Lo dije varias veces, y lo repetiré una más: los hermanos Lanatta, Cristian y Martín, pueden abrir las puertas para que Cristina Kirchner termine en prisión.
Es que ambos conocen los detalles de cómo se lavó dinero en la campaña del Frente para la Victoria en el año 2007.
Allí, media docena de jóvenes empresarios, "dueños" de pequeños laboratorios medicinales, pusieron dinero para que Cristina Kirchner lograra capear la campaña para llegar a la presidencia.
En realidad, no pusieron nada, solo fingieron hacerlo: me lo confesaron varios de los involucrados en la trama, dos de ellos de gran relevancia, uno fue el propio Sebastián Forza; el otro, Gabriel Brito, dueño de la firma Global Pharmacy.
En buen romance: uno y otro aparecen en la nómina de aportantes pero no pusieron un solo peso.
Ergo, ¿quién puso el dinero? ¿Por qué se fingió que alguien más lo aportó? ¿Tan impresentables son los verdaderos benefactores del FpV?
Según fuentes de la embajada de Estados Unidos, en la campaña de 2007 el kirchnerismo tuvo aportes genuinos, pero mayormente dinero del chavismo mexicano —valija de Antonini Wilson mediante— y el narcotráfico mexicano.
Es plata que aterrizó en el país merced a la gestión de un viejo amigo y socio de Aníbal Fernández: Ibar Esteban Pérez Corradi, a la sazón uno de los mayores protegidos por Néstor y Cristina a través de Ricardo Echegaray.
La trama es tan pero tan obvia, que los peritos de la Cortes Suprema de la Nación emitieron un dictamen hace unos meses confirmando por escrito que se blanqueó dinero en la campaña de marras.
Los detalles finos, la trama política, la conocen unos pocos: los hermanos Lanatta, Pérez Corradi y el propio Aníbal. Todos ello, a su vez, involucrados no casualmente en el tráfico de efedrina.
Por eso, cobra suma relevancia la fuga que estos protagonizaron, sobre todo en el marco del pedido de ampliación de indagatoria que había refrendado la jueza María Romilda Servini de Cubría a fines de 2015.
Si a esto se suma que los Lanatta purgaban prisión por ser los autores materiales del triple crimen de General Rodríguez, justamente a pedido de Aníbal y Pérez Corradi, todo empieza a cobrar sentido.
No se trata solo de ese hecho, ocurrido en 2008, o de los aportes de campaña, sino de algo más profundo, de una matriz de corrupción y crimen que perduró durante 12 años, bajo la fachada de una supuesta "revolución política".
Forza lo tenía claro y terminó acribillado a balazos. Eso sí, luego de haber aportado —supuestamente— a la campaña de Cristina Kirchner.
Por eso, cuando la gobernadora bonaerense María Eugenia Vidal asegura que va a ir tras la pista de Pérez Corradi —tal cual anticipó este cronista hace dos días—, el mensaje es claro: se va a perseguir a Aníbal hasta las últimas consecuencias.
Como dice aquella vieja canción de Vox Dei, “todo concluye al fin… nada puede escapar”.