Cristina lo volvió a hacer. Una vez más logró que una extensa y reiterativa lista de pases de facturas y elogios a su propia gestión se transformaran en un discurso de asunción de más de 45 minutos.
¿Hacía falta? Su mandato es solo una continuidad de los últimos ocho años de gobierno, tanto de su fallecido marido como de ella. ¿Para qué recordar entonces a quienes no han sido leales? ¿Para qué encender la llama de la división en momentos de crispación nacional?
Las palabras de Cristina fueron encendidas y bien vistas por las hordas de miles y miles de personas que espontáneamente fueron a escucharla. Sin embargo, cargaron con un odio innecesario y una incesante autorreferencia a su propia gestión de los últimos tiempos.
Retrocede la Presidenta cuando hace esto, y lo empeora cuando se pone en maestra Siruela de otras naciones en materia económica.
¿Qué puede enseñar, a quién? ¿Por qué creer que la Argentina está blindada a todo? ¿Desconoce Cristina acaso que la crisis que pone en jaque al mundo rozará este país de manera indefectible?
Insiste la primera mandataria en su escalada y vuelva a mostrar cuáles serán sus enemigos en el corto plazo: los sindicatos y los medios. A unos y otros les dedicó palabras que dijeron más entrelíneas que en su propia estructura semántica.
“No voy a convertirme en parte de una interna sindical", advirtió en un mensaje casi directo a Hugo Moyano —quien seguramente le responderá el próximo 15 de diciembre en pleno acto del Día del Camionero—.
Respecto a los medios, invitó a la gente a no creer en quienes la critican: "No se guíen por las letras de molde, guíense por la mirada de la gente", aseguró. ¿Olvidó Cristina que los medios oficialistas también utilizan letras de molde?
Luego, Cristina se tomó todo el tiempo para mencionar estadísticas de diversa índole, la mayoría de ellas pertenecientes a datos de los años 2009-2010, no 2011. Es un tópico que suele ocurrir en cada disertación de la mandataria. ¿Por qué nadie la advierte sobre esto?
Habló la Presidenta de la creación de empleos y la baja de la pobreza, pero omitió mencionar que la desigualdad superó los niveles que ostentaba en días del oscuro menemismo.
Finalmente, se dio tiempo para atacar a los docentes que hicieron paro en Santa Cruz a principios de este año. Se trata de los mismos que en 2002, cuando ella y su marido gobernaban esa provincia, fueron duramente reprimidos por orden "oficial".
Ha sido parcial el discurso, finalmente. Se han tocado ciertos temas imprescindibles, es bien cierto, pero se han omitido ciertos otros. Es real que uno no esperaba que Cristina hablara sobre Skanska, Schoklender, la mafia de los medicamentos, el Inadi, el Indec, Barrick Gold y tantos otros desaguisados de su “modelo”, pero sí hubiera sido pertinente que asumiera la necesaria mesura que debe acompañar a este tipo de actos públicos. ¿Qué ganó, por caso, con “ningunear” a Julio Cobos la mandataria?
Algún día, alguien le reclamará a Cristina por todo lo que ella esconde bajo la alfombra. Será más temprano que tarde, cuando los efectos de la quita de subsidios empuje a la sociedad a enfocarse en los escándalos que olvidó en los últimos tiempos.
Cuando ello ocurra, no será “Él” quien venga a reclamarle, sino la misma ciudadanía a la que Cristina insiste en tomarle el pelo con espejitos de colores y discursos de ocasión.
Christian Sanz
Twitter: @cesanz1