De pronto, Antonio Stiuso se convirtió en la fuente de información más confiable del mundo para los periodistas vernáculos.
El tipo que más conoce el arte de mentir, el mismo que supo espiar y engañar para los gobiernos de los últimos 40 años —incluida la última dictadura militar— se reconvirtió de la noche a la mañana en el tipo más creíble de todos los tiempos.
A ver... un día, el exespía más poderoso de la Argentina decidió presentarse ante la Justicia y aseguró que Alberto Nisman fue asesinado por personeros de Cristina Kirchner… y todos le creyeron a pie juntillas. Eso sí, nadie le exigió ninguna evidencia. Ni una.
Su propio abogado, Santiago Blanco Bermúdez, debió salir a aclarar lo que los periodistas no se animaron a decir: "Stiuso no tiene pruebas directas de que a Nisman lo mataron, tiene una interpretación", sostuvo. Del otro lado, puro silencio.
Frente a este panorama, ¿por qué alguien habría que creerle al otrora espía? ¿No es raro que su testimonio aparezca en medio de toda una operación judicial comandada por la jueza Sandra Arroyo Salgado?
Peor aún, ¿quién puede confiar en la palabra de aquel que, no solo mintió para el kirchnerismo durante una década, sino que además espió a periodistas y opositores, “carpetazos” mediante?
Parte de la explicación de por qué muchos creen en las palabras de Stiuso se basa en la necesidad de culpar a Cristina por la muerte de Nisman. Sus acusaciones cuadran justo para quienes ostentan ese deseo. Pero no alcanza.
Soy el más interesado en que la expresidenta purgue prisión por los desaguisados cometidos en su gobierno —por caso, soy su principal denunciante en diversas causas— pero siempre debe ocurrir sobre la base de hechos que eventualmente la involucren.
En torno a la muerte de Nisman, no existe un solo elemento que complique a Cristina. Siquiera hay evidencia concluyente de que el fiscal especial de la causa AMIA hubiera sido asesinado. La propia jueza Fabiana Palmaghini lo admitió hace pocos días, justo antes de “darse vuelta” por motivos aún no del todo claros.
“Los motivos del presunto asesinato que expusieron las querellas dejan traslucir un pensar de los acusadores particulares teñido de subjetividad", dijo la magistrada hace dos semanas. Acto seguido, argumentó que no había pruebas suficientes de que el fiscal haya sido asesinado y rechazó enviar el caso a la Justicia federal.
Insisto, sería fabuloso que se comprobara la trama novelesca que algunos colegas de renombre refieren y que involucra a sicarios del kirchnerismo, pero falta lo básico: evidencias.
Ni siquiera el sentido común permite presumir algo así. Lo básico, por empezar: siendo que Nisman murió entre el sábado por la noche y el domingo por la mañana, ¿por qué recién el domingo por la noche Sergio Berni apareció en el lugar, supuestamente para “limpiarlo”?
Quienes insisten en que el exfiscal fue asesinado dicen que el exsecretario de Seguridad fue quien advirtió a Cristina sobre el hallazgo de su cuerpo. Ergo, la expresidenta se enteró luego de todo un día en el cual el cuerpo de Nisman permaneció sin vida en su departamento. ¿Cómo se entiende entonces que la exjefa de Estado fuera quien lo mandó a asesinar? ¿Suena lógico?
Si a eso se suma que jamás pudo probarse que alguien más estuviera junto a Nisman al momento de su muerte, todo se vuelve más complicado para los adoradores de las teorías conspiranoicas.
Ni qué hablar del hecho de que se comprobó el cuerpo del exfiscal trababa la puerta del baño donde yacía sin vida, por lo cual no pudo ingresar nadie más.
El único elemento que les queda a aquellos que persisten con la teoría del crimen de Nisman es la ausencia de rastros de pólvora en el arma que acabó con su vida. No obstante, no es excluyente.
Raúl Torre, el perito criminalístico más prestigioso de la Argentina, lo explicó de esta manera: “No es clave; cuando esta pericia da positivo, es incontrovertible; pero, si es negativa, no es determinante”.
