El llamado que hizo ayer Marcos Peña a efectos de desactivar la movilización de hoy, denota la preocupación creciente del gobierno de Mauricio Macri respecto del nivel de conflictividad social que empieza a evidenciarse públicamente.
Ciertamente, el temor no es tanto a las centrales obreras sino al nivel de adhesión que estas ostentan. Una encuesta que se impulsó desde Casa de Gobierno durante el fin de semana vendimial atragantó a más de un funcionario: la mitad de los consultados apoyó la medida de la CGT y, la mayoría de esa franja de encuestados, aseguró estar disconforme con el rumbo económico del gobierno.
En ese contexto, el macrismo ha hecho gala de todos los artilugios posibles a efectos de deslegitimar la medida, pero no lo logró.
Quedó claro que ya no sirve hablar de la “herencia recibida” ni descalificar a los que marcharán diciendo que lo hacen por cuestiones políticas. La gente espera resultados concretos que resuelvan sus problemas de coyuntura, así de simple.
En ese contexto, hay declaraciones oficiales que echan más nafta al fuego. Por caso, ayer el jefe de Gabinete sostuvo que "las cosas no son de un día para el otro, recién vamos 15 meses de gestión". ¿Cuánto más hay que esperar acaso? ¿No ha pasado casi un tercio de la gestión de Macri?
Las palabras de Peña no ayudan, sobre todo cuando insiste en compararse con el kirchnerismo. "En 2014 la recesión fue mayor a la de 2016 y no hubo paro a la gestión de (la ex presidenta) Cristina Kirchner ni a la de (el ex ministro de Economía, Axel) Kicillof", dijo en las últimas horas. ¿Eso exime al gobierno de sus propias responsabilidades?
Es bien cierto que hay cierta intencionalidad política en la marcha —ello quedará refrendado cuando aparezcan grupos relacionados al kirchnerismo en la movilización—, pero también es real que hay reclamos legítimos por parte de las centrales obreras que, dicho sea de paso recordar, representan a los trabajadores.
El pedido de la CGT al gobierno es claro y contundente: "Esperamos que el Gobierno rectifique su política económica; si no, habrá una medida de fuerza de 24 horas", indicó al respecto Héctor Daer, uno de los miembros del triunvirato cegetista.
Para el macrismo se trata de toda una declaración de guerra: ¿Cómo pedirle a un gobierno liberal y de derecha que vire su propio timón en 180º?
Este punto en particular hace sospechar al oficialismo que hay una gran conspiración del peronismo en marcha. Ello explica los mensajes conciliadores en los cuales se ha llamado a incorporar a puntuales referentes del PJ en el gobierno, con Emilio Monzó a la cabeza de esa movida. Eso sí, jamás pasa de las declaraciones de buenas intenciones.
Hay un antecedente que Macri debería tener en cuenta a la hora de avanzar —o dejar avanzar— en esta estrategia: es lo que ocurrió con Fernando de la Rúa en 2001.
En julio de 2001, el entonces presidente radical intentó sellar un “pacto de unidad nacional” con el peronismo de entonces y lo único que logró es mostrar fragilidad en su propia gestión. La misma que terminó conspirando en su contra.
Como sea, al macrismo no se le escapa que detrás de los integrantes del triunvirato de la CGT se esconden tres pesos pesados del sindicalismo: Hugo Moyano, Antonio Caló y Luis Barrionuevo.
De hecho, el trío —conformado por Héctor Daer, Carlos Acuña y Juan Carlos Schmid— llegó a la cima de la central obrera tras un acuerdo entre las tres vertientes en las que estuvo dividida: la CGT Azopardo, la Oficial y la Azul y Blanca.
Barrionuevo, que supo ser el más conciliador con el macrismo, en las últimas semanas ha endurecido su postura para con el oficialismo, coindiendo con Moyano quien tiene un claro distanciamiento con el gobierno, el cual se profundizó a niveles insospechados luego de la última reunión que tuvo con Macri a mediados de diciembre de 2016 a puertas cerradas.
El caso de Caló es aún más elocuente: aún no pierde sus vínculos —y contactos— con el kirchnerismo. En el marco referido, los temores del macrismo tienen algún basamento concreto. Ello explica por qué el presidente puso al lado de sus funcionarios a Eduardo Duhalde mientras pronunciaba su discurso en la Asamblea Legislativa: el otrora hombre fuerte de Lomas de Zamora quiere disputar con José Luis Gioja la titularidad del PJ nacional.
Resumiendo: es bien cierto que se ha colado la política en la movilización de este martes, el tiempo dirá en qué medida, pero no es menos real que quienes salgan a las calles lo harán con la espontaneidad que surge de la preocupación por el rumbo de la economía de estos días.
Más allá de los discursos rimbombantes y los buenos augurios, hasta ahora Macri no ha logrado domar la coyuntura.
Como dijo alguna vez Domingo Perón —si cabe—, “la única verdad es la realidad”.