Muchas veces, el simple hecho de ser periodista pone a uno frente a diversas encrucijadas, en el contexto de elecciones que no son nada sencillas de resolver. ¿Debo contar tal o cual cosa aunque sea políticamente incorrecto? ¿Tolerará la sociedad que se diga algo que echa por tierra sus propios dogmas de fe?
He vivido esa sensación una veintena de veces, ya sea investigando temas de enorme relevancia como la muerte del hijo de Carlos Menem y el atentado a la AMIA; también hechos no tan trascendentes como el triple crimen de General Rodríguez, la muerte de Candela Rodríguez y muchos otros espinosos acontecimientos. Siempre supe que contar la verdad detrás de esos —y otros— casos me traería grandes dolores de cabeza, aún cuando posteriormente otros medios llegaran a la misma conclusión que yo. Ser el primero en refutar historias oficiales tiene su costo: para muchos es incómodo aceptar realidades que no están aún admitidas a nivel general.
Sin embargo, el periodista debe estar exento de esas dicotomías, solo debe contar lo que sabe que está chequeado y basado en fuentes fidedignas.
Lo antedicho viene a colación de lo que decidí investigar hace unos años, cuando me metí de lleno en el controvertido caso de Marita Verón.
Luego de hablar con diversas fuentes de información, cotejar documentos y analizar el expediente judicial, descubrí que nada era como se decía públicamente: abundaban las mentiras y contradicciones, principalmente por parte de Susana Trimarco, madre de la evaporada Marita.
A pesar de los consejos de algunos colegas, que argumentaron que era mejor callar a tener que tolerar el escarnio público, decidí publicar el resultado de mi investigación a través de un libro titulado Trimarco SA.
Ello provocó que fuera duramente injuriado —sin fundamentos— a través de cobardes y falaces páginas anónimas en Internet. También fui censurado por el secretario de Cultura de Mendoza, Diego Gareca (junto con la directora de la biblioteca San Martín, Marta Babillón) cuando quise presentar mi libro en esa provincia.
A su vez, fui calumniado en la web por los erráticos abogados de Trimarco, Carlos Varela Álvarez y Carlos Garmendia.
El primero de ellos cobró celebridad por haber defendido a delincuentes de la talla del narcoterrorista Monzer Al Kassar y el "valijero" Alberto Flamarique. A uno, por falsificación de documentos públicos; al otro, en el marco de la causa que se abrió durante el gobierno de la Alianza por los tristemente célebres sobornos en el Senado.
A su vez, Garmendia es famoso en Tucumán por haber estado preso en 2015 por desorden; luego, en 2016, fue suspendida su matrícula por extorsionar y hostigar a una delegada gremial.
¿Qué pueden decir estos “profesionales” sobre mi persona?
Sin conocerme, Varela Álvarez presionó a los foros judiciales de Tucumán para que yo no prestara declaración en la causa Verón.
Los pongo en contexto: en 2011 pedí ser llamado a declarar a efectos de hacer entrega de la documentación y grabaciones que logré acopiar a lo largo de mi indagación.
Finalmente, ello no pudo concretarse por la presión del letrado Varela Álvarez. ¿Qué es lo que temía? ¿Por qué intentó silenciarme? Son solo algunas de las preguntas que aún hoy me hago.
Sería muy sencillo desacreditarme en pleno ámbito judicial si es que miento en mis declaraciones, incluso podría ser pasible yo de una dura sanción penal por falso testimonio.
Debo aclarar a esta altura que no soy un neófito en lo que a colaboraciones judiciales respecta. He aportado mi propio testimonio junto a evidencia colectada a través de mis exhaustivas investigaciones, en más de 50 causas judiciales, las cuales involucraban a personajes de diversa extracción política e ideológica. En ninguna de esas oportunidades se me acusó jamás de ser parte de operación alguna, sino todo lo contrario. Siempre se destacó mi puntillosidad y honestidad.
También debo mencionar que soy el periodista más querellado de la Argentina —odio reiterarlo una y otra vez, pero me es preciso hacerlo—, no solo por parte de funcionarios del kirchnerismo, sino también en su momento por referentes del menemismo, el delarruismo y hasta el duhaldismo. Jamás he perdido un solo juicio penal, lo cual habla a las claras de cómo manejo la información que poseo.
He escrito ocho libros de investigación, he ejercido la docencia y muchas de mis indagaciones fueron elogiadas fuera del país. ¿Puede alguien creer que con semejante reputación podría yo ser parte de una operación de prensa, cualquiera que fuere?
Para que no queden dudas: desafío a cualquiera a debatir el caso Verón sin apasionamiento, solo sobre la base de la evidencia fáctica y la lógica pura.
