Si bien el triunfo de Cristina Kirchner era esperado en las elecciones primarias, sorprendió, no solo el inalcanzable porcentaje que se atribuyó, sino que haya triunfado en casi todas las provincias argentinas en las que alguna vez perdieron sus propios candidatos a gobernador.
Tal vez sea bueno mencionar algunas claves para comprender lo que algunos consideran inentendible:
1- Nunca hubo oposición. En este punto la estrategia K fue brillante: eligió contrincantes que jamás podrían ganarle en las urnas. Primero la Iglesia, después el campo, luego el periodismo, para finalmente verse enfrentado con el Congreso y el Poder Judicial, pese a que posteriormente logró amigarse con este último.
Ninguna de estas batallas supo capitalizar la oposición, menos aún hacerle sombra al kirchnerismo. Si bien se pensó por un momento que Mauricio Macri podía ser el hombre que aglutinara esa tarea, este decidió quedarse en la Ciudad de Buenos Aires.
Los funcionarios opositores que más se destacaron por denunciar corrupción y que fueron aplaudidos por la gente, fueron los que perdieron con más contundencia en estas elecciones primarias que se vivieron en forma de encuesta gigantesca.
Suponer que hay ideologías en la Argentina es tan retrógrado como ingenuo, y lo demostró Francisco De Narváez ganando las elecciones legislativas de 2009 al repuntar su popularidad en tiempo récord luego de bailar con su propio imitador en el programa de Marcelo Tinelli.
La Argentina vota carismas y en ese punto Cristina le gana a toda la clase política en general, incluso a los gobernadores del FPV que fracasaron en sus provincias.
2- La viudez. Definitivamente este tópico le otorgó la popularidad perdida por el conflicto con el campo; de hecho, hace apenas horas el gobernador Daniel Scioli se animó a deslizar que "La Presidenta se merece esto por su sufrimiento". La mandataria perdió a su marido y a su futuro nieto, y la (¿oposición?, ¿Clarín?) la maltratan constantemente, por ende merece nuestro voto en las urnas.
3- La economía (no innovar). El desastre opositor no basta para explicar el triunfo, el boom del consumo es clave. El escenario económico fue benévolo y Cristina supo aprovecharlo, pese a que dentro de un año la política de subsidios y consumo le pasará segura factura, la presidenta supo despertar sutilmente el miedo suficiente como para dejar en claro que el mundo dice “no es tiempo de cambios”, y el estacazo lo clavó en su cierre de campaña:
Miren a Chile: "El pecho se me reventaba de orgullo al ver las imágenes de Chile, al pensar en ese hombre que pensó en el 6% del PBI para la educación en 2005", dijo, pese a que la Argentina tiene educación libre y gratuita que rige desde 1884.
Miren la crisis internacional: "Imagínense si esta crisis internacional pasaba hace 7 años". La gente necesita que sus dirigentes le lleven optimismo, amor, coraje, valentía para seguir adelante, una conducta que les genere tranquilidad, sobre todo en momentos de grandes turbulencias. Miren si he pasado turbulencias. Hasta podría reclamar un puesto en Aerolíneas Argentinas de piloto.”
4- El voto del campo. Si bien en una época se habló del “campo destituyente”, a lo largo del tiempo pudieron percibirse signos de reconciliación, pero definitivamente nadie se esperaba este apoyo. El área rural fuerte siempre fue una isla que solo se sublevó con el abuso que significó la resolución 125, y que contó incluso con el rechazo de la gente que nada tenía que ver con esa área, la cual salió a los centros urbanos para demostrar su apoyo, hasta que la patota kirchnerista los echó a trompadas. El Gobierno entendió el mensaje y no volvió a insistir. El campo hizo lo mismo.
5- El “núcleo duro”. El kirchnerismo supo despertar el fanatismo por su discurso, sobre todo en las franjas más jóvenes, algo que no se veía desde el peronismo y que no consiguió ni Carlos Menem ni Fernando De La Rúa. Es un área que no responde al clientelismo, y que no es motivada por el “pancho y la coca”, sino porque verdaderamente creen que este modelo es la salvación de la Argentina. Los hechos son inocuos, lo importante es el relato y los medios oficialistas estaban ahí para contarlo.
6- No hay revolución. Luego de la crisis del 2001 se habló de “revolución”, del “que se vayan todos”, un panorama de “cualquier cosa es mejor que esto”. Esa época ya pasó, ya se vivió y la gente buscó seguridad ante el despiste.
Fuera del voto fiel a Cristina, dentro de ese 50% hubo gente que no vio ni en Ricardo Alfonsín ni en Eduardo Duhalde a una persona capacitada para gobernar, ni bajar la inflación existente, o al menos para manejarse fuera de la corrupción ya imperante. Tal vez esa misma sociedad ponderó ocho años de “malo pero conocido” al momento de votar.
No se vio unión en la oposición, sino a cada uno haciendo su propio camino yendo por separado; el mismo camino que hizo Cristina, pero que ya era de ella. A último momento hubo alianzas sin coherencia alguna y por pura conveniencia, eso fue perceptible e inquietó la confianza de la gente.
Finalmente, un “no voto” cantado.
Eliana Toro
Twitter: @toroeliana