El especialista ahondó para diario Perfil en la misma cuestión: “Depende del tipo de arma la cantidad de residuo que queda. Si es un arma con la recarga cerrada, de pequeño calibre o con un cartucho de buena calidad, el residuo será mínimo. Hoy todos debatíamos sobre el barrido electrónico y lo cierto es que yo he tenido casos de suicidios donde el resultado no encontró restos. Recuerdo uno de un hombre que se disparó con un calibre 32 y como la mano entró en contacto con un charco de sangre, la prueba dio negativo”, sostuvo.
El único perito de relevancia que insiste con la teoría del homicidio es Osvaldo Raffo, pero es interesado: trabaja a pedido de la exmujer de Nisman, Arroyo Salgado.
Otro especialista, Enrique Prueger lo refutó con sus propios argumentos: "No sé de qué se va a disfrazar (Raffo) para decir que esto fue un homicidio. Entre la página 139 y 145 de su libro Muerte violenta, que es el único libro que escribió de 239 páginas, dice textualmente lo mismo que apareció en el caso Nisman: departamento cerrado del lado adentro, escena ordenada, la víctima sin indicio de violencia".
Más aún: Según Prueger, "el equipo de Raffo cometió dos errores graves: entrar sin equipo de asepsia al lugar y, en cambio, entrar de traje como si fuera una audiencia oral. Los principales contaminadores también eran ellos ahí. Y, además, utilizaron luminol, que no se usa más desde el año 2005 porque afecta la prueba de ADN".
Lo que nadie quiere decir
Cuando Antonio Stiuso habla de Nisman, suele mencionarlo como alguien que hizo un gran trabajo en la causa AMIA, enfrentándose a grandes molinos de viento y arriesgando su vida. Sin embargo, ello está lejos de ser real.
Durante los primeros 10 años que ocupó el cargo de fiscal especial, Nisman no hizo ningún avance significativo. Tal es así, que los grupos de familiares de las víctimas del atentado a la AMIA lo reflejaron una y otra vez a través de puntuales comunicados y diversas exposiciones públicas.
Y si acaso alguien sospecha que exista alguna motivación política en esas quejas, solo debe dirigirse al expediente de marras y se sorprenderá por la inacción que sufrió durante una década. No hace falta recordar quién comandaba la investigación.
Y allí es donde todos deberían preguntarse cómo y por qué Nisman llegó a comandar semejante investigación. La verdad, cruda y dolorosa, es que todo fue a pedido de Stiuso, a la sazón el verdadero responsable del parate de ese expediente. Jorge Lanata lo explicó mejor que nadie en 2006:
El fiscal Alberto Nisman tiene serios problemas de memoria; hace algunos días volvió a repetir lo mismo que el año pasado: anunció avances en la investigación presentando sólo información vieja. El año pasado lo hizo con el espectacular descubrimiento del conductor suicida Ibrahim Berro, quien luego se convirtió en radicheta.
Este año repitió su modus operandi solicitando la captura de ocho iraníes por los que él mismo había pedido en 2003, y sin aportar un solo nuevo dato. El 21 de febrero de 2003 el fiscal detective Nisman solicitó junto al ahora ex fiscal José Barbaccia al destituido juez Juan José Galeano la captura de 22 iraníes basándose en información aportada a la causa por el espía Jaime Stiuso.
Vale la pena recordar que Barbaccia renunció luego de haber sido apartado de la causa en la que se le reprochan, entre varias irregularidades, el haber practicado filmaciones ilegales en la fiscalía a su cargo.
Ciertamente, el daño que hicieron Stiuso y Nisman a la causa AMIA es inconmensurable. Más allá del “frizamiento” de la investigación, hay docenas de irregularidades cometidas por ambos.
En tal sentido, no es casual que Stiuso haya sido acusado de desviar la denominada “pista siria” y avanzara en la insostenible “pista iraní”.
No es una cuestión de dogmas o creencias, hay evidencia concluyente contra Siria y ni una contra Irán. Lo dice quien desafió media docena de veces a Nisman a debatir la cuestión, sin éxito.
Sin ir más lejos, en 2007, cuando estaba escribiendo mi libro sobre AMIA, se lo pregunté frente a frente: “¿Por qué usted insiste con Irán si no hay una sola prueba y sí hay muchas contra Siria?”, le dije.
