Luis Majul es toda una “rara avis” dentro del mundo del periodismo. Supo forjar una carrera profesional con tesón y voluntad a lo largo de tres décadas, para luego echar todo por tierra, con una facilidad pocas veces vista.
Los años del macrismo fueron demoledores en tal sentido. Porque fue en esos días en los cuales decidió rifar su poco prestigio. No fue gratuito: la pauta oficial le dio el impulso que la vocación no quería regalarle.
Entonces, llegó a convertirse en una suerte de “sicario” del gobierno de Mauricio Macri, dispuesto a lo que fuera para defender la figura del entonces presidente y su entorno.
Ni siquiera lo hizo “jugando limpio”, como se espera que haga un hombre de prensa. No. Sus avanzadas fueron nutridas por lo peor de la inteligencia vernácula, como se comprobó en los últimos días, en el marco de la investigación por presunto espionaje ilegal que enchastra al macrismo.
De los teléfonos de los agentes investigados —y complicados judicialmente— surge claramente que la banda espía comandada por Alan Ruiz “operaba” a Majul para sus fines non sanctos.
Incluso le pasaban información que luego era retransmitida por él como un logro del “equipo de producción de La Cornisa”. Nada más alejado del concepto de periodismo.
A esta altura no hace falta recordar que Ruíz es uno de los que está detenido por ser parte de la banda de espionaje M.
¿Cómo se vuelve de semejante papelón? ¿Qué decir ahora ante tamaña revelación, que expone a Majul en su verdadera dimensión, la de un “operador a sueldo”?
El propio periodista tragó saliva el día que Alberto Fernández ganó las PASO presidenciales, porque sabía que, más temprano que tarde, se conocerían los mensajes incriminatorios.
¿Ello motivó acaso que fuera a visitar al recién electo jefe de Estado el miércoles 14 de agosto de 2019? ¿Fue a efectos de pedir clemencia por lo que sabía que vendría?
El propio Majul reveló públicamente que intentó avanzar en “un acercamiento” con Fernández en esa gris jornada de agosto.
Acto seguido, hizo una autocrítica —¿a pedido de Alberto?— que incluso fue televisada: "Quizás me encerré en una postura cómoda: preferí poner el ajuste en la mega-corrupción de Cristina (Fernández de Kirchner) y los amigos del poder, que la sigue habiendo, y minimicé el daño, el dolor, y la necesidad de mucha gente", dijo Majul con evidente incomodidad.
Como sea, ahora mismo empiezan a cerrar muchas cosas que antes no tenían sentido. Por caso, su abrupta salida de América 24 en medio de rumores de que él era el famoso “Pirincho” que la AFI había infiltrado en ese canal.
En fin... el daño que ha hecho Majul al periodismo es superlativo. Y, como si fuera poco, muchos aprovecharán ahora para relativizar todas las denuncias contra el kirchnerismo. Como si Néstor, Cristina y toda su runfla no se hubieran robado hasta el agua de los floreros.
C5N, Página/12 y otros medios ultra K han empezado a horadar en ese sentido, aprovechando el derrotero de Majul para descalificar todo lo que se ha investigado hasta hoy sobre las trapisondas del siempre oscuro kirchnerato.
Nada más que decir al respecto. Solo recordar que las fuentes provenientes del espionaje nunca son confiables. Ni deben ser tenidas en cuenta. Básicamente porque su trabajo consiste en el engaño, la intrusión y la mentira. Y uno no se cansa de decirlo: el fin jamás justifica los medios.
El trabajo del periodista es otra cosa: es un camino laborioso, de interminables chequeos y calles sin salida, que obligan a volver a empezar, una y otra vez. Muchas veces para no llegar a ningún lugar.
Lo demás no es periodismo ni nada que se le parezca. Es mamarracho.
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