Cristina mira, analiza, susurra, vocifera, grita, calla, llora. Es una gran “tiempista”, de las mejores.
Alguien me dijo alguna vez: “Tendría que haber sido actriz”. Hoy lo supe, luego de su rentado lanzamiento, en medio de un estadio repleto en Sarandí, provincia de Buenos Aires.
Vaya curiosidad, la cancha lleva el nombre de uno de los personajes más corruptos de la historia argentina, Julio Grondona. ¿Casualidad o causalidad? ¿Una mala broma de algún organizador?
Poco importa, lo grueso fue lo que dijo hoy… y lo que no dijo. Todos esperaban su lanzamiento, que finalmente no fue. ¿Todos lo esperaban? Me equivoco en la apreciación, es un núcleo, mínimo.
Ostentoso frente al vacío que la militancia le endilga a otros referentes, pero mínimo al fin. Si todos los que fueron a verla la votaran, Cristina quedaría lejos del primer lugar en las legislativas de octubre. ¿Mala leche? Para nada, es algo descriptivo, no valorativo.
Si quisiera ser mal intencionado recordaría todas las causas judiciales que la jaquean, los desaguisados de su gobierno —junto al de Néstor— y el enorme enriquecimiento que ostentó en los años que le tocó ser jefa de Estado, escándalos de corrupción mediante.
Pero no, no soy “mala leche” y no lo diré en voz alta. Tampoco recordaré que su patrimonio creció 3.540% en solo ocho años, a razón de 26 mil pesos… ¡por día!
Me fui por las ramas, perdón… vuelvo: ¿Qué busca Cristina? ¿Por qué insiste en volver a la arena de la política? Especulo, no sé: ¿Amor por la gente? ¿Interés en mejorar la cosa pública?
Me es imposible creer que la otrora mandataria busque cualquiera de esas dos cosas. Me cierra más la idea de que busca fueros y poder, en medio de complicaciones judiciales varias. Lo demás no le importa.
Sabe que es su última chance, que una derrota la dejará afuera para siempre en sus pretensiones de regresar en 2019 como presidenta. El espejo de Menem la refleja mejor que nadie. Y lo sabe.
Su imagen negativa es hiperbólica, generando un rechazo más fuerte que los insoportables ajustes que refrenda a diario el macrismo. El gobierno festeja, porque la ciudadanía no habla de las complicaciones económicas. No, todos hablan hoy de Cristina.
Sus críticas a Macri provocan el efecto contrario al deseado. Lo engrandecen, porque nadie le cree ya. O muy pocos.
“Si Cristina critica a Macri significa que Macri está haciendo las cosas bien”, me dice un atribulado amigo. Un análisis simplista y errado, pero multiplicado por cientos de miles de personas.
Flaco favor el de la expresidenta al oficialismo de turno, enorme ciertamente. Es el macrismo quien ganó este martes luego del acto cristinista. Nadie más.
La exjefa de Estado no pudo siquiera definir su candidatura, estuvo allí sola, parada en medio de la nada, apenas rodeada de históricos impresentables y sin el apoyo del esquivo PJ.
¿Qué más se puede decir? Está claro que Cristina ha hecho carne la frase del escritor Enrique Jardiel Poncela: “El que no se atreve a ser inteligente, se hace político”.