Alberto Fernández gusta decir que en su gobierno terminará definitivamente con la “grieta” en los medios de comunicación. Más aún, jura que él fue quien supo salir en defensa de los periodistas que Néstor Kirchner atosigaba.
Sin embargo, a poco de ser bendecido como candidato a presidente por parte del kirchnerismo, discutió con tres colegas en el mismo día. Se veía visiblemente molesto por las preguntas que le hacían, relacionadas a sus propias contradicciones discursivas. Mal comienzo.
Ello hizo que muchos recordaran sus aprietes al periodismo en los idus del kirchnerato, de lo cual he escrito in extenso en Tribuna de Periodistas. Básicamente porque fui uno de los que sufrió esos embates.
Pero no fui el único: los colegas de diario Perfil, revista Noticias y otros pocos medios, debieron tolerar exactamente lo mismo. No fue la suerte que corrieron los trabajadores de Clarín, La Nación, Página/12 ni Infobae, que en ese momento estaban alineados 100% con los K.
En ese insoportable universo, hubo quienes sufrieron crueles e imperdonables presiones, como Julio Nudler en el año 2004: un artículo periodístico sobre la figura de Alberto Fernández provocó la furia del hoy candidato presidencial por el Frente de Todos y la consecuente censura.
Página/12 jamás publicó esa columna, y terminó siendo reproducida por este y otros portales independientes a pedido del propio colega.
No fue el peor de los casos: quien más sufrió los ataques del kirchnerismo fue Pepe Eliaschev. Su programa “Esto que pasa”, que se emitía en Radio Nacional, fue censurado el último día del año 2005. Todo por sus críticas hacia el gobierno de Néstor Kirchner, siempre efectuadas con elegancia y altura.
La persona que le comunicó la mala nueva fue la directora de esa emisora, Mona Moncalvillo, quien le dijo sin más ni más: "Negro, c´est fini".
Para no dejar dudas al respecto, la mujer le reconoció a diario La Nación que la decisión había sido consensuada con Enrique Albistur, entonces secretario de Medios; y Alberto Fernández, en esos días jefe de Gabinete de Ministros de la Nación.
A efectos de escuchar la otra campana, el mismo matutino intentó comunicarse con ambos funcionarios “sin resultado”, tal cual se describe en una crónica de entonces. O sea, Fernández bien pudo haberse defendido de la grave acusación, pero prefirió no hacerlo. Sencillamente, porque fue él quien decidió la censura, como en muchos otros casos.
Ante dicha situación, cabe preguntarse: ¿Por qué habría que creer que ahora ha cambiado y se ha vuelto un muestrario de republicanismo? Y otra pregunta: si así fuera, si Fernández decidiera ser más tolerante con la prensa, ¿le permitirían Cristina y/o La Cámpora avanzar en esa eventual senda?
A principios de 2006, cuando se discutía lo sucedido con Eliaschev, hubo quienes llegaron a sostener que todo se trataba de una cuestión "presupuestaria". Que Radio Nacional no podía solventar los gastos del periodista y su equipo de producción.
Sin embargo, la mentira duró poco: se derrumbó cuando se supo que era el propio Eliaschev el que llevaba adelante la producción radial sin percibir honorarios de la emisora oficial y solventándose con publicidad privada.
Para quien desee conocer los detalles de la trama aquí contada, solo debe leer el libro "Lista Negra", donde el colega no solo puntualiza sobre ese hecho, sino que además lo compara con lo que le ocurrió en los años 70, cuando debió exiliarse por las amenazas que le endilgaban los militares que detentaban el poder durante la última dictadura argentina.
Luego, en 2013, Eliaschev recordaría las palabras de Cristina en 2007, cuando dijo "Me gustaría ser un país exportador como Alemania, con un altísimo grado de tecnología".
Concluiría el reputado colega: "Seis años más tarde, el 'me gustaría ser como Alemania' devino en un melancólico recuerdo, porque el país se parece hoy en muchos sentidos a Venezuela".
Un año más tarde, en 2014, Eliaschev fallecería y dejaría un vacío que ningún otro periodista llenaría nunca jamás.