Ayer nomas, Oscar Aguad se presentó ante la Comisión Bicameral Investigadora sobre la Desaparición del ARA San Juan.
A cinco meses de la evaporación de los 44 tripulantes de la nave, el ministro de Defensa sorprendió a propios y ajenos al negarse a jurar antes de comenzar su exposición.
Sin embargo, el funcionario asombró aún más al asegurar que el submarino fue intentado rastrear a través de personas con supuestos poderes paranormales. “Lo hemos buscado, hemos puesto hasta videntes arriba de los barcos”, reconoció sin ponerse colorado.
Aguad se escudó en el hecho de que habrían sido los familiares los que pidieron que se llevara adelante la insólita medida. Ello, no obstante, no lo excusa.
¿No es absurdo hacer una erogación semejante en medio de un tema tan delicado? ¿No es casi una burla?
He escrito hasta el hartazgo respecto de la inexistencia de personas con poderes sobrenaturales.
De hecho, vengo desafiando hace más de 20 años a todos los “manochantas” que juran ser dotados para que lo demuestren de manera clara y concisa, a través de un sencillo protocolo elaborado por mí. Si lo logran, prometo pagarles 10 mil dólares.
Este es el cheque que llevo siempre en mi billetera
Han desfilado ante mí clarividentes, tarotistas, numerólogos y tantos otros “pretenciosos” de los poderes paranormales. Ninguno —ni uno— pudo superar el desafío. Sencillamente porque no es algo que la ciencia haya podido comprobar.
En ese contexto, era obvio que ocurriría lo que ocurrió: que los “videntes” jamás encontrarían el ARA San Juan.
Lo anticipé hace meses, en esta nota, cuando trascendió que se usaría el servicio de los adivinos para rastrear al submarino: “el trabajo que harán los supuestos clarividentes en pos de encontrar el ARA San Juan será un completo fiasco. Lo anticipo aquí mismo… y lo firmo”, sostuve.
Y no me equivoqué.