Los incidentes que se dieron el jueves pasado en la periferia del Congreso Nacional, en el marco de la discusión por la mal denominada “reforma previsional”, fueron la postal de la irracionalidad política, de un lado y del otro.
Los kirchneristas, junto a erráticos grupos de izquierda, pergeñaron una jornada de violencia que olió a desestabilización —no hay elementos para confirmarlo, pero así pareció—; a su vez, los macristas abusaron del poder de fuego de la Gendarmería, que terminó afectando a propios y ajenos.
¿Cómo olvidar las imágenes de puntuales fotógrafos alcanzados por dañinas balas de goma?
Más allá de la responsabilidad oficial, que amerita una exhaustiva explicación por parte de la ministra Patricia Bullrich, es sintomático que los mismos grupos que impulsaron la violencia referida hayan callado en su momento respecto de los incidentes acaecidos durante el kirchnerismo, mucho más graves que los vividos el pasado jueves.
¿Dónde estaban todos ellos en diciembre de 2013, cuando los incidentes derivados de huelgas policiales en diversas provincias arrojaron la friolera de 14 muertos? En esos días, la violencia fue tal que la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) manifestó su “profunda preocupación”. Mientras tanto, Cristina bailaba y tocaba el bombo junto al grupo El Choque Urbano, como puede verse en el siguiente video:
Un año antes, en 2012, hubo saqueos que también pasaron por alto a los grupos hoy en ebullición. Son las mismas agrupaciones que permanecieron escondidas en 2010, cuando los incidentes en el Parque Indoamericano, en diciembre de 2010, dejaron otros cuatro muertos. Y así sucesivamente.
Ergo, ¿desde qué supuesto pedestal se atreven a hablar esos grupos en estas horas? ¿Cómo explican su silencio durante 12 años?
La respuesta de aquel mutismo es tan cruel como cínica: entonces no gobernaba un “derechoso” como Macri sino una “progresista” como Cristina, a quien todo le estaba permitido, incluido el saqueo del Estado.
Eran días en los que Horacio Verbitsky desconocía lo que era la corrupción política. Ni una línea sobre los Lázaro Báez, o los Cristóbal López, o los Luis D’Elía, o los Aníbal Fernández. El ladriprogresismo a pleno pareció amnésico ante los desaguisados K.
Ahora, cuando el kirchnerismo está lejos del poder, todos se acordaron de salir de sus madrigueras. Bien oportunos, ciertamente.
Como dijo alguna vez el dramaturgo francés Molière, “la hipocresía es el colmo de todas las maldades”.