En los últimos días, comenzó a darse una insólita discusión pública respecto a la eventual “censura” contra Víctor Hugo Morales por parte del grupo Prisa, controlador de radio Continental.
Es curioso, porque el “relator del relato” admitió que le ofrecieron una ostentosa indemnización para que deje su puesto en ese lugar: siete millones de pesos.
Cualquiera que conozca la ley de Contrato de Trabajo y el estatuto del periodista sabe que eso borra cualquier vestigio de posible censura.
Por otro lado, Víctor Hugo sabe que tiene infinidad de radios a las que puede dirigirse a efectos de continuar con su histórico programa. Por caso, el propio Luis D’Elía le ofreció incorporarse a AM740: radio Rebelde.
Es curiosa la victimización del “relator del relato”, quien supo callar durante años la verdadera censura que sí sufrieron sus colegas. Su mutismo llega hasta estos días, en los que grupo Veintitrés, comandado por el bribón de Sergio Szpolski, comenzó un lento pero persistente vaciamiento. ¿De eso no habla Víctor Hugo acaso? ¿No le interesa la proclama de los trabajadores de prensa que temen quedarse sin trabajo en estas horas?
Hay mucho más acerca de lo que calla el relator, demasiado. En mayo de 2003, el kirchnerismo llegó al poder y comenzó una elocuente persecución contra periodistas críticos a la gestión, primero de Néstor y, luego de Cristina.
Uno de los casos emblemáticos fue el de Pepe Eliaschev, quien fue echado como un perro de Radio Nacional el último día del año 2005. No fue el único:
En enero de 2009, fue el turno de Nelson Castro quien fue sacado del aire de AM Del Plata, luego de que la emisora fuera adquirida por un grupo de empresarios afines al gobierno que incluían al propio Szpolski y a la siempre sospechada empresa Electroingeniería.
A fines de 2012, luego de que Cristóbal López se hiciera de C5N y Radio 10, Marcelo Longobardi debió abandonar el programa que venía haciendo durante años y años. Marcos Stupenengo se sumó a los despidos junto con Luis Rosales y Guadalupe Vázquez.
Luego llegaría el turno de Juan Miceli, a fines de agosto de 2013: fue después de que decidiera discutir con referentes de La Cámpora por la TV Pública, donde solía trabajar.
¿Alguien recuerda qué dijo Víctor Hugo frente a todos estos casos? Nadie podría hacerlo, porque el “relator del relato” solo supo callar frente al atropello de entonces.
Ahora, cuando le toca a él, que fue servil a un gobierno que saqueó un país durante toda una década —fueron robados hasta millonarios fondos públicos de la provincia de Santa Cruz— todos deben rasgarse las vestiduras. ¿Por qué? ¿Para que siga sosteniendo su millonario nivel de vida?
Es hipócrita la discusión que se da en estas horas, donde se pretende mostrar a Víctor Hugo como la víctima que no es. Yo no me solidarizo con él. Que conste.