Presidenta afirma allí ciertas cosas que ya han sido refutadas por ex funcionarios de su propio gabinete, que a su vez fueron reafirmadas por actuales “soldados” de la causa. En el medio de todo ello, ¿cuál es límite entre la verdad y la fabulación?
Es evidente que el libro de Russo solo es en realidad un diálogo unidireccional de Cristina sobre ella misma. No hay preguntas de rigor ni la más mínima investigación por parte de la periodista, por lo cual bien puede inferirse que no se trata de una obra biográfica por definición. Se hace esta aclaración a los efectos de destacar que el trabajo de biógrafo no es el de poner el oído a una persona para volcar lo que esta diga, sino el de la indagación a través de la reconstrucción de retazos de la historia de una persona, entrevistando a familiares, amigos y hasta enemigos de esta, algo que no ostenta el libro referido. ¿Vale entonces llamarlo biografía?
Más allá del nombre que pueda darse a ese libro, se torna imprescindible tomar con cautela lo que allí pudiera publicarse, ya que es la sola campana de quien intenta que se conozca su propia historia.
Es menester destacar esto último toda vez que, aunque la obra aún no se encuentra en la calle, algunas de sus partes más explosivas ya han sido anticipadas a través de diversos medios oficialistas. Allí, mal que le pese al propio Gobierno, pueden verse algunas de las fabulaciones que muestra la propia Cristina.
Por caso, habla la mandataria de que estuvo detenida ferozmente junto a Néstor durante la dictadura, tergiversando y exagerando un hecho ocurrido en realidad antes del golpe militar: pocos saben que ambos fueron detenidos a principios de 1976 y según sus propios amigos fueron muy bien tratados por quienes los demoraron.
“Había sido una desgracia con suerte: sus familias les llevaron comida, colchones, frazadas, libros, cigarrillos y lo que necesitaran. En palabras del propio ex presidente, ‘no fue nada con respecto a lo que vivieron el resto de los argentinos’, relató en 1998 Oscar “Cacho” Vázquez, amigo y padrino del casamiento de los Kirchner, también detenido en esa oportunidad.
En sentido similar, Cristina gusta recordarse a sí misma como una aguerrida militante de izquierda, antes y durante la dictadura. Sin embargo, según recordó a diario Perfil una vieja amiga suya, durante el gobierno de Isabel Perón y los meses previos al golpe, la Presidenta y su marido “no eran ningunos subversivos ni militaban en ningún brazo armado, eran personas apasionadas por la política, pero nada más, no había razón para detenerlos”.
De más está recordar que, luego del fatídico 24 de marzo de 1976, el matrimonio directamente se fue a vivir a Santa Cruz, ganándose la vida a través de la usura más cruel y codeándose con los militares más cuestionados de esa provincia, tal cual registran los archivos documentales de esa época. Néstor fue aún más allá al defender como abogado a un jefe de Policía que hoy figura en los archivos del Nunca Más. Si Cristina no acompañó a su marido en esa cuestionable empresa, fue porque nunca se recibió de abogada, cuestión sobre la cual también gusta fabular.
Pero hay más, en la “biografía-entrevista” de Russo, la Presidenta revive la noche anterior a la muerte de Néstor Kirchner, solo que esta vez cambia a los invitados que hubo en esa ocasión —quita de escena a Lázaro Báez y fuerza la presencia de unos “sobrinos”— y le agrega un condimento políticamente eficaz: asegura que se dio un “piquito” con Néstor y que luego se fueron dormir juntos (Otra fabulación y van…).
Antes que nada hay que mencionar que, quienes conocían la intimidad de los Kirchner, han admitido que nunca dormían juntos. Ambos habían arribado a una suerte de acuerdo a través del cual cada uno tenía su vida amorosa resuelta por su lado. Cristina tenía sus amantes, Néstor las suyas. En ese contexto aparecen las Miriam Quiroga de Néstor y los Amado Boudou de Cristina, solo dos botones de muestra.
No hay funcionario de primera línea que no conociera esta situación y hasta la sufriera. “Era muy difícil ocultar ciertas cuestiones frente a la mirada permanente de la prensa, era tan obvio que siempre se filtraban cosas. Después venían los enojos de ellos (Néstor y/o Cristina) porque aparecían vinculados a otras personas”, admitió oportunamente a este periódico un importantísimo ex secretario de Estado con apellido mitológico. “Me acuerdo de un viaje de Cristina a Salta, en un momento se encierra durante horas a solas con (Juan Manuel) Urtubey fuera de la gobernación y todos nos mirábamos, los funcionarios de la provincia y nosotros, era obvio lo que estaba pasando pero nadie decía nada. Al otro día, algunos medios de Salta hablaban del ‘noviazgo’ de Cristina y el gobernador”, agregó la misma fuente.
En realidad nunca hizo falta ser ningún genio para percatarse que entre Néstor y Cristina nada ocurría: en los últimos 20 años no han existido demostraciones de afecto público entre ambos. La propia Cristina lo dice a su “biógrafa”: “Nosotros no éramos de hacernos demostraciones de afecto en público, delante de la gente.”
¿Para qué lo menciona? ¿Intenta justificarse por los rumores que siempre existieron sobre ella y Néstor?
Otro punto a destacar es la insistencia de Cristina por borrar la presencia de Báez y su esposa, aún cuando está demostrado que ambos estuvieron cenando con ella y con Néstor la noche antes de que este falleciera.
Lo mismo ocurre a la hora de hablar de su bipolaridad: no solo la niega —a pesar de que dos profesionales que la atendieron admiten que la sufre— sino que se la atribuye a una hermana con la que no tiene relación.
Concluyendo
Como se dijo más arriba, el libro de Russo, mal llamado biografía, es una conversación de Cristina con ella misma, magnificando hechos existentes e inventando otros que nunca ocurrieron. El momento en el que se publica tiene un obvio motivo: lograr sumar puntos a la hora de competir por su propia reelección.
En ese sentido, el texto busca ser emotivo y golpear la fibra más profunda del lector. La tapa es el mayor ejemplo de ello: se trata de una foto de Cristina vestida de luto y con su mano en el corazón. ¿Se puede ser más obvio?
Sin embargo, para ser una real biografía el libro adolece de cuestiones fundamentales, como el descomunal enriquecimiento personal de la Presidenta y su marido, la desaparición de los fondos de Santa Cruz, el Schoklender-gate, el “castigo” a quienes no comulgan con el dogma oficial y hasta la dura presión del kirchnerismo sobre la prensa no dócil.
Tampoco habla el libro sobre un tema crucial y que está vedado mencionar a los funcionarios K: el hijo no reconocido de Néstor Kirchner, Mariano Perrone. Un libro así, ¿merece llamarse biografía?
Hace una década, cuando los Kirchner no tenían el poder que hoy ostentan, un lejano periodista de Santa Cruz escribió la más formidable obra sobre sus vidas. Se trata de Daniel Gatti y su libro El amo del feudo, donde quedan al desnudo gran parte de las mentiras oficiales que hoy intenta imponer Cristina.
En fin, el día que salga el libro escrito por la Presidenta —perdón, por Sandra Russo—, para entender el mundo de Cristina, este periodista optará por hacer lo más lógico: volver a leer la descomunal obra de Gatti.