Los testimonios que desacreditan la historia oficial —la que asegura que la mujer fue secuestrada— aparecen por doquier en el mismísimo expediente. Por caso, hay dos de ellos que no pueden considerarse "interesados": es el de los hermanos César y Elvira Acosta, quienes declararon que vieron a Marita pocos días después de su rapto y que "no estaba golpeada ni lastimada, tampoco tenía la ropa sucia".
Otro testimonio es el de la tucumana Irma Abraham, quien asegura que se encontró con la hija de Susana Trimarco dos días antes de su desaparición y que allí la joven le reveló su idea de irse de su casa y, eventualmente, del país.
A esas palabras se suman las de otra docena de testigos, los cuales coinciden en tirar abajo la trama oficial. Es parte de una historia que abunda en contradicciones.
Dicho sea de paso, ¿no es sintomático que ninguna ONG de las que luchan contra la trata le crea a Trimarco?
Para refutar algunos de los mitos de esta interesada trama, basta leer la impecable declaración brindada por el ex secretario judicial de Tucumán, Ernesto Baaclini, quien puso en duda la veracidad de los dichos de los principales testigos presentados por Trimarco al afirmar que ”ninguna de las Marita vistas por ellos en La Rioja y Tucumán son coincidentes, lo que me hace dudar que realmente haya sido secuestrada por la fuerza”.
Inclusive en un transcurso de su declaración se permitió dudar de la culpabilidad de los proxenetas riojanos y apuntó los cañones contra el entorno familiar de Verón.
El funcionario se encargó de remarcar las contradicciones entre fechas y lugares que fue vista la hija de Trimarco por los testigos reservados que fueron declarando en la causa.
Tampoco se trata del único funcionario judicial que supo criticar el desempeño de la madre de Marita. El juez de instrucción riojano Daniel Moreno, injuriado por Trimarco en más de una oportunidad, también dejó su verdad a la hora de defenderse de sus ataques: "Ella no opinaba lo mismo cuando yo decía que el mismo Gobierno le pagaba lo que consumía, dónde dormía y hasta la peluquería". Ello durante el año 2006, durante el mandato de Ángel Maza en La Rioja.
La mamá de Verón acusó en su momento a Moreno de ser quien trabó la investigación judicial, pero es sabido que el magistrado jamás tuvo ese expediente en sus manos. La única participación del funcionario fue haber recibido un exhorto desde la justicia tucumana que le entregó a la policía para llevar adelante un allanamiento.
Encuesta para sacarnos las dudas: para vos @SusanaTrimarco es una...
— Christian Sanz (@CeSanz1) 10 de agosto de 2017
En este punto, hay tres interrogantes que debería responder la propia Susana Trimarco:
1-¿Por qué nunca se ahondó en la hipótesis del secuestro como consecuencia de deudas de juego ocasionadas por su esposo, Daniel Verón, tal como ella misma denunció en las primeras fojas del expediente judicial? La madre de Marita olvida sus dichos con gran facilidad, como cuando pidió que se investigue a David Catalán, pareja de Marita, como autor del posible “asesinato” de su hija. Todo ello, como se dijo, consta en la causa de marras, donde sobrevuelan también las sospechas de que la joven se hubiera fugado de su casa a efectos de hacerse un aborto.
2-¿Por qué la mujer insiste en acusar públicamente al proxeneta Rubén “Chancha” Ale por la evaporación de su hija, pero jamás pidió que sea llamado a declarar judicialmente? ¿Por qué su marido aseguró en sede judicial que jamás lo había acusado por ese hecho?
3-¿Por qué la madre de Marita elogió públicamente al exgobernador José Alperovich y su mujer, Beatriz Rojkés, dos de los principales responsables de la trata de personas en Tucumán? La propia Trimarco lo advirtió en febrero de 2012: “Yo, de estúpida me iba a la Casa de Gobierno (provincial): estaba toda la mafia ahí. (...) Son los que manejan la droga y la prostitución en esta provincia. Yo no sé por qué todo el pueblo de Tucumán no se anima a enfrentarlos". La explicación tal vez repose en los millonarios fondos que la fundación María de los Ángeles Verón supo recibir por parte del otrora mandatario tucumano.
Por todo lo dicho, por mucho más, es la madre de Marita la que debería dar explicaciones por esta y otras incongruencias discursivas en las que incurre una y otra vez.
No se trata solo de lo que figura en el expediente judicial que investiga la evaporación de la hija de Trimarco. Cualquiera que camine por la periferia del Parque 9 de Julio de Tucumán, donde yo mismo estuve indagando al respecto, podrá escuchar de primera mano lo ocurrido con Verón.
Insisto: mi investigación a ese respecto ha sido extensa, dedicada y cuidadosa.
Por eso me decidí a escribir mi libro, para que ustedes tengan acceso directo a una verdad que muchos no quieren que se conozca. Sin intermediarios y sin distorsiones.
No es poco.