La captura de uno de los prófugos, que tuvo en vilo a todo el país durante casi dos semanas, no es ni remotamente el final de la historia que parece haber empezado hace 13 días en General Alvear.
Es que, luego de la captura de Martín Lanatta, el próximo paso incluye a un verdadero peso pesado, al mismísimo Aníbal Fernández.
No casualmente, los dos grupos de hermanos, los Lanatta y los Schillaci, supieron trabajar durante más de una década para el exjefe de Gabinete del kirchnerismo, haciendo trabajos sucios de diversa índole. Desde robos y aprietes hasta los más crueles asesinatos por encargo.
No hay que olvidar, siquiera por un momento, que todos ellos estaban presos en el penal de Alvear justamente por ser los autores materiales del triple crimen de General Rodríguez, donde perecieron Sebastián Forza, Damián Ferrón y Leopoldo Bina. Ello a pedido del propio Aníbal, en sociedad con un narco llamado Ibar Esteban Pérez Corradi, a la sazón prófugo de la justicia.
Durante el juicio que investigó ese hecho y que se sustanció en la localidad de Mercedes, quedó clara la responsabilidad del exjefe de Gabinete. Sin embargo, nadie se animó a decir su nombre por temor a represalias. Por miedo, todos lo mencionaron como el “Morsa”.
Ese recelo se evaporó luego de que el kirchnerismo dejó el poder y ahora todos se animan a señalar a Aníbal por su nombre y apellido, empezando por Martín Lanatta, quien advirtió en Canal 13 que este era responsable del triple crimen y del tráfico de efedrina en la Argentina.
Por eso, poco antes de fugarse, la jueza María Romilda Servini de Cubría había decidido llamarlo a declarar, en el marco de un expediente que es continuación del asesinato de Forza, Ferrón y Bina, con un agregado: el tráfico de efedrina. El dato fue anticipado por este cronista hace más de una semana y hoy lo confirmó el periodista Marcelo Bonelli por canal TN.
En ese contexto, ¿a quién le convenía la fuga de los Lanatta y Schillaci? La respuesta es obvia: el principal beneficiado siempre fue Aníbal. Es donde todos los focos se pondrán a mirar a partir de ahora.
Es la orden que dio María Eugenia Vidal y que acompaña el ministro de Seguridad de la provincia de Buenos Aires, Cristian Ritondo. La gobernadora lo negará en público, pero en privado ha dado las instrucciones del caso para llegar hasta el exjefe de Gabinete y, accesoriamente, hasta el mismísimo Pérez Corradi.
No le será complicado: solo debe buscar la grabación de la entrevista que este periodista le hizo a Forza en mayo del 2008. Allí, el asesinado en General Rodríguez reveló las implicancias de Aníbal en el tráfico de efedrina y admitió que le tenía pánico. “Se que me va a matar”, sostuvo. Y no se equivocó.
La trama revelada por Forza conecta la mafia de los remedios, el tráfico de efedrina y los aportes de campaña de Cristina Kirchner en 2007. De ahí deviene la importancia de lo que se investigue a partir de ahora.
Por lo pronto, Servini de Cubría está dispuesta a llegar hasta las responsabilidades más altas, incluyendo a la propia expresidenta de la Nación.
Está claro que en ese camino judicial, Aníbal no tiene escapatoria: está hasta las manos.