Todo bien con las denuncias contra los Pérez Corradi, los José López, los Lázaro Báez, los Aníbal, los Boudou, los Echegaray y hasta la propia Cristina Kirchner y sus vástagos. Todos ellos deben ser juzgados y, eventualmente, purgar prisión.
Sin embargo, es hora de hablar también de Mauricio Macri y sus opacidades. ¿Qué hay de los Panamá Papers, ya no se hablará más al respecto? ¿Conforman las explicaciones livianas del presidente que finalmente se mostraron contradictorias?
¿Y qué hay de sus funcionarios más cuestionados como Néstor Grindetti y sus cuentas offshore? ¿Nadie discurrirá sobre el siempre incombustible gurú Jaime Durán Barba? ¿Y qué hay de Carlos Melconián y su resistencia a repatriar sus dólares foráneos? ¿No es hora de recordar que la mitad del gabinete de Macri tiene problemas con la Justicia?
Hay mucho más, incluso en lo que tiene que ver con la gestión diaria del macrismo. ¿Cuándo bajará la inflación? ¿Qué pasó con las prometidas —y demoradas— inversiones extranjeras? ¿Para cuándo un plan económico concreto y conciso?
Está muy bien señalar lo que hizo el kirchnerismo, una y otra vez si amerita, pero también hay que señalar lo que pasa en este gobierno, donde se sigue “ubicando” a dedo a personas en lugares claves de la administración pública, principalmente secretarías y subsecretarías.
Ello luego de haber desactivado cientos y cientos de contratos so pretexto de terminar con los célebres “ñoquis” del Estado.
La “herencia recibida” fue una buena excusa en los primeros meses, pero ya no da para más. La recesión no puede ser por eterna culpa de los Kirchner. Tampoco la ausencia de un plan concluyente para contener a la ciudadanía, especialmente después de los impopulares “tarifazos” de los últimos tiempos.
Hay muchas explicaciones que aún no se han dado, y es hora de exigirlas. No vale aquello de que es un gobierno incipiente, que recién da sus primeros pasos.
Con ese pretexto, el kirchnerismo hizo desastres durante sus primeros años de gobierno, con el acompañamiento de los principales medios de comunicación. Para cuando empezaron los cuestionamientos, ya era tarde: habían saqueado el país.
La observación de la gestión de un mandatario, cualquiera que fuere, es potestad de la ciudadanía toda y no debe dejar de hacerse. Con seriedad y responsabilidad, claro, pero sin caer en complacencias ni hacer “vistas gordas”.
Quien gobierna, maneja algo tan delicado como la cosa pública (la res-pública) y por ello es necesario que millones de ojos observen que eso se haga de manera correcta.
Como dice un viejo refrán del saber popular, “más vale prevenir que curar”.