Debe reconocerse que Cristina Kirchner es ingeniosa, ocurrente. Se trata de un elogio de este periodista, ojo. Ninguna crítica.
Porque suele manejarse de manera diferente a como lo hacen sus colegas, los referentes políticos de cabotaje. Ya sea para anunciar un acto de gobierno, ya sea para defenderse de alguna acusación. O lo que sea.
Este lunes, por caso, Cristina dio fe de ello: se presentó en la justicia y aseguró allí que ha sido víctima de la persecución del macrismo a nivel judicial, todo por una supuesta deuda a la AFIP en concepto de Impuesto a las Ganancias de los años 2011, 2012, y 2016.
Apeló al viejo recurso del “lawfare”, término que omite mencionar cuando le preguntan acerca del sobreseimiento que la benefició en 2009 junto a su marido, por enriquecimiento ilícito. Curiosa miopía.
Según la expresidenta, el gobierno de Mauricio Macri habría armado “verdaderos grupos de tareas” desde las distintas agencias del Poder Ejecutivo Nacional (AFI, AFIP, UIF, OA, etc…) “que articularon una feroz e inédita campaña de persecución contra mi persona y mi familia”.
Lo antedicho amerita varias reflexiones. A saber:
-¿Por qué Cristina habla de “grupos de tareas” en distintos organismos del Estado, pero solo denuncia lo ocurrido en la AFIP, que es el menor de los delitos por los que se la acusa?
-¿Por qué eligió un juzgado Federal de Rio Gallegos para hacer la presentación? ¿Acaso busca jugar “de local”?
-¿No es raro que la supuesta maniobra contra ella se haya iniciado el 26 de octubre del 2017, cuatro días después de ser electa senadora Nacional por la Provincia de Buenos Aires? ¿No era mejor “embocarla” sin fueros si había tal conspiración?
-¿Cuál sería el interés de complicarla con un delito que ni siquiera prevé la prisión? ¿No era mejor inventarle algo más sustancioso, que la lleve tras las rejas?
-¿Cómo puede ser tan caradura Cristina de hablar de persecución cuando ella usó todos los recursos del Estados para perseguir a referentes opositores, empresarios jueces y periodistas, usando incluso la cadena nacional para hacerlo?
-¿Por qué aún no explicó cómo hizo para que su patrimonio creciera 3.540% en ocho años, a razón de 26 mil pesos por día?
-¿Por qué dijo en 2012, en Harvard, que su fortuna la había “amasado” como “abogada exitosa” cuando no se conoce un solo escrito firmado por ella ni tampoco una sola persona física o jurídica a la que haya representado profesionalmente?
-¿Cómo se explica qué Cristina jamás refutara o respondiera a su propio ex contador, Víctor Manzanares, que la acusó que haberse enriquecido en 10 mil millones de dólares de manera ilegal?
-¿Por qué ningún juez o fiscal la llamó a declarar cuando confesó que los fondos de Santa Cruz —unos mil millones de dólares que les dio Domingo Cavallo a ella y su marido— se habían “evaporado” así como así?
Hay muchas más preguntas, todas ellas incómodas. Ya se formularán cuando sea oportuno.