“Me llamaron grupos feministas amenazando con hacer pintadas y escraches”. La frase la pronunció esta mañana la directora de la Biblioteca San Martín de la Ciudad de Mendoza, Marta Babillón, justo antes de decirme que no podría presentar mi último libro de investigación, Trimarco SA.
Ello a pesar de que hice el trámite pertinente y me fue aprobado hace varias semanas por esa misma institución.
“¿Tan fácil es? ¿Llama alguien, amenaza y ustedes censuran a aquel con quien se habían comprometido?”, le respondí con enorme desazón.
La cara de Babillón estaba petrificada, no sabía qué decirme. Insistí entonces: “¿Quién me paga la publicidad que hice hasta ahora, incluidas las invitaciones y promociones pagas en redes sociales?”. Silencio.
En estas horas, me invade la bronca, porque me ha ocurrido algo que pensé que no sucedería nunca más, luego de los años trágicos de la última dictadura argentina: he sido censurado.
Las explicaciones de Babillón no alcanzan, porque son pueriles. ¿Puede un llamado telefónico ser más poderoso que una decisión de un funcionario del gobierno de Mendoza? ¿No suena absurdo por donde se lo mire?
Una digresión al respecto: ¿Ya hizo la funcionaria la pertinente denuncia por amenazas? El dato es crucial.
Quienes impulsaron la movida son un grupo de ultrakirchneristas, encabezados por un tal Daniel Arias Fuenzalida, quien en su perfil ya advierte no ser muy lúcido: “No soy nada. Nunca seré nada. No puedo querer ser nada”.
También aparecen otros ladriprogresistas como Gisella Ferraro, Facundo Ceballos, Lu Caram, Natalia Gurruchaga, Laura Rudman, Sara Rosales y Chalo Indiveri.
Ninguno de ellos me arrobó en sus publicaciones de Facebook, lo cual muestra a las claras la manera en que se mueven. Tampoco se animaron a debatir sobre el tema, lo cual suena lógico ya que desconocen el expediente judicial.
Lo peor de todo es que se movieron contra un libro que ni siquiera leyeron, ¡Brutos!
Estoy en desacuerdo con varias docenas de colegas, pero jamás he movido uno solo dedo para censurar sus pensamientos. Todo lo contrario, he denunciado yo mismo cuando algo así les ha ocurrido.
Al censurarme, esta gente no entiende nada. Desconoce al básico derecho a la expresión y opinión.
Por ello, lo que ha ocurrido es un papelón, del cual daré mayores detalles a futuro, porque ostenta condimentos tan imperdibles como vergonzosos.
Ante lo ocurrido, espero el llamado de algún funcionario de Mendoza, cualquiera que fuere, no solo para que se solidarice conmigo, sino para que además me brinde las explicaciones del caso.
Mientras tanto, les hago saber que la presentación se hará igual, en la puerta de la misma Biblioteca, ubicada en San Martín 1843 de la Ciudad de Mendoza.
Se trata de un espacio público, allí no podré ser censurado… Espero.
Encuesta para sacarnos las dudas: para vos @SusanaTrimarco es una...
— Christian Sanz (@CeSanz1) 10 de agosto de 2017