En los 45 minutos que duró su discurso, Cristina Kirchner sorprendió más por sus omisiones que por sus afirmaciones, en el masivo acto que llevó a cabo este viernes en pleno estadio de Vélez Sarsfield.
Acompañada de mandatarios provinciales y los principales funcionarios del Ejecutivo, la Presidenta explicó por qué decidió elegir un 27 de abril como fecha conmemorativa, al recordar el noveno aniversario de la primera vuelta electoral en la que su marido logró ingresar al balotaje que luego le permitió acceder a la Presidencia. ¿No es una contradicción resaltar esa épica en la que el mismo candidato que se bajó de la contienda —Carlos Menem— terminó pactando con el kirchnerismo años más tarde?
El discurso de Cristina fue más bien un acto militante, dedicado a la juventud, lejos de otras diatribas donde gusta enrostrar números y estadísticas oficiales —poco creíbles—, sobre temas de eventual coyuntura. “Quiero agradecerle a todos los militantes y al pueblo argentino, que nos está acompañando. Néstor vive en el pueblo y ha marcado un camino que nos va a permitir abrir otros caminos a todos nosotros”, declaró, en un gesto directo al corazón de La Cámpora.
Para que no cupieran dudas, la mandataria exclamó: "Lo más importante es que están ustedes, los jóvenes que volvieron a creer". En esos momentos, la incomodidad de los sectores del PJ más ortodoxos se reflejaba con inocultable elocuencia.
A ese malestar, Cristina le agregó una frase aún más inoportuna: "Los jóvenes tienen la inmensa suerte de vivir en una democracia plena". ¿Desconoce acaso Cristina que muchos de los dirigentes y sindicalistas que hoy la escucharon en Vélez están acusados de haber sido cómplices de la dictadura militar?
Evidentemente, no era a ellos a quien iba dirigido el discurso oficial sino, como se dijo, a los “jóvenes camporistas”. ¿A quién, si no, la mandataria dirigiría la siguiente frase: “No somos eternos”?
Fuera de ello, Cristina aprovechó para mencionar el tema YPF y agradecer a las “fuerzas” que ayudaron a impulsar la expropiación. Encerrado en ese término —fuerzas—, se esconden los partidos de la oposición. "Hoy estamos aquí luego de haber obtenido una media sanción en el Senado. Gracias a todos los que lo hicieron posible", dijo escuetamente.
Más breve fue cuando mencionó el tema Malvinas: "Son parte de nuestra geografía y de nuestra historia". No debe culpársela por ello: ¿Cómo no mencionar ese comodín que, junto con YPF, aúna los deseos más encendidos de los argentinos?
Antes de que alguien le recordara sus propias contradicciones, especialmente respecto a la expropiada petrolera —Cristina fue una ferviente defensora de su privatización—, lanzó una oración que todo lo justifica: "La historia no se escribe con estilográfica, prolijito; al contrario, la historia tiene claros y oscuros".
A esta altura, no hace falta mencionar que ella y su marido fueron los responsables del colapso energético que hoy vive la Argentina. Un dato irrefutable a ese respecto: en el año 2003, cuando Néstor llegó al poder, el país exportaba combustible por 4 mil millones de dólares. Hoy, se importa por 14 mil millones.
En otra parte de su discurso, Cristina fustigó al FMI: "¿Quién pensó que finalmente nos íbamos a sacar de encima a ese FMI que había asolado a la Argentina?”, preguntó retóricamente. Olvidó mencionar que en los últimos años, su vicepresidente, Amado Boudou —a quien no menciona desde que se desató el tema Ciccone— vive llorándole al mismo organismo para volver al mercado de capitales y préstamos internacionales.
Finalmente, quienes esperaban alguna respuesta a las duras palabras que ayer mismo pronunció el líder de la CGT, Hugo Moyano, se quedaron con las ganas. Cristina no solo no habló de él, sino tampoco de la cercanía del día del Trabajador.
No se trató de las únicas omisiones: nunca habló de la queja que 40 países presentaron contra la Argentina ante la OMC, ni sobre las preocupaciones de Estados Unidos; tampoco sobre el escándalo TBA-Once. Dicho sea de paso, ¿por qué si fue tan sencillo expropiar YPF no se puede quitar la concesión de los trenes a los siempre sospechados hermanos Cirigliano?
En fin, el discurso de la Presidenta fue de barricada, primario, innecesario. Sus básicos dogmas sobran en un país que hoy necesita enfocarse en cuestiones más coyunturales. Tal vez Cristina debería hacer caso a sus propias palabras, pronunciadas al final del acto de hoy: "La historia enseña más que mil discursos".
Christian Sanz
Twitter: @cesanz1