“Hola, los llamamos para decirles que el Dr. Norberto Oyarbide dará una conferencia de prensa, ya que se ha encontrado una bomba en el teatro Gran Rex, donde mañana el ex presidente colombiano Álvaro Uribe disertará”. Esas palabras fueron escuchadas por gran parte de los principales medios de prensa, ayer martes cerca de las 16 hs.
Todos por igual se mostraron tan sorprendidos como prestos para cubrir las palabras del mediático magistrado. Eso sí, la mayoría de los colegas debió abandonar la idea de cubrir otra manifestación para la cual ya tenían todo preparado: se trató del simbólico abrazo al Palacio de Tribunales a efectos de pedir por una “justicia independiente”.
Una vez en el lugar, Oyarbide relató con lujo de detalles cómo hubiera sido el atentado contra el ex presidente Uribe en caso de haber detonado el artefacto explosivo de marras. “Estaba diseñada para que explotara las 16:30, cuando Uribe iba a compartir un cóctel con altísimas personalidades de todo el mundo", aseguró el magistrado, con una seguridad pocas veces vista.
Sin embargo, con el correr de las horas, el supuesto hallazgo se transformó en cabal papelón, cuando un peritaje de la Policía Federal aseguró que el artefacto era sólo una bomba de estruendo, con muy escaso poder de destrucción.
Rápidamente, el juez intentó justificar sus propias incongruencias: "No sé quién ordenó esos peritajes, ya que el único que puede ordenar eso soy yo", aseguró con enojo. Muchos se preguntaron en ese momento: ¿Por qué el juez puso el foco sobre quién ordenó el peritaje y no sobre el estudio de la Federal en sí?
Poco importa quién comandó el nuevo peritaje, sino su resultado, el cual deja muy mal parado su accionar como funcionario judicial. ¿Cómo explicar semejante despliegue solo para revelar el hallazgo de una inofensiva bomba de estruendo?
El enojo de Oyarbide se entiende en el marco de una palabra clave: traición. Así al menos se ha manifestado entre sus allegados en las últimas horas. “Me siento traicionado”, aseguró, por caso, ante su propio secretario privado. Ello obliga a preguntarse: ¿Quién lo traicionó y por qué? ¿Es verdad como se asegura en los corrillos de Comodoro Py que la trama de la bomba fue en realidad una puesta en escena para tapar la marcha por “justicia independiente” que se llevaría a cabo solo un par de horas más tarde?
Es probable. Tribuna de Periodistas fue el primer medio en plantear dudas a ese respecto, sobre la base del testimonio del ordenanza del teatro Gran Rex, quien demostró manejar un lenguaje técnico digno del más aceitado uniformado oficial.
"(He visto) un bulto sospechoso en una garganta de luz del tercer piso. Entonces, teniendo en cuenta la presentación que se iba a realizar el miércoles, se procedió a llamar a la policía", aseguró el susodicho, de nombre Héctor, a Radio 10. ¿”Bulto sospechoso”? ¿”Procedió a llamar a la policía”? Ciertamente, no parecen términos utilizados por un simple ordenanza.
Pero hubo más: a la hora de describir su hallazgo, Héctor aseguró que se trató de "una caja de 10 por 15 centímetros, con dos elementos adentro y un teléfono, que evidentemente iba a ser llamado, el cual actuaba como detonador". ¿”Elementos”? ¿”Actuaba como detonador”? ¿Quién es capaz de semejante descripción?
Si a esto se suma la novela de enredos que se dio luego de conocido el peritaje de la Policía Federal, parecieran no quedar muchas dudas respecto a la operación orquestada.
En medio de tanto disparate, muchos se preguntaban ayer si no sería Oyarbide víctima de una creciente interna dentro de la propia Federal, fuerza que ha manifestado en más de una oportunidad sentirse abrumada por el manoseo del kirchnerismo.
Por lo pronto, hay un dato que en estas horas inquieta al magistrado. Tiene que ver con una serie de mensajes que Nilda Garré escribió en su cuenta de Twitter, revelando detalles del mismo peritaje que lo puso en ridículo.
Es todo un tópico que bien podría explicar por dónde se pergeñó la traición a Oyarbide. En tal sentido, quizás el juez debiera apuntar sus miradas hacia el poderoso Ministerio de Seguridad, cartera que —no casualmente— controla a la misma Policía Federal que lo abochornó hace apenas unas horas.