La respuesta de Nisman me dejó perplejo: “Sí hay pruebas contra Irán, pero las tiene la CIA y el Mossad”. Cuando le pregunté si las había visto, me confesó que no: “¿Por qué me mentirían?”, preguntó retóricamente. No hay remate.
Quien fue más sincero al respecto fue el director de Cultura de la DAIA, Moshé Korín, quien me confesó que Israel sabía que Irán era inocente, pero que lo necesitaban como culpable por su antijudaísmo explícito.
A pesar de la vasta evidencia acopiada, aún hoy, muchos periodistas siguen difundiendo las tres mentiras básicas del atentado a la AMIA: que fue un desprendimiento de la pelea entre árabes y judíos en Medio Oriente, que hubo un coche bomba que estalló en la puerta de la mutual israelí y que los culpables son iraníes.
En realidad, quienes impulsaron esas falacias fueron jueces como Juan José Galeano, fiscales como Mullen y Barbaccia —y posteriormente Nisman— y exespías de la otrora SIDE, principalmente dos: Miguel Ángel Toma y Antonio Stiuso.
Lo cierto es que, gracias al desvío de la investigación, este último se granjeó el cariño y la confianza de la CIA y el Mossad, como es de público conocimiento.
En esos días de 2004 llegó Nisman, puesto por Néstor y Cristina a pedido de Stiuso; y todos fueron felices. Repentinamente, el kirchnerismo debió cambiar su propio discurso respecto del tema AMIA.
Cristina, quien se cansó de arengar contra los sirios en los días en los que presidía la comisión que investigó los atentados en Buenos Aires, viró su postura radicalmente luego de un viaje relámpago a Estados Unidos: el nuevo culpable era Irán.
A cambio, el gran país del norte ayudó a la Argentina en las operaciones de canje de deuda realizadas en 2005 y 2010, quita mediante.
En esos días, Stiuso no tenía quejas sobre Cristina; y Cristina no tenía quejas sobre Stiuso. Todo lo contrario: el kirchnerismo utilizaba sus servicios para “apretar” a opositores, jueces y periodistas, “carpetazos” mediante. Y todos avanzaban juntos en pos de desinformar sobre el atentado a la AMIA.
Como dice el dicho, “una mano lava a la otra, y las dos lavan la cara”. Stiuso aportó sus servicios y pidió a cambio algunos favores: la designación de Nisman fue solo uno de ellos; también gestionó que la entonces esposa del fiscal hoy muerto, Sandra Arroyo Salgado, fuera designada jueza Federal de San Isidro, aún cuando no tenía los antecedentes necesarios para ocupar el cargo.
El kirchnerismo cumplió con todos sus pedidos y refrendó lo que pidió el exespía. Incluso hizo la vista gorda a los grandes negociados de Stiuso, que supieron involucrar el tráfico de drogas y el lavado de dinero.
Finalmente, todos terminaron beneficiados. Nisman planchó la causa AMIA, Arroyo Salgado persiguió judicialmente a periodistas y opositores del kirchnerismo; y Stiuso hizo lo que mejor sabe hacer… no hace falta repetirlo, ¿o sí?
Todo lo antedicho permite entender el contexto de lo que sucede en estas horas, donde pareciera que buenos pelean contra malos y, en realidad, pelean malos contra malos. Nadie zafa.
Lo arriba mencionado explica el porqué de las rimbombantes denuncias de Arroyo Salgado, la reaparición del oscuro Miguel Toma y la extensa —y repentina— “confesión” de Stiuso. Todo es una cuestión de intereses personales.
Dicho sea de paso, el otrora súper espía jamás explicó por qué nunca devolvió los llamados que le hizo Nisman horas antes de aparecer muerto.
Como sea, los medios demostraron, una vez más, su incapacidad a la hora de informar con responsabilidad. Se dejaron llevar por la pasión de lo que pareció una buena historia, aún cuando no existan elementos para sostenerla.
No es la primera vez que ocurre: el caso Candela Rodríguez, el triple crimen de General Rodríguez, la desaparición de la familia Pomar, e incluso la investigación AMIA, fueron algunos de los hechos que los medios cubrieron de manera irresponsable sin luego pedir disculpas.
El escándalo Nisman/Stiuso será solo uno más. Se ve que Paul Watson tenía razón al final: "Todo el mundo es hipócrita. No puedes vivir en este planeta sin ser un hipócrita".