Podría contar mucho sobre Martín Sabbatella, quien acaba de ser condenado a seis meses de prisión en suspenso por abuso de autoridad. Un tipo oscuro, peligroso como pocos. Básicamente porque no está en sus cabales.
No es una exageración ni un dato peyorativo, sino más bien una descripción de su personalidad. Una característica que refieren casi todos los que han trabajado con —y para— él.
“Es un fundamentalista, que vive sacado y que nunca dará el brazo a torcer, ni siquiera si está equivocado. Mejor nunca discutir con él, porque puede llegar a lugares quea los que no conviene llegar”, me dijo hace 15 años alguien de su propio equipo de prensa.
Le empecé a seguir el rastro en 2003, cuando despuntaba como intendente de la localidad de Morón.
Había llegado allí como sucesor natural de Juan Carlos Rousselot, quien había hecho estragos en el mismo distrito a través de una gestión que dejó más penas que gloria.
Sin embargo, a poco de llegar, Sabbatella logró superar a este último, en todo lo malo. Su gestión no careció de hechos de corrupción y escándalos relacionados con el clientelismo político e incluso la droga.
En Tribuna de Periodistas lo hemos contado a través de una treintena de notas de investigación, cuyo puntapié inicial se dio en 2005, con un artículo de mi autoría titulado “Morón en la mira”.
Allí conté los detalles de la muerte de un joven llamado Marcelo Gómez, cuya trama fue “tapada” por el sabbatelismo a través de una puntera llamada Mirta Contreras.
A partir de allí, junto a diferentes colegas del mismo portal —como Roberto Cuzzani, Pedro Alejandro Ivanoff, Carlos Forte y otros— fuimos desenmascarando diferentes tramas de corrupción, principalmente en cuestiones relacionadas con licitaciones y contrataciones municipales. También dejamos expuesto el sistema perverso del sabbatelismo a la hora de manejarse con los medios. Plata a cambio de silencio… así de simple.
De esa manera, Sabbatella logró permanecer durante una década en el poder sin ser molestado por los medios, siquiera mínimamente. Hizo y deshizo a su antojo, compró y coaccionó, y se enriqueció ilegalmente.
Durante su mandato, creció en Morón el uso y comercialización de drogas, y se multiplicó exponencialmente el delito. Una gestión para olvidar.
Luego, cuando culminó su gestión como intendente, a pesar de provenir de las filas de la Alianza, no dudó en alinearse con el kirchnerismo. Como si alguien que era de Boca se hubiera hecho de River, de un día para otro. Inexplicable.
A partir de entonces, Sabbatella se volvió el principal sicario mediático de Néstor y Cristina, principalmente en su embestida contra el grupo Clarín.
En tal sentido, no dejó desatino por cometer… ni delito. Porque, como se dijo al principio de esta nota, fue condenado por abuso de autoridad en el marco de la aplicación de la Ley de Medios, cuando estaba al frente de la AFSCA.
Su ensañamiento contra el holding que comanda Héctor Magneto fue tal, que el juez Ariel Lijo reflejó en su fallo el siguiente texto: “De lo que se trata es de garantizar la vigencia del Estado de derecho y su alcance, y de cómo el Estado debe actuar respecto de un particular se trate de quien se trate”. Más claro, echarle agua.
Es muy grave el daño que hizo Sabbatella a la democracia, pero más aún lo fue el hecho de que lo respaldara todo un gobierno. Porque Cristina Kirchner avaló todos y cada uno de sus actos, incluso con sus cómplices silencios frente a su avasallamiento.
Ello explica por qué el neo kirchnerismo premió a Sabbatella con un cargo al frente de la Autoridad de la Cuenca Matanza Riachuelo (ACUMAR). La inmolación tiene su recompensa.
Pero no fue solo por embestir contra el grupo Clarín: Cristina lo premió por haber aceptado acompañar a Aníbal Fernández como candidato a vicegobernador bonarense en 2015, algo que no todos los estómagos pueden digerir. ¿Quién querría estar al lado de alguien megasospechado de narcotraficante caminando las calles del conurbano?
Mucho más podría contar sobre Sabbatella, como su confesión de que nunca terminó el secundario, o sus bravuconadas patoteriles contra los medios independientes, o el papelón del 7D… pero no hace falta.
Solo lo reivindicaré por una cuestión puntual: durante dos años autorizó la pauta publicitaria de Morón en este mismo portal.
Mientras lo destrozábamos periodísticamente, el tipo seguía pautando. Aunque no era mucho dinero, hay que sacarse el sombrero por ello. Por el gesto.
No obstante, un día se cansó de nuestras notas y se acabó la publicidad oficial. Hubo, como se presume, intentos de que moderáramos nuestra línea editorial, pero preferimos elegir la independencia antes que el dinero estatal.
Quería contarlo porque, como decía mi abuela, “lo cortés no quita lo valiente”.